Tuve la deferencia y la inmensa gentileza de llamar a Beatriz para invitarla a pasar el fin de semana conmigo a Albacete.
-Beatriz, estás muy buena y me pones mucho, ¿Qué haces este fin de semana?
-Joder, rompí nuestra no relación anoche ¿No lo recuerdas?
-Me apetece arrancarte las bragas en Albacete. Si no vienes tú invitaré a Donatella, mi amiga de 83 años residente en Bullas, Murcia, no para arrancarle las bragas sino para tocarte los cojones a ti. Aunque no sé si vendrá pues está siempre muy ocupada y tiene patos a los que alimentar con mendrugos de pan seco.
-Pues anda y que te den en Albacete con la octogenaria.
-No tienes alma Beatriz, eres una cabrona.
No me dio tiempo a más porque mi ex me había colgado el teléfono. Mi ex (2019-2023).
El viaje a Albacete desde mi Málaga natal prometía ser una epopeya épica. Me desviaría hacia Murcia para recoger a Donatella que seguramente andaría con alguna infección bucofaríngea debido a su pasión por los patos y la necesidad de besar a alguno. Quizás arrancarle las bragas a Donatella no sería tan mala idea después de todo, nos podríamos dar un gusto a dos. Llamé a Donatella aunque para no sonar desesperado hice caso a Federico Lupi «Che pibe, hacete la paja».
Precisé de material degradante como lo eran las fotografía que atesoraba de Beatriz, todas ellas acartonadas de tanto usarlas. Bueno, en realidad yo no era el único usuario de aquellas fotografías pues por mis aposentos pasaban un sinfín de enanos que les metían mano. Beatriz era muy guarra y su axila exuberante obraba milagros. ¡Menuda axila tan exuberante! Suspiré por ella. Pero Beatriz era una jodida existencialista y la fornicación resultaba complicada. Siempre buscándole un porqué a todo. Con los años dejó el existencialismo y se volvió esencialista, literalmente bastante más complicado de explicar porque todo se quedaba en el éter. A Beatriz con dos latas de guisantes la hacías feliz quizás también por eso me gustaba tanto. ¡Suspiros por aquellos maravillosos años! Me gustaba follármela delante de los chinos.¡Ay!
Me eché una mano con todos aquellos recuerdos. No era normal que Beatriz me pusiera tanto. Me gustaba tocarme el pito pensando en ella y en su axila, era mi forma de expresar lo que sentía porque yo soy un romántico new age. Fantaseé:
-Axila, ¿Cuánto te queda por llegar?
-Ay cari, estoy llegando
-Si me dejas que te chupe un poco hacemos la fiesta de la leche condensada
Veinte minutos más tarde volvía a ser persona aunque de mano pringosa. Me fui a la ducha para sentirme limpio de nuevo. Sentía la imperiosa necesidad de estar limpio. Según Freud yo tenía un carácter anal.
Tanto preparativo me había desviado de mi objetivo principal: Albacete. Antes llamé a Donatella para avisarla de que iba a pasar a recogerla.
-Querida amiga de 83 años y por lo tanto alejada de ser la persona con la que yo mantenía una no relación…
-¡Ignatius!
-¡Qué suspicaz eres coño! A ti no se te puede engañar.
Donatella se quedó dormida no por ello dejé de informarla sobre nuestros planes.
-Te informo de nuestros planes, nos vamos a Albacete. A lo mejor te chupo una teta, según me dé. Nunca me has enseñado una teta Donatella. No tienes alma tu tampoco. Las mujeres de mi vida son todas unas desalmadas y unas frescas. Anda seguro que ya estás pensando que soy otro, el del taca taca que te hace insinuaciones con la dentadura postiza cada vez que pasa por delante de tu habitación. Qué insistencia el salido.
Colgué el teléfono.
Como era carnaval me disfracé de satisfayer con orejas de conejita, si me hubiese visto un cocodrilo habría terminado entre sus fauces despiadadas. Menos mal que no habían cocodrilos en Málaga, tampoco en Murcia y dudo de que los hubiera en Albacete aunque ya se sabe cómo son los albacetences, albaceteños o albaceteñas… puñeteros.
Antes de partir tendría que meter en mi mochila las cremas rejuvenecedoras elaboradas con extracto de babas de caracol coíno de mi tía la pirata, pasar a recoger un libro, ir a la farmacia y al súper. ¡Cómo odiaba ir al súper! Después iría a lo de mis padres porque era sábado y mi madre siempre tenía un buen plato de macarrones con tomate y queso.
Podría ir a pasear al parque de los patos y darles de comer mendrugos de pan seco mientras la risa de Beatriz sonaba en mis auriculares. ¡Qué risa! Habría que erigirle un monumento. A su risa, a su axila y a sus pies.
¡Qué pies! De repente sentí de nuevo… mierda… así que interrumpí toda suerte de preparativos y me dispuse a asistir a mi degradación espiritual esta vez con la foto de sus pies y opté por ponerme las manoplas para sacar la bandeja del microondas cuando está caliente. Una desvariación típica que hacía la vida mejor y las pajas más variadas. ¡Cuánta genialidad! Inmortalicé el momento con la cámara polaroid en forma de sonrosado cerdito, le enviaría la foto a Beatriz para ponerla celosa. Vería cómo de bien me lo pasaba solo.
Luego me quedé pensando en qué se diferenciaban paparajote y carajote . No recuerdo más, adiós a las cuestiones filosóficas que me mantenían entretenido. Desperté pasado el mediodía y me fui a comer macarrones. Albacete y Donatella tendrían que seguir aguardándome.