Cuando las calles todavía no se han puesto: Amanece que no es gerundio y una retahíla de mierda dicotomizada.

Me gusta pasear cuando las calles todavía no han sido estiradas, cuando el hombre sigue aletargado y pegado a las sábanas, cuando el mundo todavía mantiene el zumbido nocturno, pero despuntan ya los grititos del sol.

Es entonces que el viento perfumado de tranquilidad y paz inunda de profundidad y quietud los pulmones. El corazón bombea la sangre cargada de sosiego impulsándola hasta los confines del cuerpo. Todos los capilares se distensan permitiendo que el sorbo de vida ahogue cada célula. Se crea así la inteligencia compartimentada cuya unión desemboca en una armonía vibratoria. Conocimiento compartido, euritmia eufórica, eufonía afónica, todo bien dispuesto al amanecer.

Amanece y no es gerundio aunque amaneciendo nos descubrimos algunos con la bocanada de hiel y en la boca nada de miel. La rima consonante asoma fruto de la dicha consonancia afinada mientras que la asonante fricativa duerme en la aliteración para que haya poca fricción en los órganos fonatorios. De estrecha abertura los follatorios se quedan en frígidez frugal. El vigor atrae a la misma energía, la sabia savia de la existencia. La ausencia acrecenta la falla que no folla, fallo, follo con el diccionario. Mierda inmunda del mundo, enmudece por favor.

Un día más por delante, una hoja de calendario menos, estamos en medio de un mar de certeza e incertidumbre. Entre el cielo y el infierno, entre la vida y la muerte. Cada minuto que pasa es un minuto de exaltación o de perecimiento, de nacimiento u óbito. Poca elección tenemos más que la de posicionarnos del lado que queremos experimentar: florecer o fenecer tal es la simplicidad de la cuestión y, sin embargo, qué complicado es tomar posición cuando la mente irrumpe ensuciando la sensación o la sanación.

Las calles no han sido puestas, el sol se despereza, el alba apunta bajo y el humano… ¡Ay el humano! Divina imperfección que solivienta los cielos terrenales soliviantando las rectitudes encaminadas.

¡Cuánta diversidad sin diversión, animadversión, animación sin admiración aunque admirada mirada sobre esta miríada tan apocada!

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