Ahogo. Huida, la realidad cae como un vaso de agua conjurada, maldecida. No quiero estar aquí. Quiero salir de este túnel. No sé qué es pero algo por dentro aprieta. Como un pozo sin fondo que ahueca las entrañas y traga sin regurgitar nada. Un nudo constante alrededor del cuello. Ella es así, doble. Una cara vista, una cara oculta, la una sin la otra no puede existir. ¿Quién gana la partida? A veces la oquedad se apodera del espacio y en ella se pierde hasta el dolor. Inerme, no quedan ni las espinas. A veces la plenitud resurge de esa mala hostia tan bien puesta, cuando la necesitas.
Hoy es una desazón que quema. Repta desde las tripas, se abre paso hasta el pecho, oprime, imprime una inquietud y llega hasta la garganta cortando el paso del aire. Automáticamente nace el impulso. Coger toda mi vida, meterla en el maletero del coche, carretera y manta. No encontré aquí lo que me afano por buscar que tampoco sé qué es. Trato de plantar semillas en un lugar, pero no doy tiempo a que germinen, no riego el campo, la tierra sigue yerma. Rumiación perpetua, «sí pero no, no pero sí», «¿Por qué?», incertidumbre, sensación de hastío, esta huida de uno mismo.
Salir corriendo porque se puede. ¿Qué me ata? La nada ¿Qué voy a buscar? La nada, la atemporalidad, la intemporalidad. No hay nada en ningún lugar, pero algo debe haber porque es demasiado intensa la pulsión que responde a una creencia hondamente arraigada. Es como si te buscara a ti fuera de mí, como si quisiera encontrarte sin buscarte. Es una necesidad de proximidad que no puede desfragmentarse de ninguna manera.
Que ya todo da igual. Algo se queda, lo mismo que viene o va porque siempre estuvo ahí. Alimento el agujero con migajas. Nunca entiendo la opresión y la ausencia como algo presente. Siempre una reacción sigue al murmullo que hoy deja de ser susurro y se convierte en grito. Hoy tu voz se desgañita resquebrajándose. Sé que no eres tú. Tú ya no estás, no estás, te ocupaste de no estar quizás ni siquiera estuviste nunca. Veo, busco tu figura y oigo tu voz, no obstante, como si no te hubieras ido. Mente enferma la mía.
Algo pulsa desde el interior. Es una desesperación a la que tengo que atender y que desde hace unos días se va manifestando en un baile de muertos. A veces dice hola y adiós rápidamente. Desaparece aunque ahora sé que se mantiene agazapada en la oscuridad esperando el momento de arremeter de nuevo con sus cánticos fantasiosos y melifluos. Es hermoso dejarse llevar por los sueños.
No, no eres tú. Soy yo. Tú eres tú, tu nombre nunca importó solo eres la materialización de todas mis carencias. Yo te creo, creando un monstruo pero no eres tú, eres yo misma. En ti veo lo que necesito, abrazo mi propia mentira, proyecto todas las esperanzas de encontrar eso que busco y que, a palos de ciego, sigo buscando. Te encuentro, deja de doler, alimento un poquito al monstruo, siempre a la misma hora aunque a veces en diferido, te vas, me quedo conmigo y vuelta a empezar. Hasta mañana.
Huyo lejos en esta rueda de hámster que soy yo misma. Corro para no ir a ningún lado, sembrando esperanzas que no enraízan porque la tierra está equivocada, no dejo tiempo y el agua seca, la sed aprieta, el vaso es el equivocado, parece agua, me embriago, momentáneamente deja de doler, se pasa el efecto de la mentira, y estamos de nuevo en la noria. En otro lugar, con otro nombre, otro rostro, otra voz. No hay realidad, me doy cuenta de que nunca la hubo.
Tendré que quedarme aquí para no salir volando ante este cambio de aires. Huele a nuevo y no me gusta. Huele a sendentarismo, a estancamiento y a muerte y no me gusta nada.
En cambio, estancarse es ir a buscar fuera lo de siempre, más aridez, sequía, el verano se acerca y aquí no llueve. ¿Quién va a plantar nada? El estanque no deja de mermar.
El balcón de una celda con vistas al mar, no está tan mal, hay cosas peores. ¿Es contentarse? Quizás empiezo a tener edad de contemplar la contentación como la opción única y real. No es resignación, es aceptación de la realidad aunque lo viva como acatamiento.
La solitaria melodía de un piano de cola vuelve de dónde lo dejé veinte años hace. ¿Volverán a escribirse los versos más tristes en esta noche de eclipse?
«Confía» me dijo una voz…