Quiero ser elegida, pongo el foco fuera. Si soy elegida significa que valgo, que soy importante, que existo para alguien. Para ello he creado un despliegue de artimañas a cual más rocambolesca.
¿Cómo llamo la atención? Depende del apego que se presente en ese momento. Cuando habla mi ansiedad, la ira, el enfado, el impulso propio de la energía sexual se manifiesta. Normalmente es el cabreo pero cualquier acto que llame la atención (así bien se opere de forma consciente o inconsciente) es motivo de inspección con lupa.
Si por el contrario habla mi parte evitativa, se revela el silencio, el perfil bajo, el desaparecer del mapa porque, de alguna manera, el haber sido vista ha implicado en algún punto de la historia, ser foco de burla, humillación, bronca, descarga energética de alguna figura de apego. Un mutis por el forro, una bomba de humo, un «modo avión» se impone. No estoy para nadie, ni siquiera para mí. Ser el centro de atención ha significado perder mi libertad e incluso mi integridad física.
Hay una lucha interior entre las ganas de ser elegida y el autosabotaje de no serlo pues por debajo de lo obvio está la creencia de que el ser elegida implica: pérdida de voluntad, pérdida de libertad, asunción de responsabilidad, pérdida de mí misma, pérdida de mi individualidad. La parte herida, la que no supo poner límites, la que no aprendió a priorizarse por miedo a no ser querida, está siendo liberada y de ella emanan las inseguridades, los miedos y terrores. Habiendo hallado el equilibrio en soledad, causa un terrible pavor aceptar la experiencia del crecimiento gracias al otro.
El camino de la pareja como senda espiritual de crecimiento personal. La conexión de alma a alma que acompaña en la apertura y que permite la experimentación para el desarrollo de la persona. Eso es lo ideal.
El cuerpo habla con ansiedad y congoja. El diafragma vuelve a estar secuestrado y con la soga al cuello y el yunque sobre el pecho, la respiración se acorta. No llega el aire y el que me alcanza es tóxico, pues solo sirve para alimentar al miedo y a la desesperación que reside en tierra de nadie. A caballo entre la necesidad y la independencia a ultranza ondea la bandera pirata. Quiero y no quiero, sí y yo, incoherencia abismal y tan familiar.
¿Acaso no he aprendido nada? ¿Volvemos al punto inicial de caos?
En realidad, el crecimiento es cíclico y en espiral. Paso por la casilla de salida de nuevo, es como el monopoly aunque en esta nueva rueda ya he adquirido ciertas propiedades y no parto desde el cero absoluto. Ya no estoy en la carencia sino que he ido logrando cierta estabilidad e independencia. Soy abundante en algunas áreas, aquellas en las que he permitido la experiencia. Por lo tanto, aquellas que se han mantenido protegidas siguen estando tiernas e intocadas bien resguardadas en la sombra.
Mi parte adulta lo sabe, lo ve. Todavía me resisto a mostrar la vulnerabilidad y aunque se vaya aflojando queda terreno por conquistar. Permito la experiencia, ya no bloqueo, sencillamente acojo lo que hay confiando en que sabré no reaccionar. Sabré respirar y sabré expresar lo que siento. Confío en mí y desde ahí sé que nada ni nadie tiene poder sobre mí. Yo soy la que elige pasar por donde estoy pasando y ahora toca empezar a desbloquear el miedo a ser elegida. Toca hacer trabajo energético para cambiar la creencia limitante y para ello me baso en que ya he sido elegida y he sabido poner límites cuando ha hecho falta.
La confianza es un músculo que también debe ser entrenado a diario. La fe me permite ver aquello que debe ser visto. Me mantengo en silencio, no me toca hacer nada, solo recibir porque desde la quietud soy capaz de leer lo que está pasando energéticamente en el ambiente.
Atraigo las experiencias que realmente quiero atraer y ahora toca deshacer esta creencia limitante. La primera que se elige soy yo y desde ahí me da igual que los demás lo hagan. Parece una frase new age tan en boga últimamente pero lo cierto es que la sensación corporal que provoca la experiencia real de esta frase es empoderadora.
Un comentario en “Ser elegida: Más allá del deseo existe el no deseo. Autosabotaje que yace en la creencia limitante inconsciente.”
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