foto de pixabay, por el juramento que se hizo (ver final del cuento).
Él, Adán (nótese la proveniencia del nombre: nihil o bien nadar), era un cangrejo de mar nacido en secano. Era un pura raza, había sido puesto en este mundo para aprender a ser cangrejo y explotar su perfil de cuidador hasta la extremaunción, mas Adán soñaba despierto, quería ser pájaro y aprendió a ser pluma. Con ese caparazón y, munido de dos pinzas de las que no sabía servirse porque nadie le introdujo en la programación marcial, vagaba en tierra yerma con los ojos puestos en el cielo. Pasaba gran parte de sus días con la mirilla enfocada hacia las nubes, elucubrando sobre el porqué del cómo y sencillamente se dejaba arrastrar por el confortable y «dolce far niente». Su misión de vida consistía en aceptar su naturaleza terrenal y aprender a quedarse entre el cielo y la tierra, con una pinza en cada lado juntando el horizonte con el mar.
Ella, Eva (nótese que al revés es leído como ave), era un cangrejo de secano, un ermitaño, nacido a orillas del mediterráneo con doble caparazón y una cola de escorpión, un aborto de la naturaleza que le confería las propiedades del agua y del fuego al mismo tiempo. Su alma eligió ser escorpión, pero la naturaleza la parió antes de tiempo y se quedó en cangrejo. El ave Eva, de naturaleza beligerante y agresiva, no sabía volar y todo cuanto logró en la vida le pareció venir del fuego que caminaba con ella desde lo más profundo de sus entrañas. De ella tiraba un miura que la obligaba a quedarse anclada al suelo a pesar de ser su luna, mas su desafío sería volver a las estrellas para alcanzar su mayor brillo, convertirse en polvo y salir disparada hacia el cielo. El toro de Eva embestía el suelo y, con sus patas, enviaba la arena de la orilla hacia el cielo. Era lo mismo que escupir hacia arriba, no servía para nada más que para causar follón y de eso, Eva sabía un mogollón.
Un día, al Universo se le cruzaron los cables y ambos cangrejos coincidieron en una nube que cubría el estrecho continente donde residían: Adán en tierra seca y fértil y Eva en la orilla del mar. Por alguna extraña causalidad, se toparon caparazón con caparazón. Quizás ella anduviera buscando el bosque y él las aguas que recargaban sus ánimos. Ambos caminaban de lado, naturalmente torcidos, y diéronse de bruces escudo contra escudo. El aguijón de Eva no pudo clavarse en el exoesqueleto de Adán porque estaban hechos de la misma quitina. Primero, se oyeron sin prestar demasiada atención y pasaron a escucharse en cuanto reconocieron sus idénticas esencias de misión opuesta.
Eva estaba aprendiendo a volar porque sintió la mordedura de una serpiente en su vientre y esta se enfilaba hacia arriba queriendo proyectarla al universo, pero Eva no sabía subir, su densidad la obligaba a hundirse en la tierra. Adán que necesitaba por el contrario una mayor densidad, disponía del aire del que Eva precisaba. Espalda con espalda, entablaron una conversación surrealista que inició Eva:
– Mira Adán, tú tienes lo que a mí me falta y a mi me sobra lo que viniste a aprender. No es casualidad que nos hallemos en esta extraña situación. Si colaboramos, tú me enseñas a volar y yo a plantarte en la tierra, quizás podamos desprendernos el uno del otro. ¿Qué te parece?
– Me parece interesante. ¿Cómo lo hacemos?
Eva, movida por su ímpetu desenfrenado, se curvó hacia el suelo y Adán quedó tumbado boca arriba sobre la convexidad de ella, proyectando hacia el cielo todas las necesidades de Eva. Eva, quedó clavada en el suelo, proyectando hacia la madre tierra todas las necesidades de Adán. Se cubrieron las espaldas y en ese punto de contacto se unieron el la tierra, el fuego, el mar y el cielo.
El toro de Eva ahora también tiraba del peso de Adán y, así, cual Sísifo sin mucho cuestionamiento, siguió embistiendo la arena enviándola hacia arriba, pero esta vez, la tierra cayó en la balanza que, suspendida del sol y siendo luna al mismo tiempo, dejaba que la arena fuera el contrapeso de sus extremos equilibrando la cuadratura (es)féerica. Al llenarse uno de los dos extremos, este se sumergía en el agua de mar donde se hallaban ambos cangrejos. Dicha arena pasaba a formar parte del fondo marino y, arrancada por las marejadas era regurgitada hacia la orilla. Allí el toro Sísifo volvía a embestirla devolviéndola al cielo en este inevitable eterno retorno.
Había nacido el reloj de arena que no medía el tiempo y del cual no se guardó fotografía alguna por un solemne juramentO de protección de la belleza.
Hace ya unos días soñé que habías cambiado tu foto, estabas de espaldas y llevabas una mochila, según despertaba la mochila se abrió, estaba llena de grandes piedras. Recuerdo que sentí pena, ¿para qué portar tan pesada e inútil carga?
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Si a la carga te refieres al otro cangrejo, debo protestar porque es una monada y súper bueno. Si por mochila te refieres al peso de la historia, también debo protestar porque es lo que hemos elegido.
Yo nunca salgo de espaldas en las fotos, siempre doy la cara prefiero que me roben el alma que me apuñalen por detrás. De pena, nada, tengo más fuerza que un toro y cuando se comparten cosas pues a veces unos tiran y los otros aflojan y viceversa. Un saludo!
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Jajaja, no, desde luego que no me refiero al otro cangrejo, pobre, quizá, como mucho, al peso de la historia. Los sueños son interpretables según cada cual, personalmente, creo que, esas piedras que llevabas, en el fondo, pueden representar los miedos (no creo que los elijamos). Ya te comenté, deshazte de ellos, son malos compañeros de viaje. Entiendo que por ahí iba el sueño.
No dudo que tengas fuerza y arrojo más que de sobra para conseguir cualquier cosa que te propongas. Un saludo y ¡ánimo!
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Interesante leyenda👍
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Qué va! Pero gracias!
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Ohh! Pueden hacer buen equipo esos cangrejos, se ayudan, se acompañan y son leales.
Come es el mundo.
Me gusta la fábula, mucho simbolismo 🙂
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Esos cangrejos son una cucada. Creo lo mismo que tú. A sabiendas de sus respectivos puntos fuertes y de sus debilidades, el trabajo en equipo les permitirá llegar mucho más lejos que solos. Es un hecho tan real como la vida misma. Un abrazote fabuloso!
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Inmenso valor literario. Estos textos deberían estar en páginas de libros de pasta dura con cantos de oro. En lugar de ello están en una pantalla. Cosas de la época.
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Hombre… no iría yo tan tan tan lejos. Es un texto y punto, pero gracias, a una le suben la moral! Cosas de la época, sí! Saludos!
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