Me sumergí en la nada, ese vacío fértil donde me sentí parte del todo, pues ambos conceptos son sólo creación de la mente. Tú eres yo, yo soy tú. No pertenecemos a nadie. Somos hijos del viento, del fuego, del aire y, sobre todo, del agua. Agua bendita que fluye incesantemente. Cauce de vida que nace en la cuna del más allá, Dios sabe dónde. ¿Acaso importa? Sí y no, ambos a la vez, porque también estos son conceptos. La nada, ese vacío fértil que tan solo precisa de la chispa divina para ser creación. Una inefable e ingnita partícula que infunde vida a la oquedad.
«Un punt de llum
Un pou de pors»
Me dijeron que fui una planta y sentí la savia recorrerme de arriba abajo. Sabiduría ancestral que ignoramos desde el desdén y el orgullo. Pretendida inteligencia que nos corroe el seso, el sexto sentido y también este último sin te, porque se nos olvidó cómo sentir sin pagar por ello.
Experimenté la tranquilidad de no tener que hacer nada. Mi responsabilidad terminaba en transmutar el dióxido de cabrón humano. Bendita felicidad, esporas al viento, polinización insectil, abundancia de minerales a pedir de boca, a chupar de raíz. La Pachamama velaba por mí y el suelo, mi proveedor, disponía sus ofrendas en bandeja de plata.
Me dijeron que fui animal y los instintos más básicos se despertaron de su letargo. Me dio igual si macho o hembra. Ella me miraba y sentí en las tripas la punzada del ardor. Me acerqué con firmeza y determinación dispuesta a poseerla. No existía el pudor, tan solo una satisfacción irreverente a la que abandonarse sin ningún tipo de remilgo. De repente, sentí su presencia detrás de mí. Una pulsión feroz me hizo dirigirme hacia allí. Sentí su existencia desde mi anterior vida vegetal. Esta vez entre el deseo, el arrebato, la ferocidad y la brutalidad no había distinción. Desde el cuerpo de la fiera, los matices de la mente pensante no existían. De haber podido con su envergadura lo habría devorado sin piedad, mas el tiempo como bestia llegó a su fin. El corazón se paró justo a tiempo, dejándome de nuevo suspendida entre la nada y el todo.
De una polaridad nació la pulsión de vida que se transformó en propulsión hacia el mundo. Fui humana después de ser salvaje y en mi cuerpo quedaron vívidamente registrados los instintos más básicos: el hambre, la sed, la voracidad sexual, la necesidad de fusión y el deseo de desaparecer en el otro. Absorber la vida ajena y convertirme en él. Devorarlo y que me devore, y desaparecer de nuevo. La unión con el todo, la disolución de uno mismo para crear un nuevo elemento a partir de dos.
Un big bang a escala insignificante, con toda su significación contraria a la lógica y en sentido del cauce de la vida. Me fundí, me fusioné, desaparecí y volví a ser parte del todo, de la nada, del infinito.
Desde la nada escribo, esperando mi próximo viaje para volver a encontrarme con la víctima de mis fauces.
¿A que es una pasada?¿Y sentir la alegría de ser y estar?Yo soy todo y todo es yo.Sentir que estás integrado dentro del todo.
Espero que tu experiencia fuera tan feliz como cuando yo la tuve.
Un abrazo Montse!!!❤
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Hola Patricia! Es muy impresionante. El camino es realmente hermoso y vas viendo cómo, poco a poco, aparece el ser. Está siendo el mejor viaje de mi vida pero también me obliga a mucho retiro e integración. Hay oscuridades que necesitan de más velas para ser alumbradas. Un abrazo enorme querida Patricia.
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Meravellós, molt bo. 😀🙏
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Mientras haya tiempo,las velas aparecen 😉😘😘😘😘
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