Nací en el mediterráneo mecida por el vaivén de sus olas y peinada de la suave brisa con sabor a salitre. Digo peinada porque se te queda el pelo tieso por la sal cuando los vientos de los temporales azotan la ciudad. No estoy avezada a las inclementes temperaturas de los climas de secano y, así bien hube puesto el pie en el andén, noté el aliento de Madrid recorrerme los tobillos. Se aprestaba a hincarme el diente en las pantorrillas y comencé a huir desfilando a paso ligero e inseguro tratando de evitar las fauces de aquella bestia cuyo cometido era, sin lugar a dudas, tarascar al visitante y traerlo de Babia a su realidad.
Determinada, terminé cediendo ante la inevitable mordedura que tarde o temprano debía apresarme. «Más vale nunca que tarde, aunque en este caso el nunca está fuera de mis posibilidades, así que… que sea ahora.» Y, al detenerme para consultar el teléfono que sirve tanto para un roto como para un descosido, sentí que la dentellada helada me molía los maléolos. La aspereza de su lengua me recorrió escalofriándome de abajo arriba, degustándome y desgastándome con fruición. Del ascetismo pasé al setismo mediterráneo, una se(c)ta conocida por darse en sacrificio a los placeres ajenos, un manjar de dioses. ¿Qué cojones estoy diciendo? El lirismo me hace delirar y emitir faustas gilipolleces en estos ejercicios de composición gramatical convertidos en dramatical.
Sea, mi brújula móvil, acompañante, oráculo y Judas me indicó el camino a seguir. Refractaria al uso del transporte público, pues el mogollón me parece poco púdico, comencé el periplo madrileño que debía llevarme hasta mi alojamiento situado un poco más allá de «a tomar por culo». Cual autómata, me di a las indicaciones del aparato sin atisbo de desconfianza, pues entre nosotros se ha ido forjando a través de los años una relación franca, puesto que los resultados cosechados de nuestras acciones conjuntas siempre llegaron al puerto deseado. Estar en buenas manos y depositar mi confianza ciegamente en aquel trasto me permite salir de casa como un topo y permitirme fluir con la vida, sus acontecimientos y «be water». ¿No es este el mensaje con el que nos bombardean? «Córrete con la vida». Pues eso, me dejé el grifo abierto sin preocupaciones manteniéndome en el «aquí y ahora».
«A la derecha, ahora gira a la izquierda, dobla a trescientos metros, redobla en el repliegue de la esquina…» Acabé en la boca de una de las múltiples M… que cosen las entrañas de Madrid. A punto estuve de sacar una foto de la más famosa de ellas, la M30, Mundial y Mundanalmente conocida por los Maravillosos Martirios Matutinos de Multitud de Madrileños.
Retomé mi libertad de albedrío, una falacia como cualquier otra, y puse en práctica el menos común de los sentidos decidiendo no adentrarme a pie en la autovía. ¡Acojonante! Estoy hecha una bestia mental. Así pues, seguí to’rrrecto hasta que Judas decidió traicionarme por segunda vez indicándome un parque por el que podía acortar el camino. «¡Un parque! Un poco de verde que te quiero verde, un poco de naturaleza en este final de día tan ajetreado, un poco de verde en la jungla de asfalto.» A juzgar por la extensión pensé que podría tratarse del Retiro, pero no hallaba el nombre del parque y el del Retiro lo dejé atrás tras fugarme de Atocha a paso desenfrenado. No, aquello no era el retiro… traspasé el enverjado y… ¡La madre que me parió!
Había llegado al fantástico parque del Retiro… El retiro eterno: Cementerio Municipal Nuestra Señora de la Almudena. Me cago en mi móvil, cabrón. Así, cuando me preguntaran, «¿Y qué viste en Madrid?» podría responder que mi primera visita fue al camposanto. No estaba mal para contar historias.
Las tumbas se extendían hasta el infinito y más allá. Kilómetros y kilómetros de lápidas, incontables vidas, innumerables muertes, padres, madres, hijos, familias enteras descansando en paz. Los dueños del lugar me observaban con su habitual suspicacia felina. Colonias enteras de gatos se habían apoderado de aquellas losas, cada uno tenía la suya si es que la propiedad privada regía el reino animal.
Tocaban más de las siete de la tarde y aquel lugar no tenía fin. Mi Judas me indicaba el camino, pero mi grado de confianza había descendido como el del termómetro. Mi mente ya estaba dirigiendo la película titulada «Una noche en el cementerio» en la que la protagonista se quedaba encerrada en la necrópolis porque nadie se hubo percatado de su entrada. Eso de mantener un perfil bajo tiene sus dos caras. Hice un repaso mental de los pasos a seguir en caso de emergencia: primero buscar el número del cementerio y llamar. Probablemente nadie respondería pues estaba, obviamente, fuera de horario de atención al público. Después debería ponerme en contacto con la policía local para dar parte de mi situación y ya podría buscar un lugar donde resguardarme hasta que alguien viniera a liberarme.
De repente, una voz que salió de un coche blanco vino a arrancarme de mi guión HollyWoodyAllense: «Cierro a las siete y media». «Caballero, espero estar fuera en menos de cinco minutos. Ando buscando la salida desde hace más de media hora». El vigilante, desconfiando de una mujer vestida cual recolectora de fresas, con pantalones de pescador, mochila a la espalda y pelos de loca, me escoltó hasta la desembocadura sin ofrecerme subir al coche. Eso hubiese sido raro de cojones, ¿verdad? Pensé en la poca consideración del guardia que, viéndome perdida, no me llevase hasta la salida. Al cabo de pocos segundos, me contradije pensado que no me subiría ni muerta al vehículo de un tipo que no conocía de nada así fuera vigía o policía. ¿Hasta dónde llega la paranoia de los tiempos modernos?
Nada, salí por la puerta grande gloriosa y orgullosa de mi primera visita. Lo mejor seguirá otro día.
Me encanta y todavía sigo partiéndome con tu mensaje de socorro. 🤣🤣🤣 Este post es brutal, olé tus dedos y ese coco infinitamente creativo que tienes. 😘❤️
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Lo viviste en directo casi … Con el tiempo he aprendido a no ser alarmista pero joder lo que cuesta! Las risas posteriores son de partirse el ojete. Guiño guiño. Besitos para ti 😘
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NICE POST 💙💚❤️
Happy monday 💯👋🇪🇦
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Jajajajajaja, no puedo parar de reir, yo estando en Madrid también visité el camposanto unas cuantas veces, pues hice un documental sobre la historia de los cementerios y las tumbas más memorables. Genial!!!
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Buenas Hanna! Qué sorpresa tenerte por aquí pero genial, bienvenida 😊. Hiciste un documental sobre cementerios y tumbas??? 🤔😱 Qué gore!!!! Yo casi me hago una pernoctación, pero menos mal que no me dieron la media de las siete. Puto frío de lugar aquí todavía ando en tirantes y sin calcetines. Un abrazo 😙
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Era para un trabajo fin de estudios, y la verdad es que puede sonar un poco extraño, pero es un lugar con cierta magia si lo miras con otros ojos, lo cierto es que nosotros siempre íbamos a plena luz del día y con sol, será eso lo que hace que todo se vea diferente. Dormir allí es algo que por nada del mundo me gustaría experimentar así que estoy 100% de acuerdo contigo.
Acabo de darme cuenta que no podía ver ninguna de tus publicaciones a pesar de seguirte, son cosas de esta plataforma que no entiendo. Abrazos 🤗
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💯💚
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