Ya, esto va a sonar de locura, necesito plasmarlo más allá de la libreta de bitácoras que mantengo en secreto vociferado.
Ayer vi un documental sobre Lemuria, ese lugar idílico que dicen que existió antes de que el hombre fuera homo sapiens sapiens.
Hoy meditando me ha caído un rayo. Ahí va…
La vida en la Tierra fue concebida como una vacaciones, una oportunidad de la conciencia de experimentar un estado de mayor densidad y de disfrutar de las sensaciones que solo la materia ofrece. El placer más allá de lo mental. Por ello fue concebido el cuerpo físico, como vehículo sensorial. Dicen que los lemurianos eran algo así como seres a caballo entre lo etéreo y lo humano, que sin dejar de estar conectados a la fuente, eran también capaces de experimentar las mieles del goce sensorial.
De alguna manera, quedamos apresados en este estado. ¿Un golpe de la energía de baja calibración que necesitaba de reos para su fin? No lo sé y tampoco importa. El mensaje es otro.
Estamos aquí para recordar lo que somos en esencia y recuperar el estado lemuriano donde la experiencia terrestre era una forma de premio antes de nuestra esclavización. Hemos venido a dar un salto de conciencia y recuperar el paraíso perdido. Por eso hay una guerra abierta entre la alta y la baja calibración, porque como es adentro es afuera.
Si todo esto no tiene sentido es porque lo he escrito sin pensar, los dedos hacen el trabajo solos, como dirigidos por algo que, desde luego no es mi mente egoica y lo sé por el tiempo y el empeño que le pongo a los textos, sus florituras, la desmedida atención a parecer inteligente. Esto no sale del mismo lugar.
Somos pedazos de la misma conciencia. No hay separación, estamos realmente todos conectados y podemos establecer conexiones mentales y emocionales los unos con los otros cuando así lo deseemos. Amarnos los unos a los otros es comprender que no hay segregación y que la realidad que percibimos depende en gran parte de las ideas que tenemos sobre dicha realidad.
Nuestro cerebro es un receptor de información y un creador de realidad capaz de suprimir las posibilidades de campo y reducirlas a una sola: la que en apariencia es la nuestra. Ser conscientes de ello abre el campo de posibilidades: no somos lo que vemos, somos lo que pensamos que somos y existe una realidad más allá que puede ser elegida.
Poner consciencia en algo es, de alguna manera, darle permiso para existir pues lo estamos observando (todo esto viene a colación del experimento de la doble rendija, da igual si no se entiende).
Ejemplo de la hostia:
Ahora mismo, aquí sentada, no siento el dolor de espalda que me ha estado atormentando desde hace meses. Sin embargo, tengo la idea determinada de que ese dolor existe y lo experimento porque tengo la creencia de que realmente existe. Si no pienso en él, no está, mi conciencia lo omite. Hay lesión cuando pienso que la hay, le doy permiso para existir porque es mi mente que la está creando.
Naturalmente, me surgen preguntas: El cuerpo es una manera de poder experimentar la conciencia, ¿Podemos por medio de la mente corregir el físico? Sí, rotundamente sí por eso, para ver primero hay que creer, la creencia determina el resto a través de la concepción del irreal tiempo. Cambiar una creencia es cambiar lo que se expresa. He ido al baño y no, ya no está el dolor.
Voy a quitar los comentarios, no es discutible, no proviene del pensamiento. ES.