Soy cocreador de mi realidad: ¿Qué significa y cómo lo llevo a cabo? No es espiritualidad es lógica pura y dura. Manifestación y atracción.

Escucho y leo sin cesar el mantra de que somos cocreadores de nuestra realidad. Oigo a gente rezarle a los ángeles, pedir, manifestar, solicitar y, sobre todo, desear desde el ego y la carencia. Anhelamos con tanto fervor que vibramos en falta, en necesidad de que las cosas sean diferentes. Así no se atrae abundancia, así nuestro campo magnético imanta la misma vibración en la que estamos: escasez, insuficiencia y privación.

Descubro que el ser cocreador de la realidad significa dar el permiso para que aquello que quiero pueda darse y, por lo tanto, implica terminar con las creencias limitantes que boicotean la obtención de lo que quiero a pesar de que, inconscientemente, no me sienta merecedor de eso. Como vengo diciendo, lo único que nos separa de la abundancia somos nosotros mismos actuando bajo los mandatos de nuestro inconsciente que obedece a la programación social, familiar y Dios sabe cuántas cosas más llevamos en el campo de información.

Hasta que no nos damos permiso para atraer, no atraemos, así de simple. Y en el caso de que atraigamos será un más de lo mismo en lo que estamos vibrando. Si observo con detenimiento y discernimiento mi realidad, sabré en qué sintonía estoy. ¿Tengo lucha interna? No tengo coherencia interior. Lo más importante es la coherencia consciencial y la honestidad brutal con uno mismo.

¿Estoy teniendo la vida que quiero? Sí o no. La negativa indica que hay algo que bloquea la recepción de la abundancia. ¿No nos creemos merecedores? Por abundancia y por la vida que quiero no se entiende la gilipollez de «pasarme el día rascándome los huevos y que caiga la pasta del cielo». Eso es una estupidez infantil. Tener la vida que uno quiere es sentir que hay coherencia y respeto entre lo de fuera y lo de dentro. Sentir que el trabajo no cuesta, que se adapta perfectamente a nuestro ritmo natural de vida y no tengo que dinamitar mi estructura natural para adecuarme a la jornada laboral.

Si quiero una vida diferente, voy a tener que empezar a vivir la vida que quiero antes de que se me dé. Si quiero trabajar menos y ganar más, voy a tener que empezar a reducir las horas y CREER que mi trabajo tiene un valor superior. Tengo que sentir y creer que de verdad soy valioso, que mi tiempo es precioso, que mi persona es preciada y que no estoy de rebajas. Si estoy obedeciendo al ego, al perro de arriba, que me dice que «tengo que» arrimar el hombro a pesar de no estar en sintonía con lo que estoy haciendo porque «tengo que pagar facturas», «tengo que comer cada día», «tengo que…» será imposible obtener la valía porque el «tengo que» implica forzar aquello que ni con calzador entra. Conlleva olvidarse de la necesidad interna que grita para ser respetada. Entraña la obediencia social debidamente programada e instalada desde el miedo.

Confiar en el proceso es también aprender a soltar el control y realmente sentir que la abundancia está a un roce de distancia. Es un suspiro, es ver la otra cara de la moneda, es sentir que todo anverso tiene su reverso y es atreverse a iluminar esa sombra que esconde el «no merezco vivir una vida más plena».

Es tan simple como complicado, todo es nada.