Laura se fue, se fue, me quedé solo con el Aura: la muerte y su poética descomposición.

Laura se dio cuenta de que se había perdido a sí misma pocas horas antes y sus cimientos se tambaleaban. Como todo recién nacido, estaba buscando su nuevo punto de equilibrio.

Se encontraba aterrizando del viaje cósmico. Había comprendido que para vivir era necesario morir cada día. Había comprendido que toda transformación era un proceso de tránsito lento, doloroso, pero necesario. Que la vida es un deceso, que vivir era fallecer. Que donde había vida había movimiento, transformación. Que de no haberla, sería estancamiento y que la parálisis producía podredumbre y fenecimiento. Todo atasco era atrofia y, por lo tanto, contrario a la vida.

Inconscientemente, en ese día de nuestro Señor, desvió su paso hacia aquel cementerio delante del que llevaba años pasando. En ningún momento había sentido el más mínimo interés, excepto entonces. La inundó un desamparo sin igual y una angustia le recorrió la espina dorsal y se le hundió en las entrañas. ¿Era eso miedo? Sí, y también desolación, rabia y tristeza.

Paseó entre los nichos erigidos en apartamentos conformando todos ellos anchas avenidas. Necropolis: la ciudad de la muerte, ¡Pasen y vean! Testimonios de existencias pasadas: «murió a los 80 años de edad», «a la edad de 45», «25 años», «11 meses». Hasta el perder un hijo guarda un designio divino. ¿Cuánto aprendizaje puede caber en once meses? El niño que enseñó a sus padres a perder. Baño de humildad. ¿Injusticia? ¡Que jodida es la vida! A veces hermosa, decían. Sí, a veces.

Se sentó en el centro del cuadrilátero y cerró los ojos. El sol de enero le calentó las mejillas, pero no pudo impedir que las lágrimas brotaran. El desconsuelo tomó las riendas de aquel instante. Dejó de respirar porque los sollozos se lo impedían. Ni ella misma pudo determinar el porqué de tan violenta convulsión.
Los cementerios eran uno de los lugares en el mundo reservado por los vivos para aparcar los restos. También construidos para los vivos, para soportar la pérdida, para tener un lugar al que dirigirse como consuelo. Aquel parque de cemento era más frío y lúgubre que la misma defunción porque la palabra enterrar significaba encerrar. Defunción, interesante término que pone fin a la función de función incierta.

No tenía sentido que no se pudieran inhumar a las personas directamente en contacto con el suelo de tal forma que lo que fuimos y seremos, energía y alimento para gusanos respectivamente, fuese. Pensó, no obstante, en todo el lucro que la muerte representaba. Desde el ataúd hasta el alquiler del nicho pasando por la materia prima, la mano de obra, acabados, los forrados, los follados, encerados para encerrar. El alquiler del nicho… este pensamiento le resultó morbosamente divertido. El alquiler del nicho… «¡Tócate las pelotas!». Era ofensivo para la inteligencia humana y no le cabía duda alguna de que en un momento delicado de pérdida, el hombre era un lobo para el hombre y le importaba un carajo si se jugaba con las emociones básicas de las personas. Se enfureció y aumentó su desamparo.

Laura lloraba con contradicción, abatimiento y rabia. Todos aquellos cuerpos abandonados en la oscuridad. Era lo único poético que podía encontrar en la esfumación.

-Te echo de menos, me echo de menos. Nos echo tanto de menos. No puedo imaginar la eternidad sin ti, me da miedo estar sin ti porque no sé estar sin más ni conmigo. No puedo, sin embargo, imaginar la vida contigo. Ahora ya no soy yo. Espero que algún día puedas decir lo mismo de ti, espero volver a encontrar tu esencia sin sentencia esta vez. Tenemos que dejar de ser nosotros para ser otros sin el nos.

El viento sopló con furia como si el universo reversara un odio violento.

«No has entendido nada, niña. No puedes echar de menos algo que nunca existió. Te echas de menos a ti. Echarás de menos muchas cosas porque no eres capaz de desapegarte tenlo presente. El recuerdo seguirá vivo, pero estará muerto. El recuerdo es el óbito del momento. Nada es nunca de nadie. Todo es mío. Te pondré delante todo cuanto necesites para evolucionar. Te cruzaré con personas, con situaciones de las que tendrás que aprender y tú elegirás el camino. Si aprendiste la lección, no tendrás que volver a pasar por un calvario. Si no la aprendiste volverás a pasar por el mismo camino tantas veces como sea necesario para que aprendas y tu legado de conciencia pueda pasar a formar parte de la conciencia colectiva. El designio es la elevación de la conciencia. Tú decides. Escucha tus tripas y nunca más te equivocarás.»

Había aprendido a confiar en el universo, a escucharlo y dejar de luchar aunque las arcadas se agolpasen en su garganta. Había aprendido a no excederse en la deglución, a proceder sin prisa, mas sin pausa. Siguió llorando sin freno, nadie más que ella estaba allí.

Sonó una canción, como un dolor en el cuello, «a pain in the Neck»
Laura no está, Laura se fue, Laura se escapa…

Y Laura sin Pausa cantó
Se fue, se fue y se quedó solo su silencio

Y la vida con él se me fue, se fue y solo me quedé con el aura.

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