La vida no tiene prisa para que crezcamos, evolucionemos y nos amemos. A nosotros, ergo al prójimo. Si desaparezco es que estoy luchando con cosas que no te conté, y tengo derecho a hacerlo, tanto a desaparecer como a luchar. Tienes derecho a decirme cómo te hace sentir que yo desaparezca, porque en mi inconsciencia egocéntrica soy incapaz de ponerme en tu lugar. En vez, asumes que te rehuyo. No nos comunicamos lo suficiente en profundidad porque nos desconocemos.
Cuando uno está callado y observa, se da cuenta de que todo estuvo siempre ahà pero no lo supo ver porque estaba en la reacción y no pendiente de abrazar aquello que tenÃa delante. Justo ahÃ, siempre ha estado al abasto de cualquiera. Solo se ve cuando se deja de esperar y de querer. Cuando se deja de reaccionar, cuando el sistema se calma y cesa el querer cosas, personas, actividades para sentir o perseguir no se sabe qué fin, aparece lo divino que está dentro de uno mismo.
Sentimos «per se» porque asà estamos hechos. Unos más por razones puramente fÃsicas, otros menos, pero sentimos. En el devenir de la historia, no obstante, se ha tergiversado la palabra sentir y se ha confundido con emoción, hoy lo veo, ayer no, asà es la vida. A veces se deja ver, otras se nos olvida aunque lo sepamos. Y volvemos a encontrarnos en el mismo punto sabiendo que ya lo sabÃamos. Tal es el milagro de la existencia y esta manÃa muy personal de dicotomizarlo todo para poder comprender. Esto iba a ser un texto inclusivo y, en vez de ello, toma un calibre analÃtico, tal es su dueña por la que siento un profundo amor.
Debatiéndose siempre en esta voluntad de comprender(se), la amo, no lo puedo evitar, me sale de dentro una oleada de ternura sin fin, un calor reconfortante, me dibuja una sonrisa siempre que percibo su bucle infinito empecinada en separar el grano de la paja. A veces le resulta imposible, y lo manda todo a tomar viento, enfadada con ella misma, sintiéndose inferior a su ideal de capacidad mental.
Un dÃa se levanta, después de un sueño reparador, cosa que no ocurre en demasiadas ocasiones, y lo ha comprendido TODO. Todo lo que hay que comprender ya estaba ahÃ.
Se despierta, mira al cielo, se ve rodeada de hermosura, se siente abundante, tranquila y solo siente amor por lo que tiene y por aquellos que estuvieron, están y estarán. No quiere nada, solo brota la felicidad de estar y de recibir. No existe el temor que la suele acompañar manteniéndola en un estado de alerta constante con el corazón latiendo fuertemente en el pecho y el miedo acechando detrás de cualquier nimiedad. No hay NADA en el TODO. El amor más profundo es verdaderamente el que nada quiere ni necesita.
Hace frÃo y gris. Es sencillamente perfecto. Se deja sentir y pasa a analizar, pero sin frustración, con la abertura mental y la aceptación de la contradicción, los intrincados idiomáticos, los siglos de maltrato e ignorancia inconscientes. Es todo perfecto, todo está en el lugar que le corresponde.
El sentir en cuanto a percepción va de fuera hacia dentro. Sentimos la brisa en la cara, el sabor del caramelo, el olor a canela, el tacto de una mano sobre nuestra piel, el quejido de un violÃn, el color y la forma de lo que nos rodea. Y notamos la presencia o la ausencia más allá de los sentidos.
Vemos, oÃmos, olemos, saboreamos, percibimos en su acepción básica… eso nos provoca una reacción interna que se traduce en emoción. Esa emoción ya es una reacción basada en la neura de cada uno. La traducción de lo meramente fÃsico a la reacción es lo que debemos observar, como observadores vitales que somos.
Esas percepciones originan unas emociones interiores, dicen que son cinco las originales, y vamos a tomarlo como axioma de base porque algún fundamento tenemos que empezar a plantar para poder seguir construyendo hacia arriba: La alegrÃa, la tristeza, el miedo, la rabia, el asco.
Aquà es donde deberÃamos parar. ¿Qué nos provoca esto, eso, aquello? Y basta. No hay más. En cambio construÃmos hacia arriba sin ser consciente de que, a lo mejor, los fundamentos se asientan sobre arenas movedizas que desconocemos porque nunca nos hemos zambullido realmente en nosotros mismos, en nuestras marismas. Nos estamos equivocando constantemente porque seguimos la reacción y la materializamos en cosas, en personas, en actividades.
Y en este punto traducimos y traducimos mal. El miedo se convierte en millones de cosas tales como la angustia, la ansiedad, la náusea. Para paliar ese miedo, no reconocido como tal porque no lo llamamos asÃ, nadie nos educó para tales menesteres sino para continuar produciendo y reaccionando, nos creamos un sistema de respuestas. Yo tengo miedo estructural, nacà asÃ, con el miedo en los huesos, no sé por qué pero siempre siento miedo, es un miedo que recorre el cuerpo y estás en sistema de alerta máxima, hipervigilante. Es algo fÃsico, el cuerpo está fÃsicamente reactivo, predispuesto a correr si es necesario. Es genético o epigenético, no tiene una base psicológica, sin embargo, la psicologÃa que de ello deriva es construÃda y tiene consecuencias. Si no aprendo a aceptar que mi percepción del mundo deriva de un rasgo sobre el cual no tengo poder porque es genético, seguiré siendo inconscientemente reactiva el resto de mi vida. En cambio si sé que soy reactiva, eso no anulará la reacción sino que la hará consciente para aportar mayor claridad en el momento de la reacción.
Para mitigar el miedo y la angustia vital que de él se derivaban, aprendà a hacer. Hacer, hacer, hacer haciendo. Sin descanso. Y cuanto más hacÃa, más se acrecentaba la sensación de miedo. Aprendà a alimentar a la bestia en vez de parar y no hacer nada. Sencillamente, confrontar este miedo estructural, abrazarlo y decir «es lo que hay». A partir de aquà hagámonos amigos y aprendamos a convivir juntos. Te amo, me has ayudado a llegar hasta aquÃ, ahora te integro y aprendo de ti. No te niego bebiendo, haciendo, comiendo… cualquier -ando o -iendo habidos y por haber.
Llamamos sentimientos a lo que tan solo es una reacción. El amor no es un sentimiento, es un estado. Somos amor y, a veces, estamos en amor. No se puede estar en amor siempre pero somos siempre amor. ¡Qué grande!
Somos seres emocionales porque tal es nuestra naturaleza y no somos nadie para juzgar si otro lo hace mucho, o muy poco en referencia a nosotros. Somos y punto.
No hay que hacer nada solo mirar alrededor y mirar bien adentro.
Parece mentira que lo esté diciendo yo, pero es asÃ. Siempre se puede elegir entre un camino y otro y la elección depende del grado de conocimiento y escucha que tenemos de nosotros mismos. Y esto iba a ser un texto corto de domingo e inesperadamente, como todo lo bueno de la vida, ha resultado extremadamente fructÃfero. Si has llegado hasta aquà y eres real es que algo de cierto sentiste en estas lÃneas.