La sangre de Satán: El fuego venenoso y creador corre por mis venas. Posesión infernal, la Baronesa Beltaine hija de Irlanda vive en mí.

Supe de ella por casualidad. Las cartas, escritas de su puño y letra, yacían en el desván de la casa de mis abuelos ahora habitada por mi hermano. En aquel altillo me reuní con algunas de las memorias felices de mi infancia. La bici roja con la que me agujereé la carne sobre el pulgar estaba en el mismo lugar donde mi abuelo la había aparcado treinta años atrás. De toda aquella infancia me queda una cicatriz en forma de L invertida apenas perceptible.

La Baronesa escribía como el ojete y en un inglés enranciado por los años. Por lo menos sabía escribir, cosa sorprendente para la época. Me extrañó que tales testimonios quedaran al abrigo de la curiosidad de los hombres. Yo, que solía remover morbosamente cielo y tierra, no dejaba títere con cabeza, le levantaba la falda a toda caja sospechosa de contener cualquier tesoro o maldición. Nunca antes había subido al desván, me daba miedo la oscuridad en todas sus acepciones quizás porque moraba en mí una tenebrosidad de la que traté de escapar hasta que ya no me fue posible obviarla, pues me alcanzó el corazón con su flecha envenenada y dejé de sentir. La única solución se presentaba como detestable: confrontarme y tener el coraje de arrancar la flecha y valorar la profundidad de la herida mirándola muy de cerca.

Llegando al umbral de los cuarenta decidí arremangarme y violar los secretos de esta familia, pues una voz me llamaba desde lo alto de aquel altillo. Destapé la caja del fondo, la más vieja, la más empolvada, la menos zarandeada y la más apetitosa. Mis manos temblaban de miedo y de emoción, el corazón me ardía y el fuego se expandía hacia las extremidades de mi cuerpo todavía congeladas por el susto bajo el cual había aprendido a vivir día tras día de forma perenne. Tenía muchas ganas de orinar, como siempre ocurre en los oleajes de intensidad emocional. No quise posponer el descubrimiento.

Enfoqué la linterna hacia el interior de la caja. La luz de las dos candelas que me acompañaban danzaba con unos pomposos aspavientos. No estaba sola, sentía la presencia de una sombra soplándome la nuca y las velas me lo confirmaban.

Apareció un manojo de cartas todas ellas firmadas por «The Baroness Beltaine». Beltaine hija de los bosques de Irlanda, mujer del viento, cazadora, sanadora, luchadora y futura vieja sabia que ocuparía el lugar de Aldewara tomando su nombre y su espíritu. Aquel era su sino, mas el camino se torció. Con su cabello largo y rojizo cautivó a un barón teutón que pasaba en dirección sur. Se vieron en el claro del bosque y la tomó frenéticamente o fue más bien al contrario. Los hombres no nos hacen suyas, los hacemos nuestros porque somos embrujo de luna. Su piel, suave y fina, sus labios de azafrán tan pulposos, su lengua tan ducha en los placeres de la carne subyugaron al Barón que no sabiendo renunciar a su lascivia, terminó cayendo indefectiblemente reo de su encanto. Beltaine, hechicera, sangre de brujas, nieta de los oráculos, descendiente de las Ninfas y de los Dioses, renunció a su divinidad por «amor».

Beltaine abandonó su salvaje Irlanda natal a punto de ser convertida en baronesa. La instalaron en una mansión, la del Barón, que en nada le correspondía y allí la mantuvieron cual jarón en exposición. La novedad la deslumbró, los agasajos le mimaron las orejas tan acostumbradas a la parquedad de la vida silvestre y se dejó mecer por la lisonja palaciega que, como bien indica la palabra, ciega.

A medida que el tiempo pasaba, los días se fueron tornando aburridos por el exceso de confort que allí reinaba. La primicia dejó de serlo, la novedad se acomodó en la costumbre y los altibajos se hicieron planicie planeada. No precisaba hacer esfuerzo alguno, todo le era concedido a pedir de boca y en bandeja de plata en menos de lo que catase un gallo galo, teutón o ibérico.

La última carta me conmocionó porque en ella hallé mis propias palabras, como si hubieran salido de mi pluma. Se me heló la sangre y definitivamente pensé que la Baronesa Beltaine habitaba en mí.

«Pido luz y claridad. Pido clarisentencia para desenterrar este inmundo sentir que me posee. Pido luz y claridad.

Sufrimiento, dolor y toxicidad. Si me tocas te mueres. Si estoy en tu vida te lleno de pesadillas porque soy veneno. Siento al diablo por dentro. Ira, rabia, fuego venidos de ninguna parte se despiertan.

Miedo, horror, pavor y más me llevan. No quiero tocarte, quiero gritar. Son las dos caras de una misma moneda, opuestas. Quiero, pero me tengo miedo. Decido huir lejos, normalmente sin despedirme. Aparece un vetusto yo que no es mío. No sé cómo soportarme. Me equivoqué de hogar, este no es mi sitio y me poseen las brujas del pasado por haberme vendido al lujo. Nací para ser del que no me poseyera, mi alma hizo un pacto que debo deshacer. En esta vida ya no puedo pues he contravenido el contrato que debía ser, así conjuro a mi hija para que ella cargue con el fardo de mi equivocación.

El viento ruge fuerte, el mar se desencadena, el sol escondido tras las nubes ha dejado de alumbrar, las sombras se hacen amas. ¿Amas? No, no sé, no sé amar. Una parte de mí vive en el odio, en la penumbra. Fui trabajadora de las sombras, ahora quiero serlo de la luz, mas qué complicado es renacer de las cenizas.

¡Quémadme de nuevo! Lo imploré, ahora sé que lo imploré porque era la única manera de purificación conocida. Me abrasé y no logré que me abrazaran y ahora que por fin me abrazan siento que con el apretón me abraso. ¿Qué es esta sensación?

Diría pasión, pero no lo es. Es cálida, es acogedora, es voluntariosa y ligera. No la merezco. Yo soy densidad, amargura, locura, esquizofrenia, disgregación, desmembramiento, escisión. ¿Cómo recomponer tantos fragmentos? Si te toco, te duelo porque soy enfermedad. Una plaga incontenible como lo fue mi propia abuela Aldeware.«

Al poco tiempo de aquella carta, Beltaine se quitó la vida dejando en el mundo al barón con su única hija y un nomeolvides grabado en su corazón.

6 comentarios en “La sangre de Satán: El fuego venenoso y creador corre por mis venas. Posesión infernal, la Baronesa Beltaine hija de Irlanda vive en mí.

    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      ¿qué es real y qué es inventado? Ahí está parte de la magia de la vida. A mí también, me chiflan los escritos de otras épocas porque al leerlos estás entrando en el corazón y la mente de la persona que los escribió.

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