El que come hamburguesas es porque tiene hambre de burguesa. Es una persona que no gusta de ser vulgar, es educada en demasÃa, tanto que chirrÃa, correcta en extremo y rÃgida en sus ademanes. Para estas personas lo que es justo, es perfecto y cada vez que abren la boca, no solo para ingerir el manjar que nos ocupa, sientan cátedra.
«Es asû, dijo Blas Punto Redondo.
Pues nuestro Blas mantiene un frente abierto con su chica, la Yenni, a la que las hamburguesas le provocan unas diarreas explosivas de las que podrÃa morir si se diera el caso. En los titulares de los periódicos aparecerÃa lo siguiente: «Muere por comer hamburguesas de una parada cardiorrespiratoria» ¿Y de qué va a ser sino? ¿Alguien ha visto morir a alguien sin una parada cardiorrespiratoria? La actualidad está llena de perogrulladas, prueba irrefutable de la involución de nuestra raza. Al leer las noticias uno se siente en retroceso mental, minusvalÃa aguda, enfermedad crónica verbal.
Naturalmente, la Yenni, no prueba bocado cuando ve a Blas deleitarse con el bocadillo caliente y cerdear con la salsa, el pepinillo y las patatas en condiciones orgiásticas. Con los bigotes pringosos de ketchup y miguitas de pan, las manos grasientas de chorretones de aceite y la hamburguesa descompuesta de la que hay que dar buena cuenta con celeridad, Blas sonrÃe satisfecho y a cada bocado de placentera marranada parece experimentar la culminación gustativa. «La petite mort» como lo llaman los franceses, nuestros gourmets por antonomasia. Uno dice «La France» y seguidamente el resto imagina las delikatessen más absurdas y climáxticas. La Yenni experimentaba «La grande mort», el espasmo final, el gran desenlace de la última temporada, la descomposición última.
-Joder Blas, qué puto asco me da verte comer hamburguesas, es como verte entre muslos ajenos. Parecen mujeres abiertas de piernas.
-¡Pocas has visto tú!
-¡PoquÃsimas, porquÃsimas! No soy dada a esta ambrosÃa por la que muchos parecen perderse de cabeza solo los viernes y/o los sábados y/o los domingos. En «Super size me» no hay dÃas especiales, todos lo son.
Blas frunció el ceño como no queriendo entender. Era aquella una querella del carallo y ocurrÃa al menos una vez por semana cuando a Blas se le antojaba deleitarse el espÃritu y el paladar. ¡Qué poco empática era la Yenni! Los separaba el amor universal por las burguesas. Ya se veÃa venir que aquella romántica historia durarÃa lo que dos hielos en un whisky on the rocks sabinero.
-No sé cómo puedes engullir eso, especialmente cuando todo se desmorona sin ton ni son. Si al menos te lo comieses con cuchillo y tenedor, todo ordenadito, pero no, con las manos y a lo salvaje.
-¿Quién es el débil mental que se come la hamburguesa con cubiertos?
-Yo, Blas, joder, yo.
-Tú no tienes alma ninguna, como lo demuestra tu predilección por los pimientos. Eres una marrana que come porquerÃas. Yo creo que no podemos ser ni amigos.
La Yenni, cuya perspicacia no conocÃa de lÃmites, sabÃa muy bien que Blas no aceptaba la chabacanerÃa y que la hamburguesa era soez hasta en la esencia de su concepción. Su nombre rezaba lo contrario y, al engullirla, se comÃa uno a la burguesa que representaba las ganas de ser de alta alcurnia y, por lo tanto, se aceptaba la vulgaridad pues se hacÃan desaparecer las ganas de ser, pero lo cierto es que se incorpora in corpore. Hay un hambre desmesurada por la clase pudiente que nos lleva a las partes pudendas. Nos comemos las vergüenzas con ansia.
No debemos subestimar la importancia del subconsciente. La sexualidad irrefrenable es necesidad de fusión que pasa por el sexo. Para algunos es como ir al cine, un acto más al que no se le debe achacar emoción alguna.
Para otros es intimidad y fusión, apertura al mundo interno.
Blas y la Yenni intentaron salvar sus diferencias, fueron a terapia de pareja y durante muchos meses pareció dar resultado, pero la cabra tira al monte, Blas a la burguesa y la Yenni a los pimientos. Se deshizo el encanto y aquellas personas bonitas que un dÃa pensaron ser almas gemelas, descubrieron sus divergencias más acérrimas e insalvables.