Jamás pensé que se pudiera llorar tanto y seguir en pie. Me daba mucho miedo que pasara lo que ha pasado y no lograra sostener las aguas. Me he dado cuenta de que toda mi vida he estado negando esta capacidad de sentir a niveles estratosféricos porque se me ha tildado de exagerada, claro.
También me he dado cuenta de que, al igual que me ocurría con la rabia, la tristeza de los demás se me pega, seguramente porque hay un inmenso pozo de dolor dentro de mí. Lo semejante atrae lo semejante. Así que ahora, para mi sorpresa, la rabia ya no se me engancha. Estoy transitando por la tristeza y perdiéndole el miedo. Ayer noté, con cierto asombro, que la rabia ya no se me pega. Ya no vivo desde los dos primeros chakras. Se han desatascado el plexo y el corazón.
Siento que no tengo límites entre lo mío y lo de los demás e, igual que hice con la ira, transitar la tristeza será un recorrido similar. Poner conciencia entre lo que es mío y lo que no lo es. Al tener práctica ya, será menos complicado.
Esta vulnerabilidad es una bendición, una parte muy hermosa y bella de mí a la que había relegado a la sombra por dejarme desprotegida ante el mundo. Es todo lo contrario, la aceptación de la vulnerabilidad es mi mayor fortaleza. Quiero aprender a vivir desde aquí aunque sea doloroso. Cada vez lo será menos, ahora el péndulo ha pasado de la masculinidad más acérrima a la feminidad más vulnerable y está bien así. Me he permitido no trabajar esta mañana porque quería quedarme un poco más en este estado de tranquilidad. Ya habrá tiempo para trabajar.
Me he dado cuenta de que toda mi vida he intentado aplicar el precepto budista “cero por ciento de sufrimiento” habiendo asimilado el dolor al sufrimiento. No son lo mismo. El dolor es necesario, el sufrimiento es el apego al dolor. Negando el sufrimiento, he negado el dolor por pura analogía y, por lo tanto, he negado el placer. «Cuanto más dolor te permitas, más placer te darás». De nuevo, los extremos parecen converger.
He estado muy desconectada de las señales del cuerpo, de los bloqueos energéticos que ahora parecen querer salir todos al mismo tiempo. Me toca sostener esto y para mí está bien. No quiero evitar mirar dentro y ahora me toca pasar por aquí. Me siento valiente porque, a pesar del miedo, quiero transmutar también esto. La sensación es hermosa, hoy la vida parece diferente, el sol es más brillante, el futuro se dibuja incierto y me gusta poder confiar en que todo será perfecto porque así lo ha sido. No hay casualidades. Nada es casual, cada día la vida me lo muestra y demuestra. Todo sirve a un bien mayor.
Desde el inicio, hay personas que te hacen de puntos de anclaje y que te prestan su compasión hasta que puedas encontrar la tuya.
También me he dado cuenta de que para mí, esto no ha sido un taller de sexualidad sino de amor. Siento que me he movido desde el instinto y desde la mente y que son energías que tengo muy integradas y reconocidas. Dirección, determinación, límites físicos. Todo eso es mío y me muevo desde ahí. Para mí, lo que ha sido revelador es abrirme a otro tipo de energía mucho más dulce y dejar que salga todo lo que tenga que salir y que entre todo lo que tiene que entrar, también el amor y la abundancia. Todo está a nuestro alrededor, todo es y está aquí y ahora, lo único que nos separa del todo son nuestros bloqueos fruto de nuestras creencias. Cada vez más integrada esta información y cada vez voy observando cómo va mutando mi realidad. Me parece un milagro.
Finalmente, me he dado cuenta de algo súper importante, por si lo anterior no fuera suficiente.
Desde pequeña he imaginado que la unión entre dos cuerpos tenía que darse desde el alma. Hace años, no tenía palabras ni conocimiento para expresarlo, ahora sí. La sexualidad consciente o tantra es lo que siempre he sentido que tenía que ser y, por pornográfico que parezca, he traicionado la pureza de la conexión con prácticas vacías precisamente buscando la conexión. No sé si me explico, yo lo entiendo. Es muy retorcido pero es tal cual. Buscando la conexión, me he separado de la conexión. Es doloroso verlo y, aún así, menos mal que lo he visto ahora, todavía me quedan mínimo 40 años de vida para vivirla desde aquí.