Va siendo hora de que las mujeres recuperemos nuestro poder real y nos anclemos en nuestro femenino. No se trata de enaltecer los egos, sino de comprender que llevamos en nosotras un portal dador de vida, que nuestra energía es la que complementa y coopera, no lucha ni agrede.
Es momento de honrar nuestro templo sagrado, el cuerpo que se nos ha dado, capaz de crear el milagro de la existencia.
Ser conscientes de lo que somos, del poder que tenemos, de nuestra divina presencia, de nuestra paz es una forma de reconocimiento y de respeto por los talentos que nos han sido otorgados.
Estoy cansada de jugar a ser el hombre, a darme valor a través de la competición, del hacer, del poseer, del sostener. Tengo en mí esa capacidad, claro que sí, pero elijo vivir desde la vulnerabilidad, la dulzura, la intuición, la creatividad venerando cada uno de los dones que personifico.
Este es mi templo y estas son sus reglas:
- No persigo, atraigo.
→Si el masculino no ofrece seguridad, no estoy disponible.
- La consistencia importa más que el encanto y las palabras bonitas. Cualquiera tiene el poder de impresionar, pero las palabras vacías se las lleva el viento.
→Solo un masculino sólido y consistente podrá sostener a un femenino exuberante.
- Mi tiempo no se gana a través de la atención, sino de la intención. La atención sin intención no implica interés.
→Los mensajes random no significan esfuerzo ni interés más allá de uno mismo.
- Si tengo que cuestionar o dudo de la energía que se le pone al vínculo, ya tengo la respuesta.
→La femenina no desencripta, ni interpreta ni descodifica, sencillamente pierde el interés y se aleja.
- No discuto, no pido explicaciones ni claridad, tan solo observo.
→Las palabras son ruido, las acciones son realidades.
- Mi suavidad y dulzura no son debilidad ni invitan siquiera a la confusión.
→ Lo femenino recibe, no ruega.
- Nunca compito por la atención masculina.
→ Soy la que elige. No la elegida.
- Si desaparece, no pregunto por qué, simplemente cierro la puerta.
→ Las desapariciones tienen salidas silenciosas.
- No recompenso el poco esfuerzo con mucha emoción.
→ No hay intercambio de energía por migajas.
- Solo interactúo con la energía masculina que me hace sentir segura.
→ Si me siento ansiosa, camino, no me cuestiono a mí misma.
- No explico mis estándares. Los personifico.
→ Si no lo entiendes, es que no tenías que entenderlo.
- Requiero disponibilidad emocional, no intensidad.
→ La química rápida no es lo mismo que la estabilidad a largo plazo.
- Las señales contradictorias son una decisión, no una confusión.
→ Y siempre me facilitan la mía.
- No persigo el “potencial”, me alineo con la realidad y observo lo que hay (no lo que debería haber)
→ La fantasía nunca me dio nada real.
- Si siento que no soy una prioridad (no LA prioridad pero sí alguien a tener en cuenta), me aparto sin drama.
→ En silencio. Suavemente.
- No explico mis límites, los marco claramente.
→ Si los sobrepasas, ciao.
- Mi energía femenina es un privilegio, no un juego emocional para darle vidilla a tu ego.
→ El acceso a ella se gana, no se da por sentado.
- Me mantengo firme incluso cuando me ponen a prueba.
→ La reactividad no es necesaria para el respeto, al contrario. Respiro y encuentro mi centro. Me doy cuenta de si estoy cediendo mi poder o lo mantengo anclado en mí.
- No le pido claridad a un hombre que se beneficia de mi confusión.
→ Simplemente elijo y priorizo mi paz.
- Si me siento agotada, se terminó.
→ No me esfuerzo más. Me esfuerzo menos y me alejo más rápido.