Mensaje canalizado en meditación: Amar sin amarrar. Te veo, te presto mis ojos, comprendo, articulo y lo lanzo al universo. Si lo coges es que estás preparado para la lección, si no otro lo estará.

Deseo amar sin amarrar. Este es mi decreto y mi nueva vibración. Hacerlo desde la parte álmica soltando lo que fui y encarnando lo que soy. Me despido de mi yo ansioso, de la niña herida. Sigue estando aquí y ya me ocupo de ella.

¿Qué soy? Un canal de transmutación. Doy porque recibo. Recibo el todo desde «arriba» o desde el todo y cada persona que está aquí da lo que es, lo que puede dar. No tiene sentido exigir cuando comprendo que nada es personal hacia mí, sino que todo pende y depende de uno mismo. Igual que tú, yo.
Te traté como me trataba. Te di lo que me di a mí. No pude dar más de lo que era porque no tenía la capacidad de sobrepasar mis limitaciones. Amé como me amaba, desde el miedo y la incompletitud. Proyecté en ti lo que no alcanzaba a ver de mí. Siempre es más fácil observar el reflejo en otro, todo es más nítido, nos enseñaron a ser verdugo y víctima. Quizás a lo que mi dedo apuntaba era certero y te pertenecía. Seguro que mío, sí era. Lo respiré y me quedé en esa incomodidad hasta que terminé aceptando en la intimidad que eso que tú eras, era yo.


Ahora que me conecto a la conciencia unitaria, me despego de mi identidad pasada. Veo lo que fui y corto con esa línea de tiempo en la que estuve atrapada. Ya no quiero repetir lo mismo in aeternum. No quiero nada de ti, no espero nada de ti, tampoco espero nada de mí. Camino, respiro, estoy con lo que soy. Estoy lista para soltarlo todo. Confío al máximo en que las cosas son como han de ser y que las vivo desde el lugar más adecuado para mi mayor y máximo bien. Cambio de plano, cambia el enfoque y nada es lo mismo.

Yo soy tú por un momento y te veo. Estoy al servicio de la luz y, por unos breves instantes, veo tu boquete. Mi campo energético detecta tu oscuridad que también es el mía. La integro porque ya he pasado por aquí antes que tú. La asumo sin responsabilizarme de ella. Era mía, la solté, la transmuté ahora es tuya. La veo. Te presto mis ojos.

Lanzo la información al universo. Tu alma la recoge si estás preparado. Si es para el mayor y máximo bien de todas las partes. Si no lo recoges tú, quedará suspendido del inconsciente colectivo. Es un paquete de información que orbita en mi campo energético y emite la frecuencia de: «integrado». No vuelvo a repetir el patrón. Ahora esa información ya es parte de mi nueva identidad y cambia mi frecuencia vibratoria. Ya no atraigo al mismo tipo de personas. Ahora llegan personas que desean integrar esta información y a aquellas que ya la han integrado.

Ese inconsciente colectivo está listo para pasar al otro lado. Cada uno de nosotros es una pequeña máquina transmutadora de oscuridad. Algunos le ponen luz a unas cosas, otros a otras. Somos parte de un todo más grande y absolutamente todos contribuimos a que esta consciencia unitaria se experimente desde cada fractal al que damos vida. Es un juego, el juego de la realidad que nos creamos. Nada existe per sé, solo existe cuando ponemos nuestra atención.

¿Por qué si no es así personas que nos han acompañado durante años despiertan incomodidades diferentes en momentos distintos? Es la misma persona, yo soy la que decido poner el foco en una cosa u otra y, por ende, hacer realidad algo que siempre ha yacido en mí, esperando a ser visto a su debido momento. Cuando estés preparado, aparecerá aquello que puedes asumir para ser integrado y, por lo tanto, transmutado.

Caminamos juntos por unos suspiros, hasta que la exhalación nos separe y tú tengas que dedicarte a otra labor o pelear en otra guerra. Mis batallas terminaron aquí, me dedico a respirar, a estar y a ser lo que soy. Este es mi actual tramo de vida. Gracias por enseñarme que también soy tú.

Lo que es para ti, llegará en el momento perfecto, ni antes, ni después. Confía y descansa. Hasta aquí puedo contar.