El trance del baile con el influjo de la luna llena en cáncer: salvaje y atronadora necesidad de cuidar y ser cuidado

Después del cacao y nuestros cánticos mezclándose y haciendo vibrar el ambiente, nuestra frecuencia fue en aumento. Tomé aquel brebaje amargo, denso que me habría de abrir el corazón en canal y dejar que saliera todo lo reprimido.

Empezó a sonar la música. Los tambores me anclaron al suelo y mi cuerpo convulsionó. Abandoné el control y me convertí en agua. Yo era mi cuerpo, no hubo diálogo solo movimiento.

Exploré cada una de mis articulaciones, mi flexibilidad y el suelo. Me tumbé en el suelo y me uní a él reptando, ¿Y por qué no si después de todo bailar en horizontal también es bailar?

Me levantó de la cintura escapular una fuerza que venía de fuera, una energía con la que me sincronicé sin saberlo. Tiraba de mí hacia arriba. Las caderas iban dibujando el signo del infinito, las manos se alzaron por encima de la cabeza intentando asir el claro de luna que iluminaba el cielo.

Libertad. La mente no intervino cuando se me acercó el misterioso hombre que antes me había apuntado con la mirada. Lo sabía, lo había sentido varias veces, pero el cacao no había surtido todavía su efecto y desvié la atención, como siempre hago porque no siento que merezca ser deseada por nadie y mucho menos por un hombre maduro y ciertamente atractivo. ¿Yo? Sí, yo, yo merezco ser cuidada aunque sepa cuidarme sola. Dejé de pensar y comencé a respetar mi propia voz interna.

Le di permiso para que se acercara, ni una palabra medió, ni una mirada se cruzó. «Sí, puedes» le dijo mi cuerpo. Y él vino y danzamos acompasados como por arte de magia. Fluyó como el agua, milagrosamente, con sigilo y cuidado. Nos respiramos hacia delante, hacia atrás.

Se terminó la canción y agradecí aquella danza apacible y tranquilizadora. Salté y me desmelené como una loca, grité como una posesa, quemé lo que había y lo que no había. Más, más y más. Subió el ritmo en una espiral que nos absorbía hasta el infinito.

Me vino a buscar nuevamente con un juego de luces. Enmarañó la guirnalda a mi cuerpo, nos unimos nuevamente para no soltarnos hasta el final. Puso su mano en mi corazón y me abrazó por la espalda. Estalló mi llanto, el cacao se desgañitaba. Lloré sin razón, mas la razón subyacía bajo las capas de la cebolla. ¡Qué hermosa sensación la de sentirse sostenida por aquel influjo masculino! ¡Qué maravillosa sensación abandonarse al surgimiento de la feminidad propia y poderse complementar, aunque tan solo por unos instantes, con la masculinidad externa!

Sí, en nosotros están ambas divinidades la masculina y la femenina, pero en la noche de la luna llena en cáncer me abrió en canal y sin necesidad de represión esa salvaje y atronadora necesidad de ser cuidada.

Agradecimiento sin fin a este ser divino que me arrulló sin conocerme de nada.

5 comentarios en “El trance del baile con el influjo de la luna llena en cáncer: salvaje y atronadora necesidad de cuidar y ser cuidado

    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Holaaaa! No sé hasta qué punto es real el efecto o bien el efecto deriva del placebo y el pensamiento de que es real. Ni idea, cuento lo que me ha pasado. También es verdad que había una chica cerca de mí que estaba llorando y mucho me temo que soy como una esponja emocional y siento lo que otros sienten. ¿Hasta dónde es mío? Ni idea, estoy en esas ahora mismo.
      La ayahuasca y el sapo son sustancias exógenas. Personalmente, siento que meterse algo para favorecer ciertos estados a los que no se puede llegar por medios propios no es correcto. No siempre el cuerpo ni la mente están preparados para asumir las sensaciones. El cacao es casi inócuo. En cualquier caso, cuando uno está preparado para ciertas sustancias es porque de por sí solo es capaz de pegarse el viaje.
      Muy bonita experiencia. Un abrazo!

      Le gusta a 1 persona

  1. Avatar de destapatuesencia
    destapatuesencia dice:

    El cacao debe ser muy liviano y tolerable si, para todos los públicos, aunque tendrá su ritual detrás. No conozco a nadie que lo tomara.

    Ayauhasca, peyote, sapo son palabras mayores, conozco varias personas que lo recomiendan, que es una antes y un después, un cambio de visión del entorno, de tu propio yo, y otras que tuvieron un mal viaje y quedaron algo mermados.

    Dicen que hay que probar todo, pero ahora mismo mi cuerpo me dice «no estás preparado» jajaja

    Veo brusca la experiencia, hay otras formas alteradas de conciencia que el cuerpo te puede llevar de forma más natural, estoy de acuerdo.

    Le gusta a 1 persona

    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      «Probar todo» pues yo creo que no, que solo hay que probar aquello que a uno le apetece porque, efectivamente, hay que estar preparado para asumir según qué experiencias. El cerebro y la mente corporal tienen que estar preparados para asumir si no no sirve e incluso puede ser contraproducente.

      Le gusta a 1 persona

Replica a destapatuesencia Cancelar la respuesta