Rosario: La mujer kamikaze que enamoró a Hipólito. Todavía hay luz en este mundo de sombras.

“SÓLO EN EL HOMBRE HAY ESPERANZA PARA EL HOMBRE” 

Previously en El escaramujo: Hipólito cultiva la especie de rosal que le recuerda a las aventuras de Alatriste de Pérez- Reverte.

Volvemos a estos lares con información suplementaria. Hace un par de días tuvimos a bien narrar la historia de los tres pobres hermanos víctimas de la ceguera del conocimiento de sus padres, grandes fanáticos de la Historia y más en particular de la Grecia antigua. Así sus hijos fueron bautizados con nombres tan pasados de moda como Hipólito, Ulises y Agapito. Agapito se volvió loco buscando el ágape materializado por un besito en la frente, pero solo encontró a eros en pescateros, panaderos, carniceros, floreros, fruteros, peluqueros… tanto desenfreno y lascivia terminaron en tomate y este en comidilla de tres al cuarto. Las pasiones del hombre forjaban el segundo deporte internacionalmente más practicado (el primero vimos que era el de empinar el codo): el chismorreo más fácilmente practicable gracias a las redes sociales que abolieron distancias físicas elevando el vulgar tomate a «Tomato, the true story». Los entuertos surgidos de la nada seguían afascinando a un público Estebanístico. La evolución del ser humano.

¿Por qué este prolegómeno?

Por lo que ocurrió en aquel día de nuestro Señor en el que se acercó la chica kamikaze, cuyo nombre nos era desconocido, a la valla de Hipólito. Recordemos que el muchacho no era precisamente un dechado de alegría y sí un desecho de la alergia que le provocaban sus semejantes. Aquello tenía que ver en gran medida por el bulling que había sufrido en la escuela debido a su nombre. Sin embargo, como dijo Sartre: «Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él.». Hipólito tiró por la vía fácil que es culpar al mundo de su desdicha y, si bien tenía razón, no le faltaron oportunidades para acudir al registro y alterar el curso de su historia con un simple cambio de nombre. Aquello hubiera desacreditado las excusas a las que Hipólito se acogía para justificar la pereza de zambullirse en su propia psique y navegar por ella. Los descubrimientos se le antojaban demasiado costosos de asumir y era mucho más cómodo seguir pensando lo que ya tenía instalado como su verdad unilateral.

La chica kamikaze, Rosario, se acercó interesada por aquel extraño rosal silvestre, el escaramujo, un día en que Venus y Marte estaban alineados y el cielo gozaba de paz. El amor flotaba en el aire, como si hubiesen quemado campos enteros de amapolas y la gente anduviera extrañamente colocada. Rosario, cuyo gato hacía «uy uy uy uy uy» y al cual era alérgica, parecía estar drogada las veinticuatro horas del día cuando en realidad no lo estaba, sencillamente era así.

A Hipólito no le afectaba el humo, ni el humor así que, taciturno como de costumbre, advirtió la presencia de Rosario, le interesó en tanto en cuanto era del sexo opuesto y aquello le provocaba una exaltación sexual inmediata. No importaba si el especimen de hembra era un pecado, tenía tetas y con aquello bastaba.

Cuando los vecinos vieron a la joven acercarse a la casa de Hipólito, grande y silencioso fue el revuelo. Las líneas telefónicas se colapsaron. La Mercedes llamó a la Paca:
– Chica, ¿A que no sabes…?

La Paca llamó a la Toñi que llamó a la Yessi que llamó a… El chisme se propagó como la pólvora por los cuatro rincones de aquel pueblo de la mancha poseedor de la última cabina telefónica del país y al cual tuvo que mudarse el supermán ibérico bajo amenaza de alimentar la cola del paro.

Como el virus del ébola, ese «A que no sabes» terminó matando la realidad. Se inventaron toda suerte de chascarrillos sobre una escena sorda y muda en la que solo participaron dos personas y todo el pueblo. Pronto, a «la chica» la estaba buscando la policía porque se decía que había desaparecido misteriosamente tras la conversación con Hipólito. Los telediarios advirtieron del hecho a todo el Estado. Se avisó a la familia de la ya difunta chica y se lloró su muerte erigiendo un monumento en conmemoración de todas las víctimas de violencia. Se organizaron manifestaciones en China, Rusia y en Estados Unidos. Se firmó una tregua entre Rusia y Ucrania.

Los embalajes de los polos de limón y de los twister y twister choc mostraban la cara de Rosario y fueron líderes de ventas del verano. Shakira «compuso» una canción que superó a su último hit «las mujeres no lloran, las mujeres facturan» y que llamó «Rosa rió sola» y participaron en la grabación sus dos hijos.

Se proclamó el nuevo día internacional de la Rosa y el libro el 5 de junio como fecha especial que en realidad cayó en 7.

Rosario e Hipólito ajenos al ajetreo estaban ajetreados en sus propios asuntos, las artes amatorias que duraron tres semanas, veintiún días y veinte noches de desenfreno, ambrosía, gominolas de sandía y besitos de fresa. Descargaron de la nube todo el deseo del que fueron capaces, se devoraron enteros mientras el mundo seguía su curso en cursiva, un discurso de escaparate, un disparate del que ellos escaparon airosos.

3 comentarios en “Rosario: La mujer kamikaze que enamoró a Hipólito. Todavía hay luz en este mundo de sombras.

  1. Avatar de Joiel
    Joiel dice:

    Debido a mi desconocimiento en asuntos de carácter amatorio, pues soy averso a hacer el sexo y sus derivados de índole afectuoso y prolijo en emulsiones espesas, me resulta fascinante cómo describes actos carnales así. He dicho.

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