Miguitas de amor: Sigue el camino de baldosas amarillas ranita. Salta, vive, ríe, hazme vivir a través de tu alegría. Aliméntame muñequita.

«Un perro hambriento sólo tiene fe en la carne»
– Anton Chejov –
uno de mis escritores preferidos

«Una, dos, tres, cuatro… las miguitas no son para los patos, son para ti, princesa. Mi reina, mi Diosa. Son para que te acostumbres a encontrarte algo cada mañana, regalitos en forma de notas, mails, mensajes. Soy para ti, cariño, vine a amarte a ti, es imposible no quererte. Te inundo con mi amor, te desbordo el corazón, te arrebato la atención. No puedo con tu belleza, eres tan hermosa… Eres perfecta. Eres la luz en mi oscuridad. No hay nadie como tú, seguramente siempre fuiste tú la persona con la que debía cruzarme. Somos destino, somos… almas gemelas.»

Es diferente, es bueno, inseguro, introvertido. Se hace el pequeñito, el humilde, el comprensivo. Te sientes protector de su pureza, «Conmigo no vas a sufrir, estás a salvo». Te sientes a salvo también tú, te da seguridad y confianza a raudales.

La piraña en el bidé aguarda a que pongas el culo para morder. El escualo sondea las aguas, el cocodrilo, al acecho, espera tu despiste sin respirar para abrir las fauces.

Una tímida incursión en terreno sexual te pone a prueba. ¿Quieres jugar conmigo? Puntos suspensivos. La subida de una octava implica muchos grados. Te obliga a forzar la voz, pero todavía es agradable, te desnudas y descubres que su osadía «te pone». La parte de malote también. ¿Dónde está la timidez?

Se vuelve enfermizo, la pasión empieza a latir en tus venas. El bajo vientre demanda atención. Hambre voraz de… es llevar dentro a un extraño pasajero que se despierta, desea salir, te rasga las entrañas. Las tripas se tensan y duele entre las piernas. Es pura lascivia y a la piraña no la has visto todavía. Es tu lujuria, te ha manipulado para que la sientas, para que te dejes subyugar por ella. Ese es tu poder, lo llevas dentro, sientes pulsar en ti la vida. Eres fuego, hoguera y hogar. Eres pecado, toda tú, eres vicio, perversidad y transgresión.

Las infamias que te susurra entre suspiro y suspiro son de otra dimensión. Es oscuridad atrayente, directo, desvergonzado, de remilgos desairados. Es un canalla que te endiosa y te utiliza por momentos como instrumento de sus pasiones. Lo deseas enfermizamente. Te cosifica y lo pides a gritos, te gusta ser objeto de su necesidades animales. Sientes que algo no está bien, pero no lo puedes evitar. Ya no estás en tus cabales y anhelas más. Te consumes.

Te sientes mujer como nunca nadie te ha hecho sentir. Ese orgullo, ese control te atrae, estar contra la pared sin poder moverte, te perturba, te arrebata el alma, te seduce, te obsesiona. Más.

Con un halo de aplomo, seguridad creciente de poca o ninguna reacción emocional, te embruja burdamente. La piraña afila los dientes, ya la estás alimentando con tu deseo, con tu necesidad.

Su control temperamental se opone cada vez más a tu descontrol propio. A medida que pasan los días, la feniletilamina te va dejando ciego y sin recursos. Más, quieres más, necesitas más. Cuanto más comes, más hambre tienes, más desequilibrio. La piraña menos apetencia tiene porque tu glotonería la alimenta. Se retira, ya no está, incrementa tu necesidad. Perdiste el gobierno de tu navío. Las teclas del piano están al descubierto, las toca cuando y cómo quiere y tú danzas cual marioneta.

Los mensajes son ambiguos, ni rastro de «yo siento». Suena aséptico y hueco. Te alivias de tu propia intensidad. Estás cómodamente a disgusto, extraña, hay una bolsa vacía delante en la que vas metiendo tu turbación, más turbación, desasosiego, exaltación. Más y más. No te devuelve nada, no hay reacción, no te cargan sus emociones. Las pirañas no sienten, solo quieren comer.

Su comida eres tú, tu reactividad, tu falta de gobierno, tu locura, tu oscuridad, tu poderío, tu alegría, tu jovialidad, tú, tú y tú. Hay más tús. Hay otras tús, todas ellas hermosas, sensibles, hadas de luz, criaturas limpias y puras.

Sois sus muñecas, sus marionetas, sus ranitas «salta bonita, salta» y tú saltas hasta que se cansa de hacerte saltar y, cual escorpión, clava su aguijón. Ya no interesas, eres un juguete roto.

Volverá cuando te remiendes, siempre vuelven… no lo mires, escuches más, es un niño caprichoso. Ignóralo, deja que su agujero negro lo consuma. CORRE hacia la luz y riéte de tu necesidad.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s