Duele cuando pienso, mas no duele cuando estoy. El cuerpo guarda la memoria de un inconsciente al que cada día tengo más acceso voluntario. Ellas no duelen y él no martiriza. Entre todos me están enseñando a amar sin poseer. Entre todos estoy aprendiendo el desapego, el amor que no es pensado ni tampoco emocional, sino sentido. Se hace presente cuando los caminos convergen y se mantiene intacto cuando divergen.
La amplitud y sabiduría de los silencios impone su reinado. La respiración ocupa su lugar de honor y, así, digiero lo que acontece, sin juicio, sin negación, sin escapismos ni equilibrismos. A ratos, parece insostenible y entonces urdo un plan de fuga. Saco a pasear los flotadores, salvavidas necesarios cuando las aguas se desencadenan.
Estremecimientos florecientes donde cada momento es digno de ser llorado por la belleza que encierran los detalles desapercibidos. Una mano amiga se posa sobre mi hombro y, sin mediar palabra, me ayuda a inhalar. Cada paso hacia delante es un lastre que se suelta. Las anclas sujetan el pasado manteniéndolo donde pertenece. Ahora no es ayer y mañana no es ahora.
Me susurro: «Inspíralos, llénate de ellos, de su amor, de su bondad que rescata la tuya, mira lo que ven, obsérvate tu también. Exhálalos con todo lo que ha atravesado en ese instante tu cuerpo. No guardes nada porque ahora no eres lo que hace un momento. Trenza lo divino a lo proscrito, ambos parte del todo e inexistentes, pues el valor otorgado reside en la mente. Lo eres todo y está bien así. Déjate fluir.»
Agradezco, me siento inmensamente dichosa ahora, luego ya veremos, pero incluso en la penumbra, en las noches insomnes, en los rincones escondidos y umbrosos, hay un resquicio de alegría y de plenitud. El vacío solo lo siento porque he estado llena en otro momento.
Un llanto inconfesable rescatado de mis catacumbas une en santo matrimonio la tristeza y la felicidad. Pena de lo uno, regocijo de lo otro. Me detengo en el hacer, ya no me sirve la acción compulsiva. No es necesario cubrir la paz y el sosiego. La articulación constante me satura. No quiero hablar, ni escribir, ni tampoco leer. No preciso agradarle ni ganarme los afectos de nadie. No decepciono ni siquiera a mí misma porque no «tengo que» ni «debo» nada más que deberme respeto y el respeto es espacio para desplegar la inmensidad del «yo» que todo lo abarca y poco aprieta. Que no apriete, ni ahogue y sí desahogue.
Recibo. Cada vez soy más consciente de lo mucho, infinito, que recibo y al mismo tiempo debe de haber una reciprocidad aunque no desde la reacción, sino desde el nacimiento y profundamente inconsciente. Las fracturas se van remendado por arte de amor. Compasión hacia uno mismo y, por extensión, hacia los demás.
Gracias de corazón.
Aprendimos como pudimos y ahora tenemos la oportunidad de aprender como queremos.Podemos elegir y eso nos ayuda a remendar fracturas y a seguir creciendo.Un besote.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Aprendimos a sobrevivir y ahora toca echar marcha atrás para aprender a vivir… en fin, ¿Qué te voy a contar que no sepas? Un besoteeeeee en este camino de vuelta!
Me gustaLe gusta a 1 persona
💋💋💋
Me gustaMe gusta
Bella y poética reflexión, Montse.
Dar y recibir amor. El sentido de la vida.
Pero hay que exhalar todo lo malo para dejar sitio e inhalarse de todo lo bueno.
Enhorabuena
Abrazooo
Me gustaLe gusta a 1 persona
JascNet, estoy cada vez más convencida que el dar es una necesidad y recibir es una obligación que retroalimenta este circuito. Así que, estoy esnifando un máximo. Un abrazooooooo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me iba y te leí por en el móvil y ha sido tan mi alegría de corazón y estética que me he querido quedar, abrir el ordenador y leerte de nuevo. Se me pasan montones de cosas por la cabeza cuando te leo y además siempre es emocionante leerte. Recuerdo que la primera vez que en uno de tus textos te leí hablar del vacío recordé algo que dijo un místico cabalista al que admiro y que me llegó al alma. Algo así como que Dios que los es todo, que es el infinito tuvo que vaciarse para crear el mundo, y es eso, eso pensé cuando te leí clamar del vacío, del vacío, de esa nada que nos abisma es desde donde se pueden crear mundo, o digamos es el espacio dispuesto a llenarse, de nuevos mundos, de experiencias, de amor o de lo que toque o venga o esté por ser experiencia. Cuando te leí por primera vez hablar del vacío, pensé, mira esta mujer vacía, poeta … Mil y un abrazos, dulce Algodoncito.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Jolines Esther… tú siempre arropando, esterilla de mi corazón. Besitos de algodón de fresa!
Me gustaMe gusta
A veces se llora de alegría, es un llanto premonitorio, son como lágrimas que vienen del futuro, cuando esa alegría desaparezca y toque volver a las malas. Pero, mientras tanto, lo que dices, quedarnos con la mano amiga, con el gesto, con todas esas personas que, sin apenas saberlo, nos ayudan cada día… a veces también ayudan los textos que encuentras en ese rincón enorme que llamamos internet 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Llanto premonitorio… esta sí que es buena Beauseant. Espero que así sea. Manos a migas, no demasiadas. Un abrazo!
Me gustaMe gusta
«Pienso, luego duele». Has redefinido la máxima. 😀
Me gustaLe gusta a 1 persona
y la otra máxima es que si no piensas no duele porque las emociones también vienen del pensamiento. Por lo tanto podemos manipularnos emocionalmente. Qué jodienda es la mente. En fin!
Me gustaMe gusta
Las emociones y los pensamientos se retroalimentan.
El corazón y la mente se retroalimentan.
Y… ¿somos el dolor o no lo somos? Pues sí y no al mismo tiempo, depende de cómo se mire.
¿Podemos separarnos del dolor, poner distancia, observarlo, gestionarlo? Sí, claro que podemos, y lo hacemos. Porque si no estamos condenados a un sufrimiento sin remisión. Y no mola.
Me gustaMe gusta