-¡Hola! Vengo a ver si se puede refinanciar el último pago del crédito. No llego a final de mes.

-¿De qué servicio señorita?

-Sí… el que ofrecen ustedes del «año traumático».

-¡Ah!, este… sí. Dígame, ¿Cuándo lo contrató?

– Pues, déjeme que piense… sería a finales del 2021. Sí, seguro, fue a finales del 2021 para poder disfrutarlo en su totalidad en el 2022. Además, era una oferta especial que estaban ustedes haciendo porque el paquete incluía tratamiento psicológico y todo. Me dije que era una ganga y cogí el de cobertura total con la garantía y un seguro de devolución que no hizo falta porque mire usted que hice de todo. Incluso me asignaron un compañero… que ni se lo imagina usted.

– Guapo ¿no?

– ¡De ensueño! Nunca había visto un hombre así, que claro, el desapego luego cuesta. Hasta una se cree enamorada, fíjese qué cosas, todavía lo sufro ¿Para qué le voy a mentir? Hay incluso días en los que se duda de haber estado de vacaciones. Me da hasta por llorar y echarlo de menos. Qué estupidez por mi parte, ¿verdad? Sobre todo cuando durante todo un año te están avisando «todo es temporal, nada es para siempre» y ¡Yo haciendo planes de futuro!. Hay días en los que el dolor es tan profundo que se te traga desde dentro, una maravilla para los sentidos. Muy bien, la verdad es que muy bien todo.

– Sí, nuestras oficinas disponen de un material didáctico que no es porque lo diga yo pero… es de lo mejorcito del mercado. Quien no sufre es porque no quiere. Son capaces de subirte al séptimo cielo y hacerte vivir en el infierno.

– Si no lo ha vivido querida, ni se lo imagina, se lo recomiendo a todo el mundo. Llevaba una época agobiada con la ataraxia, qué coñazo eso de estar a gusto con uno mismo, la tranquilidad del alma y esas cosas tan de moda ahora. Y me decidí, había estado trabajando duro para pagar el piso, el coche, el gimnasio, ya sabe, esas cosas tan terrenales y materiales que hay que hacer una vez en la vida para sentirse realizado. Y me llamaron los del banco, como quien no quiere la cosa, ofreciéndome esta ganga a un precio irrisorio. El último «año traumático» que me tomé fue en…¡uy! Pues no fue hace tanto, 2020. Pero fue una experiencia insignificante, nada, nimiedades, calderilla para los sentidos. Este sí que lo he disfrutado de verdad. Me fui a vivir a una isla, estuve sin electricidad, sin gas y sin agua todo en nombre del Amor. Pero no el amor de pacotilla, no, una realmente lo hace convencida de que está ahí en alma con su amado. Después uno aprecia mucho más lo que tiene, no sabe usted qué alegría darle al grifo y que saliera agua. Me casi desalojaron de dos lugares, uf, un subidón de adrenalina. ¡Y yo con la casa pagada! Me fui de gira, cada día despertar en un sitio diferente, una maravilla. Eso de que a los 40 ya no te pasan cosas de estas… Me fui a vivir a Mordor, literalmente. Nada había. Me pude poner en las pieles de una esquizofrénica, con acusación y todo. Pasé de la ira a la alegría cual bipolar. Se me acusó de estar loca y pasé por varias rupturas y reenganches seguidos, como una comedia de esas románticas de telecinco. Y no contraté el servicio premium de psicodélicos porque no soy tan aventurera, pero te lo ofrecen entre medio del viaje, por si quieres la experiencia completita.

-Suena fantásticamente bien, mujer. ¡Vaya vacaciones que se ha pegado usted!

-La verdad es que sí, definitivamente lo recomiendo. Y ahora… ¡Uy! ahora queda lo mejor de todo que son las sesiones de terapia en las que se procesa el año para que se integre de forma definitiva. Gozada absoluta. Y es por lo que estoy aquí señorita. Así que si podemos hacer lo de la financiación de la deuda, me iría fanáticamente bien.

-Sí, claro, para eso estamos. A ver… necesito el nombre.

-África, es que nací con retraso evolutivo y raquitismo cerebral.

-¡Uy! ¡Qué exótico! ¿Y los apellidos?

-López Díaz.