Imposibilidad del mundo real

Siento de nuevo la frialdad del sinsentido. Escribo y borro y borro y escribo y borrón tras borrón se desvanece el sueño de ser alguien. Ni las palabras de Rilke son capaces ahora de salvarme. Me diluyo en la desesperación que profana mis sueños y mis mensajes son lanzados al vacío.

La nada se apodera de mi cuerpo que levita con la ingravidez de los pesares. La mente se confunde con el humo que la hizo feliz en otros tiempos y ahora me entrego a las sombras de la tristeza que cubren de niebla las alegrías. Rotas son las ilusiones y todo queda sepultado bajo el peso de la realidad.

He sido arrastrada por ésta y debo recuperar la jovialidad de una perdida necesidad: la de escribir. No obstante, surgen ahora las palabras más bellas y poderosas. Emergen del alma los más dulces vocablos que responden a la imperiosa necesidad: también la de escribir.

Cuando estoy muriendo, cuando los sueños se apagan y el fuego abandona el hogar entonces aparecen las palabras, la salvación de los hundidos. Se atropellan entre sí y pugnan por salir a la luz para enfrentarse a la crudeza del mundo que me desespera, me hiere y me tiñe de oscuro.

Lloro, lloro desconsoladamente la pena que me causa mezclarme con la fealdad de lo que me envuelve no obstante todo es belleza.

Mirada hastiada, mirada poética, mirada embelesada por lo horrendo que a su vez conforma un cuadro divino. Qué gran controversia es la de este mundo donde lo efímero se torna perene y de lo infinito nos hacemos una capa pasajera. Donde lo duradero es huidizo y lo breve imperecedero, dónde el tiempo no existe y donde sólo existe el tiempo.

Salen a mi encuentro desesperado los guardianes de lo irreal y creo que me recluyo de nuevo en mí para salir ilesa de la condenación del mundo. Una mirada al exterior puede encender o apagar el interior de este caparazón que ahora, quebrado, deja pasar por las rendijas el aire putrefacto. La soledad se hace más ancha, profunda y sola. En ella nado, presente y ausente y no recuerdo si me quedo o estoy de paso.

Si permanezco, vivo y muero. Si estoy de paso, muero y vivo. ¿Qué hacer cuando extremos se confunden en un punto que es el mismo y, a su vez, el opuesto? Si pecamos de a prioris todos elegimos la vida pero nadie nos asegura que la vida no sea muerte y que la muerte no sea vida.

Siento que hoy me muero y que el mañana no existe más allá del pensamiento, que no hay cabida ya en el mundo ni en el universo y me siento tan alejada de todo que la grandilocuencia de mi ego me hiere igualmente por ser tan él mismo, por ocupar mi espacio o por desplegar sus alas.

Aletargada por las infidelidades del espíritu que se fascinó por la alegría y se contaminó de la leve jovialidad que ahora ha dejado un campo devastado.

Y los ojos poco a poco se van cerrando, lentamente se despiden de las luces que los ciegan. Los destellos ya se perciben a lo lejos y son incapaces de deslumbrar falsamente la mente.

 

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