El secreto mejor guardado: El que está al alcance de cualquier mano y nadie lo ve.

¿Quién me hubiera dicho a mí, urbanita de nacimiento, mediterránea de tripas, que en el corazón de nuestra nación se escondía un secreto que no parecía ser preciado por muchos?

Me adentré en el vientre del territorio, en busca de secano, de tranquilidad, de desconexión con la sociedad, de conexión con el cuerpo, con la naturaleza, con la vida.

Ante mis ojos, el páramo, una llanura tan vasta como inimaginable. Una impresionante extensión de tierra se unía con el cielo. Los caminos se iban torturando poco a poco y, sin darme cuenta, me hallé en una suerte de bosque. Quedé extasiada por los cervatillos que, alegres y saltarines, cruzaron la carretera completamente ajenos a mi presencia.

Un «Ooooooh!» se me escapó y después unas lagrimillas de felicidad… allí solo estaba yo ni nadie ni nada más que yo y el «yo» sobraba.

«¿Y todo esto es mío?» Miré hacia el cielo y el tendido eléctrico me envió una descarga que recibí en la mano izquierda a la altura de la piedra de luna. Se puso a llover mientras me adentraba en lo que sería, sin lugar a dudas, un túnel del tiempo.

Continuará solo que pocos sabrán que es una continuación.

El secreto mejor guardado es el que está al alcance de cualquier mano y solo unos pocos lo aprecian. Asimismo ocurre con las personas tesoro.

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