Esta línea de tren tiene como parada la meditación como segunda estación porque la sensación general es que se han agotado los recursos mentales y el pensamiento no da más de sí. Igual es una limitación propia pensar de este modo, igual pensar es la limitación en sí misma. En cualquier caso, con la lógica y el razonamiento no se pueden derribar los muros del ego así que se hacía necesario buscar otra manera de proceder. Precisamente, dejar de pensar y reinstaurar las sensaciones corporales tan voluntariamente silenciadas para evitar interferencias.
En el silencio no está tampoco la verdad, sino la represión. No funciona del mismo modo para todo el mundo, pero la visceralidad es lo que tiene, el silencio es el peor enemigo. El martes se destapó la caja de Pandora en un barullo ensordecedor enmudecido por la respiración consciente. La práctica tenía que regular la hiperventilación causada por el estrés a través de la hipo ventilaciónnque induciría una calma cerebral. Funcionó, esa noche dormí como un bebé sin ayuda de fármacos.
Mientras que la voz de mi amigo me guiaba «respira y exhala hasta el máximo», la mente estaba haciendo de las suyas por su cuenta. Recuerdo estar expirando y las primeras diez respiraciones fueron naturales, pero después se instaló la exigencia, como no podía ser de otro modo. «Tengo que respirar perfecto». ¡¡¿Qué?!! ¿Se puede saber qué significa respirar perfecto?. Hasta este punto llega el nivel de ridiculez, pero voy a intentar no juzgar. Hasta este punto llega el nivel de pulcritud. Respiración perfecta, ¿Para quién? y sobre todo ¿Para qué? Automáticamente, perfecta tenía que ser para complacer a aquel que me estaba guiando, que se diera cuenta de que me estaba tomando el ejercicio muy seriamente y que respetaba su tiempo por encima de todo. De fondo un orgullo por querer ser el mejor alumno.
Este fue un momentazo cazado al vuelo, desde la pasividad absoluta y fue donde me di cuenta de que este patrón inconsciente lo había estado aplicando a todo. Los placeres dejan de serlo porque terminan volviéndose obligación por este perfeccionismo de «tener que» ser perfecto. A pesar de ser consciente de este rasgo egoico, no me había parado a observar cómo lograba colarse a cualquier nivel y ámbito. De esta manera, cuando aparece el pensamiento, me pongo en modo «visión de túnel», me invade una obsesión por aquello que estoy haciendo, como si el microscopio fuera agrandando la lente y cada vez fuese profundizando en los detalles. Así, cada detalle toma magnitudes astronómicas y deja de tener sentido el todo porque la nimiedad, apenas visible en el conjunto, acaba por ocupar todo el espacio visual. La obsesión que tanto odio en los demás, es mía también. Me comporto cual cenutrio, sí es un juicio.
La caricatura sigue de la siguiente manera. Me vuelvo absolutamente inflexible porque esta obsesión forma parte de una personalidad compulsiva. Mi compulsión suele ser verbal: por la boca muere el pez, y tanto que sí. Sabiendo lo anterior, decidí controlar la compulsión y la única manera que encontré fue la represión e inflexibilidad. Rigidez absoluta. Comportamiento impecable. Lo que digo, lo cumplo y espero lo propio de los demás. Creo que sería un excelente dictador. Siendo más inconsciente que consciente, me disfrazo de flexible PERO siempre con las cosas que no me atañen personalmente. En cuanto algo entra en mi esfera personal, se pone en marcha el mecanismo de la rigidez absoluta. «Esto es perfectamente respetable hasta que no me afecte a mí, a la que me afecta, rechazo total, todo o nada, blanco o negro, etc»
Por ser visceral, lo primero que se acciona en mí es la rabia y también ha sido esta el motor de mi vida. A veces esta rabia me ha sacado de situaciones delicadas y hasta peligrosas y supongo que en una familia visceral como lo es la mía, la rabia ha sido el mecanismo que ha permitido la supervivencia y por ello ha sido legada genéticamente de generación en generación. La rabia ha sido también el núcleo de la creatividad, ese fuego interno que desencadena el «hacer». Y en este «hacer» se esconde el «hacer perfecto», la eficiencia, la maximización del beneficio, la obsesión por producir, la gula por adquirir conocimiento, siempre más y mejor hasta la saturación. Me paso de frenada y actúo compulsivamente. No tengo límite.
Compulsión e impaciencia. Una manera de lidiar con la compulsión y la impaciencia ha sido la represión, pero cuanto más reprimo, más presión interna acumulo y más tiendo a «hacer», me pierdo en el «hacer». Todo tiene que servir PARA algo, absolutamente todo tiene que tener un objetivo porque si no, no encuentro sentido a aquello que estoy haciendo y pierdo el interés. No sé hasta qué punto esto es perjudicial. La vida pierde sentido rápidamente cuando es contemplación y no producción. Asimismo los placeres no entran en el rango de necesidad y el ascetismo se expande en toda su amplitud. Otro axioma de base es la libertad e independencia absolutas que otorgan una sensación de ser propietario de nuestra vida.
La extrema focalización en el «¿para qué?» se extiende al terreno amoroso. ¿Para qué estoy con esta persona? Las relaciones de amistad no son problema porque no existe ningún objetivo en la amistad y tampoco debería existir en el «amor», pero lo cierto es que al cabo de un tiempo siempre me pregunto ¿Para qué estoy con esta persona? Y supongo que es porque de alguna manera no acabo de estar cómoda o en la misma frecuencia. No me pasa con las amistades pues cada una de ellas me nutre y yo siento que aporto lo mío, pero desde la independencia absoluta y por lo tanto desde la libertad pero con el compromiso pleno, la lealtad, y el desinterés. No me ocurre lo mismo en las relaciones amorosas y no sé si soy yo sola la responsable, el otro o sencillamente un «nosotros» mal articulado o no articulado.
Pero las relaciones no deberían servir para nada. Están y punto, como las de amistad donde se está y punto. Se comparte lo que se tiene y se puede y el resto plena libertad. ¿Por qué no se puede tener esto en el amor? Algunos dicen que es porque no se ha encontrado la persona adecuada, ni idea. A veces pienso que es porque el hecho de «estar en relación» ya obliga a una serie de presupuestos implícitos dejando, en realidad, poco espacio para la creación.
Pero esto ya forma parte de la elucubración mental, todo me lleva siempre a los mismos puntos porque son las oscuridades irresolutas e irresolubles que tengo pendientes. Y creo que no las voy a poder resolver desde el punto de vista mental, este es un claro ejemplo de cosa que hay que sentir desde la pasividad activa. Sentarse y observarnos desde nuestro punto de anclaje. La práctica no debería ser tan complicada y sin embargo… Todo es imperfecto y precisamente por ser imperfecto es perfecto. Perfectamente imperfecto, imperfectamente perfecto.