Yo bruja: La historia del druida Aridani, la sanación por arquetipos, mi carta natal, los chakras y un trivoluntariado que me dejó el culo como la bandera de Japón.

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Yo bruja, quemada, degollada: Linaje celta, sangre derramada a manos de los hombres, magia oscura y ahora luz que cura. Los arcángeles Miguel, Gabriel y todo el séquito que me ayuda. Un chamán en particular.

Vi a Ro, un compañero de universidad, en aquel chamán que, por el blanco radioactivo de su piel, inferí que más que chamán era druida. «Mi madre es rubia» me espetó, «Y tú también» pensé. Así que lo bauticé para mis adentros: Aridani, Ari. De haber sido chamán lo hubiera apodado Yaku o Killa que en quechua significan agua y luna respectivamente. Yaku Killa hubiera sido ideal, agua de luna, porque él era todo eso en un equilibrado selénico. En maya hubiera solo sido Ha, agua.


fuente: https://pueblosoriginarios.com/lenguas/jero_maya.php
Jeroglífico maya para Ha, agua

Quizás Ari no se pareciera en absoluto a Ro, pues el recuerdo que guardo de él data de hace una década y, caduco, solo cumple el cometido de recordarme la senda que no debo volver a pisar. Las últimas noticias de Ro fueron que se casó y tuvo hijos, típico. Es lo que hace la gente normal, la anormal también. Ari se movía de la misma manera adoptando incluso la exacta cadencia al hablar. Me sorprendió su humor que, como el de Ro, solo él comprendía y a mí me divertía sobremanera. Había un deje, un eje, robótico en su movimiento, como si los gestos no estuvieran interconectados entre sí. Ari estaba metido hacia dentro, como si se escondiera del mundo, como todo el elenco variopinto de amigos que me habían acompañado desde que tengo uso de razón. Desarrollé un gusto por lo alternativo o quizás naciera con él, no lo sé. Ari me lo diría en algún momento.

Yo tenía que aprender a callar más, pero cuando la familiaridad me puede, la sin hueso se viene arriba y el pensamiento se enfila por las ramas saltando de una a otra sin terminar de redondear el círculo. Mirando a Ari a través de las gafas que le conferían el punto justo donde la intelectualidad se une con el distanciamiento me di cuenta de que las personas que iban llegando a mi vida eran cada vez más luminosas y se me escapó una sonrisa de júbilo. No, Ari no era cercano, pero tampoco distante. No sabría, ni quiero, clasificarlo.

En Julio se me unieron en esta travesía heroíca los arcángeles Miguel y Gabriel en un ofertón de dos por uno; rebajas de julio, «paga uno y llévate dos». Un pasodoble al que me doblegó el Universo disponiendo las fichas del tablero para que se sucedieran los acontecimientos de tal forma que, en menos de una semana, mis planes se vieran divinamente forzados a conocerlos. Por julio andaba todavía semi aletargada, no había despertado completamente y si bien me pareció extraño el giro de guión, no le otorgué mayor importancia. Miguel y Gabriel se encargaron de blandir la espada luminosa y hendirla en esta doble coraza que llevaba puesta para tratar de hallar las partes blandas todavía sin calcificar y poder desbrozar el sendero que unía el corazón a la mente. El canal se fue desembotando paulatinamente a través de los meses y a mí me fueron ocurriendo hechos cada vez más extraños de los cuales estos lares fueron confidentes.

En agosto me socorrieron tres hermosas luciérnagas que resultaron ser faros en la oscura travesía nocturna por la que mi alma había vuelto a abrirse camino. Me mostraron un salvoconducto hacia donde residía una diminuta perla de luz nácar, justo detrás del corazón. A pesar de su intensidad, algo desconocido obstruía la luminosidad, pero al haber encontrado semejante tesoro, pasé por alto el punto ciego que resultó ser más de lo aparente. Ari lo vio.

Me empezó a arder el pecho en Octubre y sentí que me quemaba en alguna hoguera. Sentí los ojos de mi amado, el pacto, el asco por el género masculino. Le juré fidelidad eterna hasta el reencuentro en cualquier reencarnación y así será. No tengo ganas de volver a ensuciar mi templo, ni dar mi energía a las numerosas garrapatas y pulgas a las que he ido alimentando. Quien no vibre en sintonía, «cacafonía».

En Noviembre mi cuerpo se descontroló, ya no era mío, sino un total desconocido del que manaba una fuerza inusitada que me despertaba por las noches. Algo quería escaparse y con horror yo trataba de impedirlo. La serpiente había despertado y más que un goce fue una pesadilla de la que todavía escribo el desenlace.

En diciembre me pusieron sobre la pista de algo llamado kundalini que resultaba ser el no va más en materia de energía y cuadraba a la perfección con mis encontradas nuevas sensaciones.

En enero conocí al druida. Donde hubo un Ro no demasiado consciente, ahora venía su contraparte luminosa. Lo primero que me dijo fue que tenía el aguijón de un escorpión clavado detrás del corazón y que el veneno había estado brollando de manera sostenida desde el día que me concibieron. Seguramente fueron ellas, las brujas de mis ancestras. La toxicidad había casi paralizado la sístole y la diástole, el corazón no bombeaba amor por eso llegó un punto en el que dejé de sentir, por eso los ángeles tuvieron tantas dificultades en reanimarme.

Para desclavarme el aguijón hicieron falta siete días y siete noches de intenso trabajo, para sanar el linaje harían falta siete años, tiempo en el que se renueva el ADN.

-¿Desde cuándo tienes el pelo blanco?

-Creo que nací así, como si un rayo me hubiera borrado el color.

-No, esa es tu herencia. Llevas la pena de muchas generaciones, siete mujeres y dos hombres. Acarreas la vergüenza, los traumas, la desconfianza, las malas praxis de todos ellos. Naciste de sangre pura oscurecida a base de degüellos y hogueras. Tus ancestras eran celtas, lo sabes, clanes de mujeres fuertes e independientes que habitaban los bosques. En algún punto se torció y aquella luz se opacó. Dicen que les perteneces, que debes rendirles pleitesía y darles las gracias por otorgarte la vida y tus dones, pero recuerda que tú no eres ellas. Te clavaron el aguijón del escorpión en Marte y Saturno, lo llevas detrás del corazón. Me envía el Universo para ayudarte a caminar hacia la luz.

-Yo te ayudo a bajar a la tierra, tú estás aquí para mucho más, tienes que llegar a otros, eres un guerrero de la luz.

-Tú también. ¿Sabes que tu alma se mostró tres veces voluntaria para venir a la tierra? No conozco a muchos trivoluntarios. Por cierto, tienes el ano inflamado.

-Hombre, me la clavaron tres veces… me dejaron el culo como la bandera de japón.

– Y debes integrar el color verde…

Aquella última frase fue el mensaje más sencillo de Ari. Me preparé un plato de guisantes.

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