Las visitas nocturnas del escritor maldito: Prioriza tu paz mental

Tarde o temprano debía aflorar nuevamente el impulso del escritor. No me puedo zafar de él aunque quiera porque es en estos momentos en los que contacto con la profundidad de las catacumbas de mi ser. Me atrapo en la mentira (otra vez), ¿A quién pretendo engañar si aquí estoy yo conmigo misma? ¡Qué mala costumbre es esta la aprendida!

No quiero desembarazarme de él pues es este el personaje que me preña desde que tengo uso de (co)razón con el drama de mi vida, el que necesita de vehemencia para expresar con brío y sin vergüenza una cuestión de inexistente valor y tan solo fruto de la predilección por el sufrimiento. Porque «gracias a la tragedia, la existencia vale la pena ser vivida». La pasión tiene un alto contenido en fibra que nos hace cagar lirismo cuando el desabrido mundo exterior se amojama quedando enjuto, rígido y áspero. Con el tiempo la tragedia se me hace cómica y puedo reírme de esa dolencia púbera que mira la vida con aflicción y desconsuelo.

Es el escritor maldito que va y viene, que me despierta a las cuatro de la madrugada para arrojarme de la cama con su retahíla de filamentos prosaicos enhebrados de cualquier manera. Me descubro en medio de la noche en una micción prolongada hilando palabras que ningún sentido tienen hasta que se ensartan las unas con las otras. Es un automatismo, un capricho de otra vida, supongo. No recuerdo cómo ni cuándo comenzó este terrible juego de malabarismos sonámbulos.

Es una mierda desprovista de cualquier tipo de gracia. No puedo dormir y me jode soberanamente. Tengo que escribir las frases que aparecen, plasmar las palabras que, enseguida, encuentran pareja o se juntan en triadas. Se recitan a sí mismas sin ton ni son. Se quieren llamar poesía, yo prefiero otorgarles el apelativo de «pretensión poética», un «peo» ético pretendido.

Tengo el gusto por jugar con los vocablos, me parece ingenioso el cerebro capaz de tejer anagramas como quien hace churros. A veces las inversiones conectan verbos que no tienen en apariencia ningún tipo de cohesión. Sin embargo, el enlace que se produce no solo es agudo sino que dota la visión de un nuevo horizonte, unas gotas de rocío para un rocín tosco e ignorante.

Cosas del ego, supongo. Me putea el no poder dormir y tener que estar juntando «las delicadas pisadas de hada con la finura del tacto de su piel»

En fin… mañana quizás vomite algo más, quizás no. Resto a merced del capricho melifluo de ese personaje, otrora presuntuoso escritor, de retales poéticos.

7 comentarios en “Las visitas nocturnas del escritor maldito: Prioriza tu paz mental

Replica a Arnau Cancelar la respuesta