«El péndulo de la mente se alterna entre el sentido y el sinsentido, no entre el bien y el mal»
– Carl G. Jung –
¿De dónde venimos?
Aprendí y acepté que la vida iba surtiéndonos de aquellas enseñanzas que necesitábamos para elevar la consciencia propia. Jung decía que el 90% de nuestros procesos mentales son inconscientes y que, cuando pensamos haber elegido concienzudamente a través de la reflexión, en realidad nuestro inconsciente lo ha hecho por nosotros. ¿Dónde queda el libre albedrío?
Por ello, para Jung, nuestra responsabilidad recaía en tomar conciencia de esta inconsciencia. Así, nuestro inconscienciente quedaría cada vez más expuesto a la luz. La suma de inconsciencias individuales que forma el inconsciente colectivo también quedaría entonces reducido. Si cada uno barre para su casa, trabaja para el bien común. Haciéndome el bien, te hago el bien.
«Las grandes decisiones de la vida humana tienen, como regla general, mucho más que ver con los instintos y otros misteriosos factores inconscientes que con la voluntad consciente y el sentido de racionalidad.»
¿A dónde vamos?
El primer objetivo, compartido por cada uno de nosotros, es aportar más luz a la humanidad y por eso cada experiencia personal es tan sumamente importante. Cada vida es un fractal de luz que, compartida, hace que los que nos siguen tengan el camino más iluminado.
Entre el reino de los dioses regido por arquetipos (inconscientes) hasta el reino de la iluminación y de la autorrealización en el que «el sí-mismo» impera dejando un ego degradado y expuesto a su mínima expresión, hay un largo camino por recorrer. El camino del héroe donde el objetivo es el mundo, «el sí-mismo», la esencia, el corazón de la cebolla sin las capas exteriores.
«La gente va a hacer cualquier cosa no importa cuán absurdo sea, para evitar hacer frente a sus propias almas»
El viaje:
Cada etapa es un hito en el que podemos detenernos por tanto tiempo como sea necesario, incluso siendo nuestro destino final. Llegaremos hasta donde nos sea posible crecer. No todo el mundo está destinado a pasar por todas las etapas. Asumimos que, como en la sociedad, hemos venido a hacer «algo» y ese «algo» es nuestro cometido en la vida, es arrojar ese haz de luz al inconsciente colectivo. Unos vienen a sanar unos males milenarios, otros a ayudarlos, otros a provocar esos males. Todos tenemos un papel y ninguno es más o menos importante. Somos iguales de necesarios porque sin ti, sin mí, sin ellos, no podríamos ser quienes somos.
1. Primeros pasos, somos niños no importa la edad:
El ego se resiste, se protege, todavía no está preparado para verse. Hay lucha y una mirada acusadora dirigida hacia fuera: TÚ, VOSOTROS. Victimismos varios: «no es mi culpa, es la sociedad, son mis padres, es Pepe»
Se ponen en marcha todos los mecanismos egoicos, se desentierran las emociones aprendidas, nos cerramos en banda, no hay mayor ciego que el que no quiere ver: la proyección, la acusación, la evitación, el hacer compulsivo, el orgullo, la ira, la agresividad… El sistema aprovecha nuestra evasión para colarnos todo tipo de engaños, productos y servicios. Nos sentimos más aliviados, momentáneamente. Escapamos. Volvemos. Seguimos trabajando evitando aquello que tarde o temprano vuelve a manifestarse con otro nombre, otro color y el mismo olor de fondo.
«Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan la consciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas TE SOMETE, lo que aceptas, TE TRANSFORMA»
2. Adolescencia del alma:
Tras pegarnos reiteradas hostias, cada vez más dolorosas, pues el tiempo pasa y uno empieza a estar cansado de siempre salir escaldado y magullado en el mismo sitio, empezamos a pensar que QUIZÁS, solo quizás, cabría la ínfima posibilidad de que estuviéramos haciendo nosotros algo para caernos siempre del mismo lado. El dolor residual que queda termina convirtiéndose en una hipersensibilidad de tal forma que cada sopetón nos duele antes por acumulación.
«Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz, sino haciendo consciente la oscuridad. Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino»
3. Joven adultez:
Seguimos transitando por el sendero de la vida. Entretenidos con la búsqueda de un empleo, de una vivienda, de una pareja. Lo normal. Si tenemos «suerte», encontramos todo a la primera y nos instalamos en una comodidad envidiable para aquellos que siguen en una lucha encarnizada contra el sistema, contra ellos mismos, contra todo. Algunos han venido a respirar tranquilos. Los demás seguimos con la guerra, la búsqueda de «algo»
«El inconsciente no es algo malo por naturaleza, es también fuente de bienestar, no solo oscuridad, sino también luz, no sólo bestial y demoníaca, sino espiritual y divina.»
4. La adultez:
Vamos limando algunas asperezas pero sobre todo vamos encostrándonos en el ego. Nos asimos a lo que fuimos. Nos perdemos por no querer perdernos en el descubrimiento. Buscamos sin realmente querer encontrar porque hallar respuestas implica realizar cambios profundos. Los cambios son destrucción y olvido de uno mismo, de nuestra identidad, de lo que siempre pensamos que fuimos. Repetimos patrones aunque sean destructivos y paradójicamente preservamos aquello que nos destruye por no querer fragmentarnos y reconstruirnos.
«El inconsciente es la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales»
5. La inevitable ruptura del «yo»
Una vez se llega a la gran debacle, aquel demonio último que aportará el caos y la devastación necesarias para abrir la Torre causando caos, catástrofe y ruina desencadenando la noche oscura del alma. Uno comprende que nada de lo que se diga o haya dicho ha tenido nunca la menor importa. Lo único que importa es lo que se haga, los hechos. Las acciones son las que quedarán, así la acción sea el silencio.
«El inconsciente puede reservar mensajes esenciales para los oídos que sepan ponerse a la escucha»
Cada vivencia que nos trastoca es en ella misma una entrevista con el diablo de la cual no podemos salir más que cambiados, con un poco más de luz arrojada a aquello que nos duele. Sin embargo, llega el día en el que uno debe enfrentarse a la base de su miseria más profunda, el origen del vacío interior, aquello que origina el despliegue y la formación del mismo ego, lo mismo que nos salva de la autodestrucción y que a la vez nos está destruyendo.
«Ningún valor psíquico puede desaparecer sin ser sustituido por otro equivalente en intensidad»
El ego, el ego inflexible y reactivo que reacciona de una manera preestablecida a idénticos estímulos y hace que nos comportemos como animales: aparearse, anidar, emigrar. Y así, de generación en generación, los humanos vamos repitiendo patrones a base de copiar el de nuestros padres y pegar ese modelo adaptándolo a nuestras vidas, a nuestra época.
A partir de este punto en el que uno despierta empieza la verdadera partida de ajedrez.
Mañana más sobre las infinitas posibilidades que ofrece la vida y la búsqueda de nuestro destino personal como individuos y no como colectivo, aquello que realmente vinimos a hacer a parte del bien común.
Me gustaría conservar la inocencia de cuando era un niño, ese no saber que el fuego quema, que tus padres no son inmortales… creo que cada golpe que recibimos, y que damos, nos hace un poco más feos… ¿hay alguna forma de hacer el camino a la inversa?
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Buenas, es interesante tu apunte porque creo que todos querríamos volver atrás. Creo que se puede retroceder y de hecho sería lo ideal. Mira que el Tarot, más allá de lo que podamos creer o no creer, nos dice que el objetivo es volver a ser el loco pero con toda la experiencia adquirida a lo largo del camino. Esa inocencia la llevamos con nosotros muy dentro. La olvidamos debido a los hostiazos que nos da la vida, para que aprendamos, si no, nuestro paso por aquí no tendría sentido (a lo mejor no lo tiene pero no podemos vivir suspendidos en el sinsentido por eso necesitamos encontrar el porqué). Una vez nos llenamos de experiencias y nos miramos realmente por lo que somos, sin miedo y sin juicio, somos capaces de volver a ver la vida desde el no apego, desde la inocencia y desde la humildad del niño que está dispuesto a ver en el saco de canicas un tesoro. Gracias por tu comentario, se siente la nostalgia, créeme, compartida. Un abrazo.
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“Es tan Simple ser Feliz… Pero es tan Difícil ser SIMPLE.”
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