Posesión demoníaca en Grecia: Era un bloque de lava con cuernos enorme.

La cocina de mi amigo, escarbada en la roca, se hallaba en algún lugar de Grecia. Estábamos en la cuenca del Mediterráneo. Aquellas aguas que se divisaban eran las mismas que las que se veían desde mi casa. No sé qué hacíamos allí. Él, detrás de la barra americana, escuchaba mis historias y, como de costumbre, se mantenía callado. De la claraboya situada por encima de su cabeza, se desprendían unos rayos de luz que impregnaban la estancia y hacían sobresalir su aura celestial.

La pieza estaba pintada azul oscuro, claro, no recuerdo. Al mismo tiempo estábamos a pie de calle y la reja de la cocina, siempre abierta, daba sobre una avenida peatonal al borde del mar. No tiene sentido que la misma cocina también estuviera suspendida de un acantilado.

Por la noche nos sentamos en su comedor para cenar. La estancia era oscura. Tan solo podía verse la mesa rectangular para doce comensales de madera recia y vieja. Él presidía la cena y yo, a su lado izquierdo, estaba de espaldas a la puerta.

Se levantó bajo el pretexto de ir a buscar algo. Entonces fui presa de «la cosa». No había tenido indicio alguno de que «eso» existiera y estuviera presente. Sentí su odio en mí. Me convertí en demonio por unos instantes hasta que me di cuenta de que aquellas emociones tan lacerantes para el alma no eran mías.
Grité: «No eres bienvenido en mi cuerpo. No tienes permiso para entrar.»

Mi voz sonó metálica, densa, ahogada. Sabía que el demonio era un bloque de lava en ebullición que me estaba quemando las entrañas. Repetí con más firmeza: «No tienes permiso para estar dentro de mí. Sal ahora mismo. Fuera, fuera FUERAAAAA. No tienes permiso, no tienes permiso, no tienes permiso».
En algún momento mi amigo había entrado en el salón y sin mueca alguna estaba presenciando la escena de la posesión. Con su mirada impertérrita agazapada detrás de los cristales de sus gafas que le aislaban del mundo.

La escena volvió a la cocina. Entró una turista y, como Pedro por su casa, fue hasta detrás de la barra y se sirvió un vaso de agua sin pedir permiso. Mi cuerpo, que había echado a un demonio, se enfrentó tranquilamente a la turista sin límites.
«Disculpe, esta no es su casa, fuera de aquí inmediatamente».

La señora se esfumó y yo había comprendido que un «no» es un «no» y debe ser respetado. Algo tan obvio y a la vez tan extraño.

5 comentarios en “Posesión demoníaca en Grecia: Era un bloque de lava con cuernos enorme.

  1. Avatar de beauseant
    beauseant dice:

    Yo tuve una posesión de esas en Grecia, pero culpé a la dichosa salsa que ponen en todas las ensaladas.. supongo que hay demonios en todas partes, y en todas las salsas… habrá que tener cuidado.

    El demonio parece que tiene más claro lo que es una negativa que el turista promedio, mejor no sacar conclusiones.

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