Cuando llueve y hace sol, las brujas se peinan: Así suena la canción mientras la historia se escribe sola.

Empezó a llover y sobre nuestras cabezas ningún rastro de nube dejaba presagiar semejante diluvio. Se dibujó un arcoiris en el cielo como una sonrisa invertida que nos indicaba que lo teníamos todo.

Bajo el aguacero, nos encaminamos hacia la cascada de donde emergía la vida. Se respiraba la tierra mojada, ese olor tan característico que nos gustaba sobremanera. El aire, todavía helado, me cortaba las mejillas que se iban arrebolando tras el filo del viento.

Mis historias no eran grandes, sino capítulos en fuga vertidos a diestro y siniestro. No pretendía ser nada del otro mundo ni tampoco de este. Ya no tenían sentido ni la lectura ni la escritura, pues provenían de una identidad prestada que ya no se correspondía con la actualidad. Había sido un préstamo temporal del Universo hasta que descubriera lo que había venido a hacer a este plano.

¿Por qué seguía plasmando en el blanco de estos lares anécdotas inventadas, vividas, soñadas? No lo sé, las palabras se me caían de la sesera, se deslizaban hasta los dedos y martilleaban el teclado sin orden en un concierto de repique de teclas

Mis pequeñas e insignificantes historias cotidianas, porque quizás, algún día fui escritora, pero eso ocurrió en otra vida y en otro mundo.

6 comentarios en “Cuando llueve y hace sol, las brujas se peinan: Así suena la canción mientras la historia se escribe sola.

  1. Avatar de cbholganza
    cbholganza dice:

    Such a wonderful discourse with nature! I hope and pray for such opportunities to be young again, to climb those mountains again, to watch nature’s magnificence. In my old age, you are my eyes now. Thank you for making me see our wonderful world through your eyes.

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  2. Avatar de BlogTrujaman
    BlogTrujaman dice:

    Quizás sigues siendo escritora, y eso implica seguir plasmando en el blanco de estos lares anécdotas inventadas, vividas, soñadas. Es tan fácil no pensar, sólo dejarse llevar, dejar que las palabras caigan de tu sesera, deslizándose hasta los dedos y martillando el teclado sin orden en un concierto de repique de teclas.

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