Susanita y su ratón estaban ya acostados. A punto de apagarse la luz, Susanita todavía apelaba a la conmiseración de su madre a base de todo tipo de triquiñuelas aprendidas. No funcionó ninguna.
– Mamá, por favor, tengo miedo. Hay dos señores en el armario.
– En el armario no hay nada Susana, deja de decir sandeces y a dormir.
– Mamá, te lo juro, no me dejes aquí, no quiero.
Mamá relinchó sacando dos vaharadas de aire hirviendo por las narices. Susana sabía que no era momento de implorar clemencia. Se fundieron las luces en la oscuridad y el aliento agitado de Susanita tomó velocidad. En el armario algo se movía. La respiración de Susanita se heló y abrazó a su ratón con tal presión que se le salieron los ojos de las órbitas.
Se abrió la puerta del armario y cuatro luces rojas la enfocaron. El silencio gritaba su nombre.
Ssssssssssssussssssssssanaaaaaaaaaaa
Ssssssssssssussssssssssanaaaaaaaaaaa
De repente se encendieron unas luces que provenían de ninguna parte y aparecieron dos figuras vaporosas como el humo y negras como el tizón. Parecían danzar alegremente al son de una música inexistente. Una de ellas lanzó un grito articulado que nadie más que la niña oyó:
– ¡Susanita! ¿Te puedo llamar Susi?
Con los ojos como platos, Susanita asintió con la boca abierta y seca.
– Me llamo Jodi, quizás todavía no me hayas conocido, pero en la historia de tu vida existiré como la protagonista de «jodiendo al prójimo». Y este de aquí es Nico, mi hermano. ¡Saluda a la niña, coño!
Nico, hizo el ademán de saludar, pero lo que asemejaba su extremidad superior se quedó suspendida en el aire a medio camino entre el cielo y la tierra. Jodi prosiguió con su incomprensible cháchara.
– Somos dos cabrones de campeonato y, si hablamos de responsabilidad afectiva para con los demás, somos la falta absoluta de la misma. Ya, ya, ya sé. Te estarás preguntando que ¿Cómo se puede vivir así?, que ¿cómo no nos da vergüenza?, que ¡Qué basura espectral! Estamos acostumbrados a que se ofendan fácilmente así que uno se vuelve inmune a la deficiencia mental de los demás. No es arrogancia, esto sí que es responsabilidad afectiva. Es ser un cabrón y no daros pescados, aprended a pescar y a pecar sin sentiros culpables porque aquí no ofende el que quiere, sino el que puede. Que cada uno se limpie el culo solo.
Susanita no comprendía mucho, tan solo las palabras sueltas de un discurso inconexo, pero se sintió con fuerzas para defenderse y espetó orgullosamente:
-¡Señora, yo me sé limpiar el culo solita ya!
– Muy bien Susi, pero no es suficiente. Verás… estos menesteres vitales se desarrollan en una jungla o eso te dirán. En realidad no lo es. Esto es y punto. ¿Que no debería ser así? Las cartas de reclamación al creador que junto a papá noel están desbordados. A nosotros nos parieron para que los humanos aprendierais a no obligar a los otros humanos a caminar sobre huevos. En cambio, mira cómo son las cosas que en vez de forjaros en hierro nos habéis silenciado para proteger a los demás de nuestras pérfidas inclinaciones. ¡Protejamos a los débiles porque no tienen la culpa de serlo! La piedad, la caridad, el buenismo y toda esta sarta de imbecilidades que os habéis inventado para justificar la negación de la maldad propia que en vosotros anida. ¿Vas apuntando lo que digo niña?
-Sí señora… la maldad como la del demonio, ¿verdad?
– Mira niña, a nosotros nos gusta el vicio, mucho, y a vosotros también por eso lo habéis negado con figuras ancestrales «el bien» «El mal» ¡Por Dios! ¡Por Satanás! ¿Dónde irás a parar, jodida niña buena? Estarás jodiendo al prójimo porque no te enseñarán que dentro de ti está Lucifer.
-¿Yo soy el demonio señora?
-Tú eres un potencial. Eres Dios y eres Satanás, eres ambos, como todo el mundo. Podrás elegir en tanto en cuanto lo tengas presente en el futuro.
-Presente en el futuro, sí señora. Pero a mí me gusta reírme y jugar con mis muñecas. ¿Podré seguir peinándolas?
– Podrás siempre y cuando recuerdes que los seres de luz nunca son seres de luz paridos por obra y gracia del Espíritu Santo. Los seres de luz, aquellos que te ayudarán, serán seres de las tinieblas, aquellos que estuvieron en las sombras, que las vivieron, que olieron la podredumbre, la pobre herrumbre, al impostor, que se disfrazaron de él desde la inconsciencia, que vieron el inmenso vacío en su interior, el que succiona, el que atrae, el que pide, implora y exige. Son estos seres los que te acercarán a tu verdadera naturaleza. Seremos nosotros, el vicio, el mal, los villanos. Nosotros te salvaremos de los buenos, de los justos, de la intolerancia de los tolerantes. De los que parecen buenos. Cuanta más luz, menos sombra. Desconfía de aquellos que se acercan a ti con una gran sonrisa y llenos de buenas voluntades, desconfía Susi, pero no te escondas ni huyas. Estarán ahí para que los reconozcas y aprendas a pescar. NO huyas.
Recuerda que llevas a una impostora dentro, que te atraerán los impostores porque en ellos te verás a ti. No huyas de ti. Estarás vacía, y serás lo que otros quieren que seas. Busca el camino hacia tus entrañas. No huyas…
El vapor se deshizo y Susanita se quedó en la oscuridad, con las manos ensangrentadas. El ratón chiquitín estaba muerto y ella respiraba tranquila.