«La verdadera profesión de un ser humano es encontrar su camino hacia sí mismo»
-Herman Hesse-
No sé por dónde empezar porque los acontecimientos de los últimos dos meses que en realidad empezaron hace seis parecen encapricharse con mandarme señales sobre la dirección de mi tránsito por esta vida.
Siento una dicha inenarrable al pensar en el florecimiento que estoy viviendo desde hace un par de años. Parece que el capullo está en pleno apogeo y en última fase de eclosión. Cada día es una valiosa lección que trato de integrar desde la vivencia y ya no desde la mente.
¿Mis mayores maestros?
Dos amigas con las que siento una conexión celestial, pura emoción. Me están enseñando a contactar con un sentimentalismo negado y enterrado hace años. Un sentimentalismo negado es una bomba de relojería a muchos niveles, empezando por el plano físico con una multitud de ardides utilizados por el cuerpo para que le prestemos atención: la psicosomatización impresiona. Ellas, mis dos compañeras, nutren mis necesidades de vinculación profunda, de seguridad y de fidelidad. Son lo que siempre proyecté con demasiado fervor (y por lo tanto errando el tiro) en mis parejas. Hoy me sostienen estas dos preciosidades que representan también dos pilares fundamentales de mi vida.
Gracias a ambas, mis expectativas hacia la búsqueda o el encuentro de esa pareja que haga a la vez de amigo, de amante, de vínculo fuerte, de protector, etc, han disminuido significativamente. Mi instinto sexual se ha equilibrado con el cultivo de ese instinto social completamente ciego. La conservación viene al rescate, pues desde hace algún tiempo me he olvidado de mi salud. Paradójicamente, cuando la atención se dispersa y no se focaliza tanto en el instinto dominante (contrafóbico) la presión que me inflijo disminuye. Los esfuerzos por convencer y perseguir se disipan porque la necesidad no apremia ni ahoga.
Así, se cruzó él conmigo, aunque demasiado pronto. Todavía me quedaba el batacazo final, la estacada directa al corazón y la que me hizo darme cuenta de la profundidad de la primera herida, la que originó todos mis problemas y que se fue cubriendo, capa tras capa, de tierra fértil. Llegué al tuétano y dolió, joder si dolió.
Le expuse lo que necesitaba. Lo mismo que con ellas, con él porque esas son mis necesidades en cuanto a ser humano que soy. Mi comportamiento neurótico sigue siendo el mismo en todos los terrenos, esto es: necesidad de transparencia, lealtad, fidelidad, amistad, profundidad. No puedo, ni deseo, cambiar mis valores fundamentales porque estos son los factores a los que más importancia otorgo y a partir de los cuales tiene sentido construir. Cada uno sostiene los propios.
Desde este nuevo punto de luz quise saber si lo que nos unió un día fue real o inventado.
Fue una fantasía con base en la realidad y lo que descubrí supera con creces la ficción. La realidad es mejor que el mundo que creamos en el éter, mucho mejor.
Nos juntó lo que hoy sigue vigente porque nos gobierna la imaginación, pero lo que se cayó fueron las caretas que enmascaraban el ego. El ego ahora disfraza la esencia. Se tratará de paso a paso, con la mayor de las dulzuras, la delicadeza más sutil y la minucia más cuidadosa de ir desnudando los personajes que creemos ser, quitándonos etiquetas, olvidando lo que fuimos o somos, porque somos el todo y fluimos como el agua.
Objetivo: ser esencia con los que me acompañen, ellas, él, nosotros.
Caer (sea o no en el amor, como canta el señor Bowie) es necesario para levantarse y comprender que la luz siempre está ahí, ignorando pero acompañando, señalando pero no imponiendo, acariciando que no empujando.
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Para comprender que la luz está ahí hace falta verla de vez en cuando o bien altas dosis de confianza. Esa confianza solo puede venir de haberla sentido en momentos. Destellos que nos iluminan y nos dan un respiro en los momentos más oscuros.
No siempre se encuentra esa confianza ciega.
No se puede ignorar pero acompañar Joiel. O una cosa o la otra.
Señalar sin imponer, sí.
Acariciar sin empujar también.
Gracias por la visita! Un arbrazo, ja ja ja!
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