La crisis de los cuarenta: En la sombra, las escamas, los eccemas y demás temas. Dragones y más morros.

Llevaba un tiempo sintiéndome rara. Me picaba el alma y mis ojos querían llorar. En medio de la noche me despertaba asustada. Nunca recordaba mis sueños, pero aquellas pesadillas ¡Oh, Señor qué terribles eran! Me quemaron en múltiples hogueras en diversos siglos. En la prehistoria se me cenaron los de la tribu vecina. En el neolítico serví de combustible para calentar a mis semejantes. Los vikingos me quemaron por…

Ni qué decir tiene que en la inquisición no llegué ni a la adolescencia, ardí con mi madre y mis hermanas. Recuerdo que en la misma época me reencarné rápidamente en una suerte de jorobada, el hazmerreír del pueblo y claro, me quemaron no por bruja, sino por monstruo. Al cabo de un par de siglos, por ahí el de las luces serví de lucero y vaya… la cabeza no rodó, pero mi cuerpo volvió a arder. Nietzsche no se equivocaba con eso del eterno retorno, qué jodido, me podría haber tocado ser la concubina de algún marajá en vez de un leño de combustión rápida.
Todo esto es un relato para dejar constancia de que sé lo que es el ardor interno y de las pesadillas me despertaba con la misma sensación de fuego en el alma.
Me dijeron que era la llamada de la Pachamama, un despertar que solo la madre tierra puede provocar en las almas viejas. Sentía el trepidar del fuego, los tambores llamando, el vientre vibrando. Lo noté más abultado de lo normal pero claro, ya se sabe con esto de los ciclos lunares, ahora me hincho, ahora me deshincho. Haciendo caso omiso aunque de soslayo me mantuve vigilante, pero no obcecada con aquella hinchazón.

Poco a poco mi aliento se tornó pútrido, pero al no tener a quién besar no me importó demasiado. Empecé a consumir ingentes cantidades de caramelos de menta que me sabían a nada cuando a otros les provocaban lágrimas. La comida picante empezó a no surtir efecto. Daba lo mismo una que siete guindillas. Impasividad.

Al sentir una rabia y una furia irrefrenables, atendí a un terapeuta porque la templanza que nunca se hubo encontrado entre mis virtudes, estaba más ausente todavía. La montaña sagrada solo era un nombre con el que me habían bautizado, pero bullían en mi la ira, palpitaba la injusticia, clamaba el odio y la irritación se encontraba a la vuelta de la esquina.

Mi hinchazón continuó a pesar de haber pasado la luna por su misma fase y noté que la piel comenzaba a escamarse. Un eccema, pensé. Pensé mal, aquello se propagó por todo el cuerpo. Un dolor extraño, lacerante, empezó a romperme la parte superior de la espalda y otro tanto ocurrió en la espalda baja. Las escápulas me perforaron la piel y me doblaron el tamaño del día a la mañana, los huesos del coxis se multiplicaron. Dos alas y una cola.

Comencé a eructar fuego y a cagar hollín… No podía salir de mi casa sin llamar la atención, pues me había transformado en un dragón. La jodida crisis de los cuarenta, ¡Qué mal sienta!

22 comentarios en “La crisis de los cuarenta: En la sombra, las escamas, los eccemas y demás temas. Dragones y más morros.

      1. Avatar de olgaalvrub
        Olga dice:

        Sí, qué días aquellos, pero… no se vayan todavía, que aún hay más (lo decían en los Looney Tunes, no? 😁) A partir de los 50 hay un sentir de que la dragona puede ir a descansar tranquilamente en su cueva y a ver quién la levanta del tesoro que tiene debajo. Un abrazo:)

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  1. Avatar de JascNet
    JascNet dice:

    ¡¡¡Que barbariá, Montse!!!
    Al lado de tu relato, la transformación del licántropo, la muda de Drácula o la metamorfosis kafkiana se queda en pañales desechables. 😜🤗
    He ido adivinando en qué se iba convirtiendo la protagonista, porque estaba la pista del VadeReto, pero el final es magnífico. Si esta es la crisis de los cuarenta, no quiero imaginarme la mía que lleva ya el IVA incorporado. 😅😂
    Ya te he comentado en otros relatos que tienes una forma de jugar con las palabras preciosa. Nos vas dando caramelitos en cada frase para irnos haciendo la boca agua al final de cada párrafo. Nos vas llevando por ese camino lleno de baldosas amarillas hasta la casita de chocolates y nos obsequias con un final que no nos deja otra opción que volver a releer el cuento.
    Menuda carta de presentación para el VadeReto. Estoy seguro de que la familia acevolense está feliz y contenta de tenerte entre nosotros. Solo espero que no dejes de visitarnos siempre que puedas. Es un inmenso placer leerte.
    Muchísimas gracias por el regalo.
    Abrazo grande

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  2. Avatar de merchest
    merchest dice:

    Hola Montse, jajajaja, muy bueno, vaya periplo de reencarnaciones ha tenido tu protagonista, la de leño de hoguera fue la peor, no hay duda, jajaja. Pero reencarnarse en dragón es lo mejor, aunque sea con crisis de los 40 o sin crisis o como sea, el dragón, el espíritu del dragón es lo mejor. Buen relato.
    Un abrazo. 🙂

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Hola Merchest! Las reencarnaciones dejan en el inconsciente colectivo una sabiduría con la que hay que aprender a comunicarse. EL dragón tiene esta capacidad, bajar al cuerpo los registros akáshicos. Gracias mil por tu visita y comentario! Un abrazo!

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  3. Avatar de gabiliante
    gabiliante dice:

    Pues no sé si ests crisis afectará más a la protagonista o a su círculo físicamente cercano, porque con la rabia que ha recogido con la transformación la de los sueños, y el poder que le ha caido del cielo del dios Cronos, no conviene estar cerca de ella.
    Me han gustado mucho los calurosos sueños y los más morros
    abrazoo

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  4. Avatar de BlogTrujaman
    BlogTrujaman dice:

    Hola Montse.
    El recuerdo de diferentes reencarnaciones visitándote en sueños ¡Menudo tema! ¡Y qué bonita forma de contarnos esos procesos! Tus palabras nos llevan de la mano a diferentes etapas, acabando con la del dragón. ¡Me gustó mucho! Esa alegoría de la crisis de los 40 es genial.
    Un abrazo. Marlen.

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