La sanación cuántica a través de la luz: Pedir asistencia divina. Luz verde, luz azul, canal energético, canalización.

Llegó con dolor de testículo. Desde hacía más de cuatro meses le molestaba el izquierdo y los médicos solo le habían diagnosticado un varicocele. Le pregunté qué le había pasado en su vida emocional recientemente. Me dijo que nada en particular, que había cortado con su última pareja hacía un año y medio y que aquello que le ocurría no estaba ligado a nada.

«Eso es lo que tú piensas» espeté y se dibujó una sonrisa en mi cara. Aquel chico estaba claramente somatizando la ruptura a pesar de haber mediado tanto tiempo. Los signos de tierra tardan más en bajar al cuerpo la información. Al año de romper conmigo casi se queda paralítico y aquel episodio de dolor testicular no era más que otra manifestación emocional reprimida.

«Vamos a hacer un ritual, ¿Quieres?» le propuse más rápido de lo que pude pensar. Sin saber qué cojones me iba a inventar, pedí su autorización para ganar tiempo. Me dio su consentimiento y su permiso para que le metiera mano a su campo áurico. Se tumbó en el sofá y pasé las manos por encima de su cuerpo. Hice un barrido general y no noté nada, sin embargo no perdí la fe, confío en mi capacidad de improvisar especialmente cuando no hay expectativas de ningún tipo.

Me concentré en mí y me induje un estado meditativo, pedí ser un canal energético a través del cual sus guías y maestros realizaran la sanación, conecté con el amor incondicional y me alineé con el chakra corazón.

«Yo solo soy un canal a través el cual ellos, Dios, el universo, los seres de luz, las altas frecuencias se manifiestan, yo soy un canal, yo soy él.» Visualicé una esfera de luz de la cual empezaba a surgir una llama verde que pronto invadió mi cuerpo y, por extensión el suyo. Pedí a los ángeles y a los arcángeles que guiaran la sanación porque yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.

Posé mis dedos sobre su tercer ojo y continué pidiendo luz. Esperé rezando. Sentí un calor azulado. Ah! Ahí estaba la energía del arcangel Miguel. Había mucha luz asistiéndonos. Empecé a confiar porque la fe estaba ya presente como telón de fondo.

Le comuniqué que estábamos siendo ayudados por las altas esferas. Entonces desplacé mis manos hasta su chakra corazón. No lo rocé, ni en ningún momento lo toqué y un maremágnum de emociones me invadió. Frustración, impotencia, no merecimiento, una tristeza inconmensurable y un dolor que anidaba bajo la coraza del ego. De mis ojos brotaron lágrimas y mi voz habló por mí. «Eres perfecto, eres suficiente, tú eres tu propio padre y tu propia validación, solo necesitas ser tú. El amor que esperas es tu propio amor. No esperes recibir de fuera lo que tú puedes darte. Siento mucho dolor de ser. Recuerda que eres lo que eres y eso es perfecto y suficiente.»

Seguí llorando y desplacé mis manos hacia sus testículos, el chakra raíz y el sacral. Entonces empecé a eructar como si no hubiera un mañana. Me entraron arcadas y la devolución energética fue tan potente que apenas podía respirar. Recé, imaginé que esa luz verde entraba en su cuerpo y se convertía en llama que arrasaba todas sus células y quemaba toda la oscuridad. Seguí expeliendo gases maléficos por la boca hasta que se calmó la marea y los eructos se fueron distanciando los unos de los otros. No dejé de producir gases pero por lo menos mediaba más tiempo entre los unos y los otros.

Di por terminada la sesión cuando el movimiento hubo prácticamente cesado.

«Ya está» le dije.
«¿Estás bien? Parecía que ibas a vomitar»
«Sí, creo que sí. Tengo que terminar de sacar todo, pero estaré bien.»

Le avisé de que lo suyo era un proceso emocional que debía llevarse a cabo y, sobre todo, que el cuerpo lo estaba avisando de que necesitaba revisar su modo de vida. La sanación solo era un alivio temporal y volvería el dolor en la medida en que él no hiciera un trabajo emocional hacia adentro.

Lo abracé con un amor desinteresado. Fue precioso conectar con la fuerza del corazón desde el desinterés más absoluto. No esperaba nada, ni siquiera que funcionase.

Él se levantó y caminó como si ese dolor nunca hubiera existido.

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