Lo que más le gustó de él: Un tal Iván le enseñó la patita. Inventaron una nueva realidad e hicieron magia como quien hace el amor.

Amaneció antes que el día, presa de un nerviosismo familiar. Mientras el agua rompía a hervir, ahumó toda la casa con palo santo, le gustaba el olor dulce que la madera desprendía. Abrió ventanas y ventanucos permitiendo al helor matutino darle los buenos días. Mientras las bolsas de té infusionaban, hizo la cama con devoción, como cada mañana .

Eran las ocho y todavía faltaban más de dos horas aunque menos de tres para conocerle. Con el corazón desenfrenado, la cama hecha y la casa ventilada, no le quedó mucho más que esperar. Sorbió el té y encendió el fuego. Volvió a sentarse en el sofá y trató de enhebrar de nuevo el presente. No hubo manera, la mente era una montaña rusa de pasado, proyección futura y un fugaz e imperceptible presente.

Decidió meterse en la ducha. El contacto del agua con el cuerpo solía apaciguarla y limpiar las energías. Así ocurrió, mas el efecto duró tan solo algunos minutos. Repasó quinientas veces el vídeo que él le había mandado y a cada vistazo que le echaba, le iba gustando cada vez más. Su sonrisa, sí, de su sonrisa se escapaban rayos de bondad. Los ojos acompañaban la mueca y le confería una armonía al rostro.

La primera vez que se llamaron fue un choque cósmico para ella. Era el prototipo de chico que solía gustarle cuando ella se hallaba en su parte luminosa. El de las sombras era su opuesto, pero de las tinieblas ya no quería saber nada más, pues por fin había logrado salir de ellas.

El chico irradiaba una manera particular de articular las palabras y aquello también le gustó de él. Parecía ir a contrarreloj consigo mismo. Una risa aprendida se entremezclaba en su discurso, indicio de persona muy confluyente a la que no le gusta confrontar, por ello regaba con su risa una de cada cuatro frases. En el interlineado se leía un envolvente tono familiar que la hizo reparar en él en primera instancia. Se sintió bien y, sin darle mayor importancia, siguieron intercambiando un poco de todo.

Después de la ducha y de los quinientos repasos al vídeo quedaban menos de dos horas para el encuentro y con el ritmo cardíaco acelerado hizo lo mejor que se le pudo ocurrir: cerrar los ojos y aceptar su nerviosismo. Escuchó el latido del corazón sacudirle el cuerpo entero y detrás del órgano follonero sintió una pequeña punzada. ¿Qué era aquel dolor? Miedo, los nervios también lo era. ¿Miedo a qué? A no gustar, a no ser suficiente, a no estar a la altura, a…

En aquel momento se dio cuenta de las expectativas que ella misma se había creado de una forma inconsciente. «Espera bicha y no corras tanto, el tipo es guay, te mola, todo bien, pero te juraste y perjuraste que relaciones a distancia no, que no es lo que quieres y desde luego no es lo que necesitas, tú quieres realidad y no ficción así que baja de la nube, disfruta, pásalo bien, descubre y déjalo volar de nuevo porque tampoco sabes nada de él».

El corazón bajó de revoluciones y siguió diciéndose que ella no tenía que estar a la altura de nada ni de nadie, que ella era perfecta así y que este miedo no era suyo, sino de esa niña que una vez fue y que se quedó en un inacabado desarrollo. Se centró en el miedo, lo acogió, le hizo un hueco en vez de rechazarlo se dijo a sí misma «siente el miedo, es real y no pasa nada. Relaja el cuerpo y déjalo pasar. Siéntelo en todas tus fibras, dale cabida en ti, es la única manera de transitar este momento». Se calmó al fin y sus manos y pies se calentaron.

No oyó el vehículo estacionarse en la puerta y alguien llamó… no le dio tiempo a ponerse nerviosa de nuevo y corrió hacia la entrada.

-¿Quién es?

-Un tal Iván

-¿A qué has venido? ¿A ser o a estar?

-A las dos cosas

-A ver, enséñame la patita.

El tal Iván ofreció su mano a modo de prueba y ella la asió. Sintió una mano pequeña de piel suave cuyo tacto le agradó mucho. Finalmente, abrió la puerta de par en par desvelando el misterio y ambos se fundieron en un abrazo que duró el día entero.

Le gustó su respiración, el contacto con su calidez a pesar de una aprendida evitación que lo preservaba del exterior y que ella reconoció al instante, su olor tamibén era particular, un olor a limpio. Le gustó su presencia un tanto peculiar porque era fuerte y etérea a la vez, como si estuviese sin estar. Era una presencia liviana, pero majestuosa. Aquel chico parecía un santo. Lo inspeccionó queriendo encontrar las brechas y, a parte de los agujeros en el vientre a nivel de los tres primeros chakras, no sintió otro boquete. El chakra del corazón funcionaba, pero estaba desligado del resto del cuerpo. Su bloqueo era del orden de lo terrenal, le faltaban tierra y fuego.

Pasaron la mañana vagando por aquella tierra de nadie. Vieron castillos, princesas y dragones voladores. Buscaron pinturas con linternas, salvajes y extraterrestes. Inventaron futuros, olvidaron pasados, incluso identidades.

No fueron ellos y, en cambio, nunca estuvieron tan cerca de sus respectivas esencias. Imaginaron una nueva realidad e hicieron magia como quien hace el amor.

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