«Las personas podrían aprender de sus errores si no estuvieran tan ocupados negándolos»
– Carl G. Jung-
Esta mañana al alba tardía, mientras el consciente se desperezaba desesperándose y el inconsciente aprovechaba sus últimos momentos de libertad expresiva, se me permitió ver nuestros reflejos en dos espejos diferentes y contrapuestos. Allí, dónde el mundo de los sueños se funde con la realidad, en esa burbuja temporal, medraba la refracción de una fracción de momento. Del sueño a la posibilidad hay solo un paso. De la posibilidad a la probabilidad quizás medie un abismo.
El primero era feliz, sin preocupaciones más que las justas y necesarias. Nos vi paseando por la orilla del mar, rodeados por el silencio que las olas rompían a nuestros pies. Estábamos, nuestras manos entrelazadas, suficiente para sentir la dicha de lo dicho que era la nada. Los días transcurrían como siempre lo han hecho, monotonía alegre, tus chistes malos con sabor a refrito en tinta de calamar, tus poemas en la terraza de un primero con ínfulas de segundo, las cuerdas del piano amenizando los atardeceres, el trabajo de ser uno mismo como epicentro del nosotros. Nuestras peleas nunca eran por lo que teníamos, sino por lo que no sabíamos identificar como externo y fruto de un pasado. Las exhumaciones no solían sentarse bien. Entre tara y tarareo, entre mendicidad y abundancia, aprendimos a desnudarnos delante del otro y el otro aprendió a vernos sin mirar. Era el nuestro, un paseo diario. Tú hacia mí y yo hacia ti gateábamos al principio como dos recién nacidos descubriendo la hoja en blanco, afianzando día tras día una seguridad, ganando aplomo, perdiendo el miedo a caminar junto a alguien. Construimos codo a codo el lugar más seguro del planeta. Primero el nuestro propios, posteriormente alzamos el «nosotros» abanderando la libertad. Fuimos un equipo unido desde quizás la separación.
El segundo era el reflejo de la imagen anterior sobre otro espejo. «Espejito, espejito mágico, dime quién es el más huidizo del reino». Seguíamos escapando mientras inventábamos historias de dragones y mazmorras. Cuentos de mazorcas ahorcadas a horcajadas de corceles acorralados, sin limitaciones fantasiosas aunque atados de pies y manos por los lazos de una materialidad demasiado pobre. La ficción es y será nuestra única realidad, la tuya y la mía porque de ahí nacimos y de nosotros depende hacerla posible. Cuando nos escurrimos de lo alcanzable, cuando, condón sobre condón, callamos por miedo, nos mantenemos dueños de nuestros silencios, se nos va la vida. Cuando limitamos, cercenamos, erigimos paredes de hielo, cuando evitamos… negamos. Cuando negamos nos alejamos de nosotros mismos. Cuando nos alejamos, muere el salvoconducto hacia nuestra esencia. Cuando no nos confrontamos, sencillamente nos evaporamos. Cuando ponemos barreras infranqueables, suavemente nos matamos. Si nos limitamos, morimos un poco cada día.
Estar aquí conmigo es estarlo también contigo, es con todos aquellos que abren sus corazones, que comparten desde la misma necesidad del compartir, departir, reír, vivir. También el sufrimiento compartido, se hace más liviano. Las alegrías multiplican su volumen, las tristezas se disipan.
¡Di sí! Pan para hoy… nunca hambre para mañana porque es este un mundo mágico en el que juntos, podemos multiplicar los peces, los panes, los vinos y todo desde el sofá.
Es una buena declaración de principios y un deseo al alcance de quienes sepan verlo.
Saludos,
J.
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Dar el paso primero es completar el recorrido esencial. Si quieres, puedes, cuestión de derribar a cabezazos los muros de lo imposible, que es la mayor ficción de todas, el telón donde se reflejan sombras que no son sino un monstruo disfrazado de niño en brazos de una madre que… Ah no, que solo escribo comentarios que no tienen sentido. Pues sandías de gominola.
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«…Estar aquí conmigo es estarlo también contigo…»
No pares de escribir, sigue sigue…
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Gracias por tu comentario Antonio! Hacemos lo que buenamente se puede! Un abrazo!
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