«Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti»
– F. Nietsche –
Bienvenido a mi Imaginaerum …
Imagina una flauta atravesada por el viento. Imagina un desierto de arena y agua. Nadie más que nosotros en él. Manos entrelazadas, donde acabas tú empiezo yo, y viceversa. Los cuerpos se buscan para fundirse un abrazo de esos que dejan la huella de la asfixia y que no se sabe de qué planeta provienen. Se ha abierto la caja de Pandora, ha surgido la necesidad. Ha amanecido la voluntad de crecer, de ofrecer, de dar. Asimismo, paradójicamente, florece también la merma. Nos encogemos quizás porque no escogemos. Mengua la dicha por un capricho de larga distancia. La casilla de salida parece estar a años luz y el recorrido se presenta ahora como un tránsito lento en una carretera vacía. La espera desespera hasta que estalla en mil pedazos. Está despejado, despojado de sus ropas pesadas, todavía cubierto por un velo que lo detiene.
Imagina que somos el entretenimiento de los Dioses, dispuestos cual peones en el tablero de juego. Empieza la partida a contrareloj, estás aquí y en el horizonte ya no hay mar sino nieve. Rodeados de frío y montañas hambrientas que engullen a náufragos y rescatadores, despeñaderos de hielo ejerciendo de cámaras mortuorias que aguardan a ser descubiertas desde el interior cuando ya no existe escapatoria.
La música es inquietante, suena la preocupación en ese tocadiscos que arde y se sigue de puntos suspensivos. Las notas se me llevan enredándose en mí, es la melodía de mi alma, la exacta frecuencia, armonía… Se escriben solas estas palabras. El pensamiento tiene el paso vedado por estar vetado de magras justificaciones.
Imagínate que en esas montañas nos persigue un monstruo invisible, a ti el tuyo a mí el mío. ¿Cómo sería tu engendro?
El mío es una enorme masa oscura que ni siquiera debe darme caza, pues mora en mí. Se trata de una deformidad con millones de finos tentáculos implantados en mi cerebro que se entremezclan con la conciencia cambiando su color. La opacan, la ensombrecen, la ennegrecen y envilecen acorralando la materia gris. Todo queda en blanco y negro dando paso a una inquietante sensación de desconfianza. Ahí está, la duda que nace del miedo, mi fiel amigo. Lo demás viene rodado: paranoia, irritabilidad y suspicacia de forma masiva. Alerta constante, hipervigilancia, angustia y un sistema nervioso al borde del colapso. Boicot, sabotaje: el ojo del huracán. Huele a él, sabe a él, somos viejos amantes, de esos que no pueden existir el uno sin el otro. El amor nos une, el odio nos separa en una toxicidad de estira y afloja propia de las buenas comedias románticas y cuya pesadez se vuelve insoportable.
Es pastosa y hambrienta deformidad de mi alma quiere engullirte a ti también, pero yo soy el minotauro y el laberinto. Te protejo de mí misma. Tienes que correr porque me estoy transformando en mi mejor versión.
Yo no puedo escapar, no sirve de nada. Tanto da dónde pretenda huir, el mal está en mí, el mal soy yo. No importa cuán rápido corra, me alcanza. La batalla se libra en el mismo lugar en el que siempre estuve, estuvo, estuvimos.
Run, fuck and run again.
Se abren mis entrañas hay hambre atrasada. Comerse a sí misma en la necesidad que se devora reduciendo el espacio que ocupo y a la par acrecentando ese mismo agujero del que ha salido.
¿Qué coño hacemos aquí?
Estoy intoxicada por la distancia, la altitud, el vértigo de la caída libre que nos aguarda tras el despeñadero con la gélida sonrisa que enseña la fauces.
¿Te mueres conmigo? Pero claro que te mueres conmigo y el monstruo y todas las criaturas de mis cuentos salidos del cajón inacabado de un mueble incompleto. Fragmentos imperfectos de una vida imaginada que se derrite con el frío en llamas mezclandose con la nieve y el agua y el vapor y el sol y el viento y el río y…
Todo desemboca en un desierto de arena y agua mientras una flauta atravesada por el viento acompaña dos siluetas cuyas manos entrelazadas desdibujan los límites del uno y del otro.
Allí, desaparece el mundo entero absorbido por mi cada vez más voraz agujero negro.
«…Se escriben solas estas palabras. El pensamiento tiene el paso vedado por estar vetado de magras justificaciones…»
👌🙏🤗
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Como siempre gracias Antonio. Un abrazo
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Los monstruos siempre aparecen al otro lado del espejo. A veces creo que nos acabamos convirtiendo en aquello que odiamos, ya ves, tanto escapar y pelar para llegar cansados al punto de partida…
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Pues sí, pero la vuelta al punto de partida es con una experiencia más en tu haber. Supongo que lo del eterno retorno es eso al final, incluso morimos como nacemos. La vida de Benjamin Button no era una absoluta gilipollez. Gracias por tus comentarios!
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