¿En qué cuento han sido recogidos testimonios de brujas alérgicas a los gatos? Helo aquí.
Viajé movida por la mórbida curiosidad del entomólogo. No veo mejor razón para alterar un pacífico decurso existencial como lo venía siendo el mío. Sin sobresaltos, cada día era una copia del anterior y, así, indefinidamente y ad aeternum. A mis ciento cincuenta y cinco, casi seis, años de vida, una ya no tenía ganas de ser zarandeada o vivir bajo el yugo de las pasiones y sus afectos y efectos colaterales de colas terrenales. No obstante, llamó mi atención la refulgencia de aquel bichillo extraño cuya luminosidad y pureza obligaban a detener la mirada.
Siendo doctora honoris causa en materia de sapos, culebras y demás engendros, y ducha tanto por los años de experiencia como los de estudio de la fauna que nos rodea, gajes del oficio de bruja, huelga mencionar que lo había visto casi todo. Aquella cosita se me apareció diferente y no tuve más opción que agudizar los sentidos para observarla.
Enseño a distancia (con esto de Internet es una maravilla dar clase) ya no tengo que preocuparme de si la escoba ha pasado la ITV o de si tengo al día el impuesto de circulación. Esas cosas tan humanas pasaron a mejor vida y si los autores de la Revolución Industrial levantaran la cabeza, se la pegarían contra un muro maravillados por los avances tecnológicos, que atentan contra toda lógica, que ellos mismos perpetraron. Una lástima ser humano y tener la esperanza de vida tan cortita.
Sea como fuere, el bichillo que nos ocupa se me coló un día entre clase y clase y le seguí el rastro durante el tiempo suficiente como para no encontrar respuestas en las nuevas publicaciones. Sabía que las posibilidades de hallar lo que buscaba estarían en la Biblioteca Nacional de Magia, Hechizos y Pócimas y aquello fue lo que me llevó a coger el tren y mezclarme con los que nos quemaron vivas en Salem, todavía les guardo un poco de rencor, pobrecitos.
Una vez hube llegado a sitio, me dirigí hacia mi alojamiento reservado por una famosa página web, no sin dejar de visitar, como buena bruja, mi lugar favorito en cualquier ciudad que se precie: El cementerio. Sé que por mis venas corre un bagaje ancestral de genes de aquellos lares y traté infructuosamente de hallar mi linaje. «A las brujas no nos entierran en los cementerios, idiota».
Posteriormente, me encaminé a mi destino final donde me esperaban con la cama hecha. Mas al entrar en mis aposentos, fui presa de una extraña sensación que me hizo mover la nariz como Samantha Stephens. Un gato negro se dejó caer, como honrándonos con su presencia y ese magistral balanceo que comunica un «me la sudas lo más grande, tú, así seas humano o inhumano». El horror me venció y espeté un
-¿Y ese gato?
La dueña del lugar me comunicó que la gata vivía allí. Jooooooooder con los humanos y sus animales de compañía. Salí cortando primero porque soy una bruja alérgica a los gatos, los cuentos son mentira y sí, algunas (de hecho la mayoría) tenemos hipersensibilidad a los gatos; y segundo porque necesitaba llegar a la biblioteca Nacional antes de que abriera sus puertas, pues en hora punta no es agradable consultar los manuales siempre hay algún gracioso dando la nota y lanzando chispas para hacerse ver, ligones de tres al cuarto.
Siguiendo el navegador del móvil, maravilla de la técnica, finalmente di con la umbrosa calle del callejón sin salida. Sus enmohecidas fachadas, el olor a orín y a humedad y los dos ofidios de piedra que indicaban la entrada a la biblioteca ahuyentaban a los curiosos más acérrimos. Yo me arrimé tanto como pude a la puerta desvencijada y mis aldabonazos apenas audibles ahogados por el rumor de la ciudad atestiguaron de mi presencia.
-¿Quién va ahí?
Una boca sucia se asomó a la rejilla.
– Soy Piruja de los pelos Tiesos, honoris causa en el estudio de bichos para pociones y ungüentos, experimentada bruja. Ya me conocéis, estoy dada de alta en vuestra base de datos desde que los Bolcheviques… da igual, antes de que nacieras.
La gárgola apartó su infame orificio de la trampilla y me dejó entrar en el paraíso terrenal mejor preservado del planeta. El famoso templo de los libros prohibidos, la mayor biblioteca de todos los tiempos desde que prendieron fuego a la de Alejandría, los muy hijos de Satanás. Millones de tomos esperaban a ser consultados, algunos incluso desvirgados por los ojos impacientes de algún ansioso que, como yo, buscaba desesperadas respuestas a preguntas famélicas.
Consulté al oráculo para saber hacia qué pasillo dirigirme en busca del bichillo de luz. La momia detrás del mostrador me indicó el tobogán que descendía al tercer piso bajo tierra. Allí debía preguntar al hada de las mechas verdes, ella sabría informarme mejor. Me deslicé hasta el hada de las mechas verdes y verdes eran sus mechas de verd-ad.
El hada me espolvoreó los manuales y apareció un tomo de cuero negro con letras doradas, pero a punto de echarle el polvo definitivo, una gaita seguida de flautas y tambores sonaron en las entrañas de la biblioteca. Los asistentes se animaron abandonando los libros sobre las mesas y a grito pelado vociferaron «AQUELARREEEEEEEEEEEEEEE» se desnudaron todos y me invitaron a bailar.
No concebía una bruja sin escoba, así como tampoco la visualizaba sin un gato a su alrededor, pero está claro que los cuentos son todo magia y todo es posible!! 💖🤗
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Ay ay ay! Estás desactualizada Hanna! 🤣🤣🤣🤣
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Totalmente!!!
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Un poco loca… 👌
👏👏👏
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😀
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Me gustan mucho los libros, pero un buen aquelarre en pelotas es algo que sólo ocurre una vez cada cien años 🙂
Una pena lo del gato, son la mar de prácticos para deshacerse de las pruebas del delito y son muy buenos mintiendo en las coartadas…
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La bruja no se desnudó, hay que mantener la decencia y me cogió con las carnes ya flácidas, pero ver el espectá-culo fue realmente algo que no había visto en mis 155 años de vida.
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Me gustó mucho: ocurrente, divertido, super femenino.
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Me he alegrado de que haya sido de tu gusto. Mil besos y abrazos.
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¡Jajajajajaja! 🤣🤣 Me declaro fan absoluta de este cuento. Me encanta ese aquelarre y quiero ponerme a danzar con sus alocados integrantes. Yo también soy una bruja alérgica a los gatos, como bien sabes, pero como buena loca que soy, los seguiré idolatrando como seres divinos. 😻 Voy a inventar una nueva forma de morir y seré la primera en estrenarla: muerte por sobo gatuno. Qué cosa más cuca, oiga usted. 🤣🤣
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Ya lo sé, somos dos brujas alérgicas a los gatos. Son seres demoníacos pero por lo menos no joden como los perros. Estos son altaneros, interesados y orgullosos de serlo. Son perfectos 😁. Yo después de este finde voy a intentar evitarlos al máximo. 😘
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