La madre de todas las creencias inconscientes y limitantes: «No merezco ser amada» y a partir de aquí se pierde el respeto por uno mismo tolerando lo inadmisible.

El ejercicio era un simple vichara, una indagación en uno mismo. Se trataba de cerrar los ojos y conectar con todas las creencias que tuviéramos sobre el amor. Debíamos ponernos en parejas y mientras uno estaba tumbado creando una lluvia de ideas sobre el amor, el otro tenía que tomar nota de lo que iba surgiendo. Posteriormente se intercambiaban los roles y la lluvia bien se hubiera podido transformar en cascada.

Yo no alcancé a levantarme del suelo. No logré ni siquiera ponerme en pie porque de forma súbita me partió la cabeza un rayo de luz y oscuridad al mismo tiempo. Una jarra de agua helada me bloqueó la respiración. Se me rompió el alma y mis cuarenta años quedaron condensados en una simple frase, la madre de todas las frases que engranaba el mecanismo del «yo».

Casi de forma inmediata como una canalización repentina cayó la losa: «No merezco amor» y del mismo hilo fueron apareciendo mis propias creencias. No me hizo falta un vichara ni nadie que me escuchara divagar. Tenía un furúnculo en el alma que estaba a punto de caramelo y explotó sin apenas azuzarle presión. Lo difícil fue parar la hemorragia del lagrimal.

«Estoy rota y no merezco que nadie me quiera.»
«No sé amar y por ende no merezco que nadie me ame.»
«Soy mala, en el fondo soy mala, egoísta, una bruja enferma de alma tenebrosa que no sabe querer y debe ser castigada, humillada públicamente, arrastrada delante de todos.»
«Soy vulgar, una cualquiera, una humana con impulsos bajos, sin dignidad.»

«No soy digna de amor.»
«Si alguien me expresa algo que suena como amor, seguro que es interés, seguro que algo de mí quiere porque ¿Quién me va a querer a mí?»

«¿Quién me va a querer a mí?»
«La gente se me acerca por interés porque mi valor es una imagen, es una fachada irreal, una fortaleza que no tengo»

«Soy un fraude»
«La gente se me acerca porque sé muchas cosas y seguro que necesitan una respuesta pero lo que no saben es que me lo invento todo.»

«Soy una mentirosa»
«Soy mala y no merezco más que mierda»

«¿Quién coño me iba a querer a mí más que aquellos que estaban peor que yo?» Los despojos para los perros hambrientos. Me quedé petrificada y solo podía llorar y llorar. Por fin conecté con el dolor más doloroso y me daba igual de dónde viniera. Era la pieza del puzle que todo lo unía. Absolutamente todo, incluso el «no soy suficiente» encajaba en su lugar. Desfilaron ante mis ojos las escenas más vívidas y tóxicas que yo permití sostenidas desde esa autoestima de mierda.

La desesperación por ser amada y vista. Desde buscar la atención por todos los medios hasta cualquier muestra de cariño. Nada de lo que pude hacer fue real porque salía de la herida. Siempre tuve la sensación de que algo no era genuino. Yo no era genuina, estaba buscando amor y por lo tanto nada de lo que pudiera construir era real. Ni siquiera sabía lo que buscaba. Ni siquiera era consciente de mis necesidades, de lo que realmente era vital para mí.
¿Cuántas veces en busca de cariño, de un abrazo, de una caricia me bajé las bragas hallando, naturalmente, más soledad y abandono?
¿Cúando y dónde aprendí que para ser tocada en el alma tenía que desnudarme de cuerpo? No lo sé.

¿Cómo iba a ser vista si ni yo misma podía verme? Soy solo una niña indefensa que quiere que la quieran y la abracen.

Un profundo lamento, un pesar doloroso, tan doloroso que se hace insoportable cuando se conecta con el presente. Supongo que no hay que hacer nada con todo esto, tan solo abrazarse a uno mismo, tan solo respirar la liberación de finalmente ver desde dónde he reaccionado desde que tengo uso de razón.

No siento culpa solo una compasión inenarrable por aquella niña que aprendió a funcionar desde la ignorancia de sí misma. Lo que hay es una evisceración que ahora mismo llega hasta la garganta. Se me salen las tripas, tengo ganas de vomitar y un indescriptible encogimiento del corazón.

Será cuestión de ir remendando los desaguisados con presencia propia, con dulzura, con ingentes cantidades de ternura. Mucho cuidado, mucho amor, todo el que pedí fuera y que debía provenir desde dentro, pero ¿Cómo saberlo antes si todo el mundo parece clamar y reclamar independencia y suficiencia?

Está bien así… dejar huella de este pesar es como dejar miguitas de pan para los que vengan.
Para quien pueda ser útil, dejo mi testimonio sobre cómo llegué a odiarme a mí misma.

Casualmente hoy, precisamente hoy, se cumplen nueve años de este blog y siete de la muerte de mi abuela materna. Casualmente…