Rota y destripada como nunca. He reconectado con la tristeza que años hacía que no sentía. Me había pasado de frenada y no lograba sentir dolor o lástima.
Sólo puedo agradecer tu desprecio, tu odio y tu rabia porque gracias a ellos he bajado a la realidad del mundo. Existe la desventura, existe la miseria y existen los miserables.
Hoy me paro, respiro y siento. Me dejo sentir, me dejo llorar como hace tanto tiempo que no hago. Dejo de reprimir, dejo el hacer compulsivo y frenético. Todo se mueve a cámara lenta y está imbuido de una niebla, como si el mundo hubiese parado de girar, como si nada existiera. Y el silencio mental absoluto, una isla de paz de la que solo emana la tristeza acompañada de la oquedad.
Desde luego que vemos el mundo como somos, sin lugar a dudas.
Y con tus palabras de odio y desprecio, he reconectado con la inmensa tristeza que dejé de lado hace años. La desolación de ver el estado deplorable y devastado del mundo.
Qué sensación de paz absoluta, silencio mental por la ostia recibida. Rabia primero, una rabia que dejé salir, que no reprimí. Te detesto, destesto a las personas que, como tú, usan a los demás de cubo de basura porque no saben gestionar su propio mundo. De repente, somos vertederos de vuestra diarrea emocional. Rabia e impotencia pero una inmensa tranquilidad porque, por fin, soy libre de ti. Por fin la máscara de buenismo ha caído. Tu ensoñación, tu pequeño personajillo que va dando pena por el mundo con su yo mi me conmigo. Qué lástima de persona. Qué desperdicio vital.
Por fin, ahora sí, ya no te siento y, en tu lugar, una profunda tristeza que nace de las entrañas, unas inacabables ganas de llorar y de sentir este bendito dolor. Dejaste de existir, por fin.