Hacer el amor: La pluma, la libertad y el desapego.

Había olvidado lo que era hacer el amor. De tanta suciedad, confusión, tergiversación de los términos y terminaciones, había olvidado lo que era hacer el amor.

Mi memoria extravió en algún momento las caricias que acompañan a los besos. Se descuidaron los abrazos y se perdieron por el camino las miradas que atraviesan el alma. ¿Cómo era absorberse, fundirse, volver a la fuente, al todo, al Uno?

El fornicio acabó tornándose ley con la búsqueda neurótica del orgasmo como manera de medir el rendimiento viril. El goce de la pequeña muerte transmutado en una penitencia de obligado cumplimiento. Cayó en desuso el sincero disfrute de la presencia, de la respiración, de la mano que sostiene, de los brazos que arrullan y el susurro que mece una confesión también ahogada por el tiempo y los escarceos de baja alcurnia: «Estoy enamorado de ti y no me avergüenza declararlo».

Y ahora mi cuerpo comienza a recordar lo que es ser tratada con respeto, amor, cuidado y ellas me han dicho ¿Has llorado haciendo el amor? y se me parte el alma cuando el eco retumba ensordeciendo la tormenta eléctrica de la hora cúspide.

Se eclipsa el sol y truena la noche. «Hacer el amor». Tomo consciencia y brotan lagrimones de desconcierto ¿Cuánto ha pasado desde que aparcara la expresión para las escenas de ayuntamiento?

Su mano recorre mi espalda. La segunda un escalofrío. Me inhala, lo exhalo. Un bienestar conquista las sábanas. El control lo toman los cuerpos. La mente se aquieta, resbalan las pieles y los labios, como ventosas, se prenden a las carnes. Cosquillas, sonrisas, besos que inhabilitan el jucio. Amistad y sincera estima.

Había olvidado lo que era hacer el amor, si es que alguna vez lo supe.

Esta mañana una pluma diferente a las que suele haber en mi casa yace bajo mi silla. ¿Qué significa para ti la pluma? me pregunta ella. Le respondo que supongo que voy por buen camino. Y ahora, de repente, como un rayo, me atraviesa la mente una claridad centelleante… la pluma… la pluma, joder la pluma. No lo quiero poseer, lo suelto y lo suelto porque lo quiero libre.