«Cuando sientas que eres raro, recuerda esto: No eres raro, eres de edición limitada»
– Anónimo-
El escaramujo, también llamado «tapaculo» en España o «gabardea» en Aragón, como si Aragón fuera un país aparte (luego se maldice a los catalanes y a los vascos), es, según la rae, una especie de rosal silvestre, con hojas algo agudas y sin vello, de tallo liso, con dos aguijones alternos, flores encarnadas y por fruto una baya aovada, carnosa, coronada de cortaduras y de color rojo cuando está madura, que se usa en medicina.
Esta es la única planta que el protagonista de esta historia decidió sembrar en su jardín. Desconocemos las causas. Algunos dicen que fue por el nombre que le recordaba a las escaramuzas de las historias de Pérez-Reverte del cual era un devoto y apasionado lector. Otros dicen que el arbusto estaba hecho a su imagen y semejanza, esto era, silvestre, por no decir agreste y no domesticado. Era duro de mollera no por tonto, sino por cabezón. Cuando se le metía una idea en la sesera hacía gala de una obsesiva contumacia y alabado el que pudiera mostrarle cuán equivocado estaba.
Se llamaba Hipólito y con eso queda todo explicado. Con el nombre de pólipo intestinal no se puede tener una infancia agradable. Sus padres, grandes amantes de la Grecia antigua, pensaron que su progenie debía coronarse con alguna genialidad que le insuflara fuerza y dirección en la vida. Así, bautizaron a los hermanos de Hipólito como Ulises y Agapito. Para el último podrían haber elegido cualquier otro nombre, en serio, cualquier otro… no, le encasquetaron Agapito porque venía de «Amor» y en tales circunstancias fue concebido. Con Amor sellaron su pacto familiar haciendo entrega a su prole de los problemas derivados del superávit amoroso. Los padres de los tres mozos carecían de la empatía necesaria, como buenos estudiosos y conocedores de lo suyo, para comprender que el nombre podía e iba a influir en la vida de estos. El conocimiento solo no basta para toda la vida, señores.
A día de hoy el mejor parado fue Ulises. De Agapito sabemos que la última vez que lo vieron vivo fue en la sala de espera del pabellón número seis circundado de cardos, ortigas y cáñamo silvestre en donde Chejov derramó gran parte de las lágrimas invisibles del mundo. Mal pronóstico para el joven.
Algunas damiselas, muy respetables y hermosas de verdad, probaron su suerte entregándose en amor a Hipólito, pues el joven de los tapaculos ejercía una indescriptible atracción, pero los dos aguijones en forma de humor que se encargaba de clavar alternamente en los días pares e impares daban muerte a toda la que intentara entablar relación alguna con él. ¡Ay papito! ¡Ay pulpito!
Le gustaba ser soez creyéndose refinado porque en vez de palabras malsonantes y vulgares disfrazaba la chabacanería con galanterías haciendo más florida la aridez del significado. Cuando la dama encajaba bien la ordinariez emperifollada, empero follada, entonces nuestro jardinero soltaba una grosería bien áspera que incluía el vocablo adecuado con la imagen asociada. «Te voy a comer el chocho morenote». También desconocemos si las intenciones eran las de provocar la fuga de las chicas, pero el resultado era que salían corriendo despavoridas. ¡Almas bonitas!
Para romper el hielo solía explicar un chiste que solo comprendía él porque gustaba de reírse solo:
-Hola niña, ¿qué has pedido a los reyes magos, bonita?
-Puez vedá, zeñó, he pedío una Nanzi…
-¡Por cierto niñita, se está volviendo loca!
-¡¿Quién zeñó, mi mamá?!
-No, indigente mental, mi polla en tu boca.
-¡Jajajaja, ez uzté muy graziozo, asín quiere mi mami un novio para mí […]!
(Hemos obviado las referencixs religiosxs que vienen a continuación para proteger las sensibilidades de los más impresionables, lx libertad de expresión debe ser coartadx en una sociedad inclusivx y tolerante porque todx el mundx tiene cabidx en ellx y nadie debe sentirse excluídx, unx besitx a todxs)
Sin embargo, Hipólito había nacido de culo y el que con él hablaba terminaba coronado de cortaduras, tal fue el caso de una joven kamikaze que se interesó por los rosales antes que por la persona. Se acercó a las plantas de forma temeraria sin conocer al que en el recinto habitaba. Vio a un joven ataviado de negro, cuyos ojos le sonreían como invitándola a ser amigos. La joven, cuyo nombre desconocemos, preguntó por los rosales y mostró tal interés desinteresado que Hipólito dudó en si espetar alguno de sus chistes rompehielos. No pudo reprimirse y así lo hizo:
-Madre, ¿qué hay para comer?
-Paella.
-¿Paella? Será pa tos.
O bien:
-Madre, ¿qué hay para comer?
-Paella.
-¿Paella? Será patos.
-O cisnes.
Incluso:
-Madre, ¿qué hay para comer?
-Paella.
-¿Paella? Será pathos.
-Qué tremenda emoción la que me embriaga.
La joven de la rosa quedó descolocada y, contrariamente a lo esperado que era la huida inmediata, explotó en una sonora carcajada que sorprendió a Hipólito, más bien acostumbrado a la fuga de cerebros.
Entonces ella le dedicó una canción y empezó una bonita historia de renglones torcidos y tortuosos senderos por descubrir entre los dos engendros Hipólito y la joven de las gafas de pasta amante del cine de autor y fan de «Hospital di Satán», película de culto merecedora de todos los premios habidos y por haber.
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja, ¡¿pero cómo se te pueden ocurrir esos chistes tan divertidos que invocan lo mejor del ingenio humano? El de la niña con el paladar rebosante de ambrosía, lo de los patos paelleros e incluso la referencia a Hospital di Satan (hay una anticrítica en mi página, pero como no soy una persona miserable no hago publicidad de ella)… Maravilla de maravillas. El resto del texto, he de ser sincero, no merece mucho la pena, pero solo por esas partes ya merece muy mucho la pena.
Observo que utiliza usted lenguaje inclusivo (espero que el golpe en la cabeza no haya ido a mayores), así que si alguna de las palabras que empleo le resulta dificultosa por ir más allá de las dos sílabas no sea tímida y hágamelo saber, con zumo (de limón) gusto se la explicaré.
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Debes de ser el único ser humano que se ha reído con semejantes gilipolleces. Ingenio? Esa palabra no la puedes usar porque no está en tu diccionario.
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Asceta, no seas usted tan humilde. Entiendo que normalmente la gente no capte sus gracietas, pero esta entrada en concreto es una verdadera genialidad, su gran obra maestra, por así decir.
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Anda y que te den un polo de limón. A mí no me hace falta el baile del pavo.
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Derrito el hielo, soy la esencia del limón.
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