Joder, ¡Cuánto cuesta hacerse mayor!: qué dolor, qué dolor, qué pena, la niña se fue de casa. (Por fin)

Creemos que somos solo la presencia de lo que parecemos ser, pero lo que parecemos ser es solamente el traje, el personaje interpretado por lo que yace debajo.
Somos la presencia de una ausencia que no somos capaces de percibir y de la que nada sabemos. Así que decimos que es un vacío y lo evitamos.

– Ramesh S Balsekar –

Finalmente, y después de casi cuarenta años, empezaba a aceptar que me daba miedo morir sola pero a la vez le tenía pánico al compromiso. Cada acuerdo tácito que había asumido y ya iban 99, representaba una losa de obligaciones morales que erigían un absurdo muro entre ese «yo» que parecía ser y el «yo» que realmente era.

No podía dejar de buscar compañía aunque fuera esta ridículamente contraria a mí. Pensaba que modificando mi traje, llegaría a caber en el traje del otro. Casi siempre terminaba en desastre y no porque el disfraz fuera de sastre, sino porque pese a ser un parecido, algo externo que nada tiene que ver con lo interno, la parte interna rechazaba ser encorsetada para siempre y no poder seguir su expansión natural, que era la razón de ser de mi ser. Tenía que buscar a alguien que me dejara seguir creciendo y que de forma natural buscase él también un desarrollo personal. Sin prisa pero sin pausa.

¿Cómo saber el qué se busca si no se sabe ni que se está buscando? Que qué… Las tildes tienen su qué.

Con el tiempo uno reconoce ciertos patrones en uno mismo, imposible de otro modo. Uno va viéndose en plena acción, en el ego, en la esencia, en la falta, en la dependencia, en la ira, en la agresividad y hasta que la muerte nos separe debe jurarse amarse y respetarse porque de otro modo no funciona. La peor parte, no por difícil sino por costosa de reconocer, es sin duda la identificación y el poner la palabra que describa a la acción. Etiquetar sí, aunque los tiempos y los gurús dicten que no debemos encasillar. Para poder liberarnos de ello, el paso previo exige un encapsulado y es necesario tirar de ego en esos momentos, pues lo que estamos haciendo es atrapar a nuestra sombra in fraganti y coserla a nuestros pies, como lo hiciera Peter Pan en su día.

Lo que está en vías de desarrollo en estos momentos es la salida de la dependencia. Nunca he sido realmente independiente porque nunca he vivido por mis propios medios. Aunque llevo fuera de casa desde los 23, aunque haya vivido cada año en un lugar distinto, tenga mi trabajo, sea económicamente solvente y aparente ser una ciudadana normal, cuando las cosas han ido mal dadas en el terreno emocional (y eso ha sido siempre), vuelvo al nido familiar a buscar refugio.

Así, cultivo relaciones con personas igualmente dependientes que todavía no han volado del nido porque esta es la parte más complicada de todas. Primero por la sutileza de los lazos, segundo por el reflejo que tenemos de nosotros mismos y por el cuento que nos contamos de nuestra historia. No, lo más difícil es la desvinculación familiar. Incluso el más evasivo de los hombres lo es por un vínculo profundo que le hace ser evasivo. Es una reacción, nunca una acción. Como me da miedo la dependencia, porque en el fondo sé que lo soy, me da miedo la vinculación y no dejo de buscar lazos de pacotilla que sé que terminarán quebrándose repitiendo un patrón no sanado de la infancia que es el abandono y el rechazo.

Soy una dependiente creyéndome independiente para poder buscar personas que son dependientes bajo un traje de independencia. Un puto teatro sin sentido que tiene todo el sentido del mundo por nuestra profunda inconsciencia y pereza y para mantener viva la imagen que tenemos de nosotros mismos, para poder seguir identificándonos con algo que tiene raíces en la infancia y de lo que no somos ni siquiera conscientes pero cuyos resultados son comprobables en la vida adulta. «Dime cómo te relacionas y te diré lo que te pasó» o su variante popular «dime con quién andas y te diré quién eres»

De esta manera puedo seguir siendo ese «yo» aparente que he ido cultivando a base de golpes y arañazos y que responde a una profunda creencia de no ser merecedora del amor de nadie porque al final «todos se van y me abandonan». Ese es el drama que nos contamos y las palabras crean realidades por lo tanto, aunque pulsa de fondo, el mensaje va fraguando en nuestros pensamientos y se va implantando como lo normal: no merezco ser amado porque no soy bueno, tengo defectos porque todo me sale mal y todo el mundo termina yéndose de mi lado.

No sé si lo primero es darse cuenta y automáticamente desaparece el deseo de buscar personas que te hagan daño o bien siendo consciente te liberas de ti mismo y esas personas ya no tienen el poder de hacerte daño y entras a considerarlas por lo que realmente son. Ya no son espejo porque tú has visto aquello que tenías que ver en ti y ahora ya puedes pasar a apreciar realmente a la persona, a comprender sus mentiras nacidas de sus miedos e inseguridades. Puedes valorar las cosas buenas de las personas sin necesitar que te devuelvan una imagen de ti porque esa ya la tienes.

En algún momento hablaré de las almas gemelas que son aquellos individuos que reflejan las peores partes de ti y son capaces de provocar el estallido y el cambio más bestia en tu persona, el dolor más profundo e inusitado, desenterrar las miserias más oscuras de tu alma y, aún así, ser la persona con la que te sientes más a salvo en el mundo porque, después de pasar por el infierno, nada puede herirte. Has arrojado luz a aquello que latía latente y ya no te afecta. Lo has aceptado y ya no luchas contra la dependencia, sino que la aceptas y la transformas. Me gusta compartir, puedo vivir, comer pizza, beber, etc en soledad, no necesito a nadie, pero ¡Cuánto me gusta hacerlo con alguien! Esa es mi dependencia abrazada y en vías de sanación.

Por fin salgo de casa, esta vez decidida a no volver y a no contar con el respaldo de papá y mamá, por eso me está provocando tantos altibajos e inestabilidad. ¡Joder cuánto cuesta hacerse mayor!

Te deshaces de todos tus asideros, de todas las excusas, de todos los ambages y decides exponerte a aquello que la vida te ofrece. Todo hombre debe morir.

A eso lo llamo libertad.

2 comentarios en “Joder, ¡Cuánto cuesta hacerse mayor!: qué dolor, qué dolor, qué pena, la niña se fue de casa. (Por fin)

  1. Avatar de Joiel
    Joiel dice:

    La libertad está en uno mismo. Después hay que darle ánimos, confianza, el poder suficiente para fundir los grilletes y los barrotes que nos alejan de esa ilusión donde tocar el cielo es una cuestión de saltar sólo un poco más.

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