«Donde hubo fuego, siempre quedarán rescoldos»
– El Refranero-
A veces, me sorprendo soñándote despierta. Todavía, sí, todavía. Las personas no vienen y van, a las que les abres el corazón es porque quieres que se queden aunque el miedo apriete los dientes.
Con asiduidad, últimamente demasiada, la vida me sorprende con alguna incursión agradable, amigas, amigos, familiares, yo misma, pero de fondo siempre suenan tus melodías bajo los versos que se retorcieron cuando te fuiste. Quiero no recordar tu humor, ese humor tan tuyo que me hizo explotar de la risa hasta el ahogo. Nadie provocó en mí tal efecto y ahí fue cuando se enmarañaron los cables.¿Te importaría desenredarlos?
Me separan de ti semanas, meses, quizás años y tan pocos kilómetros. Ojalá me hubieses pedido que me quedara cuando tocó. No se trataba de arrastrate, sino de hacerme comprender que realmente sentías de verdad. Un «perdón», un «lo siento» o bien un «siento que».
Agua, fluir, transparecia, dejarme elegir si quería morirme contigo, si quería sufrirte o amarte hasta el final de nosotros. Solo tenías que respetar mi elección y ser honesto con la tuya. No hubiese pasado nada porque nunca pasa. Ahora tampoco a pesar de los pesares. Nadie murió de pena, sí en cambio se mató. No obstante, cuando el drama estalla por un amor no consumado ni consumido, se rompe el curso del río que no ríe bajo tu flujo.
No es que no supiera estar sola, sino que prefería estar contigo, en lo bueno y en lo malo. Es que en ti hallé cobijo, diversión, ternura, aceptación y florecieron mis ganas de ser mejor persona.
Me dirigí a tu casa por tu cumpleaños. Me quedé pensativa esperando una señal del cielo, «¿lo llamo o no lo llamo? ¿Lo felicito o no lo felicito? ¿Para qué lo voy a felicitar si sólo somos recuerdos y estamos relocos? ¿Parecemos locos los más cuerdos? ¿Quieres desayunar conmigo en tu cumpleaños? Me haría tanta ilusión verte, olerte, tocarte al fin. Si ya no hay nada…¿qué mal puede hacer?»
Yo sí que deseaba estarte, sin pretensiones. Hablarte, mirarte, sonreírte y reírme de las chiquilladas, ¡Benditas ellas!. Dejar que las hadas bailaran para nosotros, que la sinfonía se quedara afónica, que la cacofonía del reverso fuera la melodía del anverso, lo menor transformado en mayor. Pequeñas gestas, grandes giros.
Ven a bailar conmigo.
Así es, no se muere de pena (ni de alegría), no se muere de amor… pero algo muere, ya lo creo, la capacidad de creer, de confiar. Cada golpe en la armadura nos hace un poco más feos y huraños… Vivir, lo llaman.
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Se muere de aburrimiento. En serio, has visto? Los que se mueren es porque no encuentran razones para seguir viviendo y, a veces, no me extraña. Cuesta la vida, y nunca mejor dicho, seguir levantándose por la mañana cada jodido día. La vida puede ser maravillosa y un puto calvario, todo depende de nuestra mente. La verdad es que hay días en que somos el artista del alambre, equilibristas tratando de no caer, haciendo lo posible por poner un pie tras otro. Es… Lo más sencillo y complicado a la vez. Gracias por tu visita artista!
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