«Quien no encaja en el mundo, está siempre cerca de encontrarse a sí mismo»
– Hermann Hesse –
Una de las grandes preguntas, esos lugares comunes de la historia del hombre, la búsqueda de los porqués que nos mueven, que mantienen unidas a las mentes y crean vínculos de convergencia o divergencia entre los clanes de humanos.
Es lunes y uno se levanta más existencialista que de costumbre porque el día anterior, día del señor, tuvo que reflexionar sobre la dirección emprendida a principios de año. Será por el aplatanamiento veraniego que obliga a mantenerse en niveles mínimos de energía «hacedora» y exhorta a perderse en cuestiones filosóficas nacidas de la observación de la existencia, del aburrimiento o sencillamente de sentir que se ha perdido la hebra del hilo vital.
Dice el existencialismo que la existencia precede a la esencia siendo la esencia aquello que es invariable y permanente que constituye la naturaleza de la «cosa». Siempre he tenido problemas con las definiciones filosóficas porque provienen del encasillamiento y de la masturbación mental. Sin embargo, entiendo la necesidad de poner en claro las reglas de juego puesto que, sin ellas, no podríamos conceptualizar ni discernir entre una cosa y otra. El lenguaje es necesario para teorizar, definir y poder hablar de «lo mismo». Un error en el que incurrimos los humanos es lanzarnos en grandes gestas sin tener claro lo que perseguimos y, tratando de hacer partícipes a los demás de nuestras intenciones, esbozamos palabras cuyo significado difiere para el otro. Así que, hablando de lo mismo, hablamos de cosas completamente diferentes con la consiguiente escisión que ello conlleva.
A veces, siempre, me sorprende que hayamos llegado hasta este nivel de desarrollo tecnológico y seamos incapaces de comunicar entre nosotros sin que se líen pollos. Evolutivamente seguimos en pañales con nuestros pequeños egos inseguros, yo la primera, que se agarran a un clavo ardiendo para conseguir sobrevivir.
Creo firmemente en que sin existencia no puede haber esencia porque la existencia es la base material de aquello que debe expresarse. Eso responde a la definición del existencialismo.
A partir de la materialización, se transmite la esencia. Un hombre es lo que es no sólo debido al lugar en el que nace, a las experiencias que lo hacen y a las capacidades que lo pueblan, sino que antes de nacer lleva consigo unos límites esenciales y un bagaje genético y temperamental que lo marcará en la comprensión del mundo y de la realidad. ¿Cómo se explica, si no, que unos seamos dados a las profundidades y otros permanezcan en las superficies? ¿Cómo se comprende, si no, que unos tengan más recorrido emocional y otros sean proclives a los estímulos mentales?
La esencia nace con la existencia, sin duda, pero la existencia viene a su vez marcada por la esencia y esta proviene de… una serie de casualidades que algunos llamarán causalidades porque ¿Qué sentido tiene que «uno» sea uno y no «otro»? Aquí ya cada cual que eche mano de lo espiritual y dé rienda suelta a la propia religión/creencia.
No sé si existe, en cualquier caso no lo creo (de momento), un designio divino por el cual hayamos nacido siendo nosotros. Sencillamente la primera de las casualidades es habernos materializado en lo que somos y, posteriormente, se concatenan las causalidades. La única casualidad real y a medias porque somos producto de la decisión de nuestros progenitores, es el haber sido concebidos. ¿Dios, el universo, lo quiso así? Eso ya es decisión de cada uno.
Siendo lo que somos, estamos expuestos a una serie de vivencias que nos harán digerir y procesar todo cuanto esté en la sombra del mundo, ese inconsciente colectivo. El juego se terminará, si es que no nos autodestruimos antes como especie, cuando todas las sombras se hayan despejado siendo esto imposible pues no hay luz sin sombra y viceversa. El juego es infinito.
Estoy totalmente convencida de que el hombre está vivo para procesar el inconsciente. Así, cada uno de nosotros contribuye a dar luz a la siguiente generación. Estamos para limpiar el polvo de estrellas que nació en el mismo momento en que fuimos creados. Pero sólo es una opinión tan válida como el nihilismo del que una vez fui defensora a ultranza.
Seguramente cambié de acera el día en que necesité creer en algo más para seguir respirando y dejar de luchar contra mí misma. El «todo da igual» y «nada tiene sentido» es precisamente lo que debe dar sentido a la búsqueda de sentido. ¿Cómo orientarse sin un mapa, sin el sol, sin las estrellas?
Tener una razón universal por la cual levantarse es una forma más de seguir cultivando la ilusión, la esperanza y la necesidad de que este paso por el mundo sirva para algo. Lo dice una que no da puntada sin hilo y para la cual los objetivos son importantes. El «hacer por hacer» me quita las ganas de vivir, es una pérdida de tiempo para aquellos defensores del «¿Y por qué no?». No es mi clan, cuando adopté la levedad como modus vivendi, me pegué demasiadas hostias. Acepté que no era lo mío en aquel momento. ¿Es entonces esencia propia? ¿Se puede modificar?
Quizás porque para poder vibrar con el «porque sí» primero hay que dejar de luchar y cultivar la aceptación. Quizás los «porque siistas» están más evolucionados que una servidora a nivel de conciencia y saben que nada importa. Para mí, todo, absolutamente todo, importa a la par que en el vasto mundo nada lo hace realmente.
Feliz lunes… Vine, parí y seguí viviendo…
Rest calm