Una historia de Amor que cura: Por una vez no hubo oscuridad solo ágape sin hacerse de rogar, sin perseguir, sin objetivo más que la presencia.

Ella llegó con un agujero en el pecho y él con uno en el vientre. Por mucho que les dieran de comer a sus respectivos boquetes, nunca nada era suficiente. Las oquedades se agrandaban a pesar de tratar de rellenarlas y ninguno sabía el porqué.

Cuando se conocieron, se miraron a los ojos casi por obligación aunque se buscaron sin saberlo. Respiraron hondo y el imperativo se fue transformando en placer. La imposición resultó en deleite y nació la curiosidad.

Con el tiempo se instaló la simpatía que atrajo a la calidez y, sin ser conscientes de ello, se dio a luz al aprecio y se descubrió la armonía. Ella acogió las hendeduras de él y él recibió y amparó las cavidades de ella. Vibraban en sintonía y terminaron por buscarse sintiendo un aprecio que en nada se parecía a lo que les habían contado que era el amor.

Se vieron los demonios y los miedos, pero ninguno se asustó, sino al contrario. La ira de ella llamó a la energía vital de él y el abismo de su vientre halló sustento finalmente. La profunda compasión y amor con la que él la miraba, casi admiraba, rellenó el precipicio de su pecho.

Él le clavó un beso en la frente conmovido por las lágrimas de la luna. Ella trató de fundirlo en un arrumaco sin precedentes.

«Siento por ti algo que… no sé de dónde sale, tu presencia me cura» Le dijo él en un arrebato de plenitud.
«Pues no busques saberlo, solo siéntelo y agradece sentir esto sin más. No hay que saber, hay que dejarse sentir.» Le dijo ella en un rapto de lucidez.

Tras el intercambio, estallaron en carcajadas y ella lloró porque aquellas palabras, exactamente aquellas y no otras, eran lo que había estado buscando con ahínco y hasta la perdición por tanto tiempo y sabiéndolo, pero sin saberlo. Se apaciguó su maremoto interno. Las palabras eran ciertas y se juró que no había sido un sueño.

Nada tuvo que ver esta historia con el deseo o la posesión y mucho con el petardeo, la risa y la aceptación. Se recibieron estas dos almas con los brazos y el corazón abiertos. Podrían haberse mecido sobre la luna menguante, la una dentro de la otra por la eternidad, pues solo con sus risas se bastaban y abastecían.

Cuando viese un cometa, ella pensaría en él, era un juramento profundo y para siempre porque, gracias a él, ella supo lo que tendría que esperar de un hombre, nada más y nada menos.

Cuando viese un cometa, él pensaría en ella, era una promesa determinada y para siempre porque, gracias a ella, él supo lo que era tener una hermandad del alma, una devoción sin un más allá, más allá de los dictámenes deterministas impuestos.

Aquello fue un amor, un Amor, de ágape y esta narradora jura que esta historia tampoco fue un sueño.

3 comentarios en “Una historia de Amor que cura: Por una vez no hubo oscuridad solo ágape sin hacerse de rogar, sin perseguir, sin objetivo más que la presencia.

  1. Avatar de beauseant
    beauseant dice:

    Y, si fue un sueño, bueno, al menos fue un sueño bonito.. estoy en una fase de mi vida que con tener un sueño bonito ya me parece suficiente 😉

    Hay personas que curan, lo sé, las he visto.. alguna vez incluso creo que fui una de ellas.. quizás lo soñé 😉

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Artista… tú eres de los que curan, aunque no quieras. La humildad es necesaria, reconocer nuestras aristas también, nuestras incapacidades, nuestros miedos… No lo soñaste porque quien tuvo, retuvo.
      Un abrazo bien sentido!

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