El diálogo interno de los celos: El dolor que provoca el miedo, la envidia y la inseguridad. La baja autoestima.

«De la vida no quiero mucho. Quiero apenas saber que intenté todo lo que quise, tuve todo lo que pude, amé lo que valía la pena y perdí apenas lo que nunca fue mío».
– Pablo Neruda –

Sentí un milenario sudor frío: miedo.

Las palpitaciones se intensificaron y una angustiosa sensación que nacía en la base del estómago se expandía hacia la garganta y las extremidades. El remanente que dejaba el pico de adrenalina no solía ser desagradable.

No lograba dilucidar aquello que me inquietaba, o por lo menos no me atrevía a confesármelo. Saberlo lo sabía.

Noté una ligrea quemazón: envidia.

Mi mirada se dirigió hacia aquellos vocablos espectacularmente punteados. El zurzido que dejaban era magnífico. Volví a leer el comentario que se me antojó mucho más poético que el mío. ¡Y aquello solo era el comentario! El resquemor se acentuó, siempre en la o. Mi ego empezó la odiosa comparación con ella. Aquel proceso pasó inadvertido y solo se hizo consciente minutos de sufrimiento más tarde cuando me sentí incapaz de llegar al nivel, insuficiente, horrible y totalmente inadecuada. Aquella otra mujer seguro que sería más conveniente, más emocional, más sentimental, más dulce que yo. En definitiva más apetecible, más agradable.

Él se sentiría halagado, agasajado y envuelto de mucha más ternura de la que yo pudiera brindarle. Quizás la desconocida le provocara un mayor interés.

Florecieron en mí las inseguridades propias de la infancia y pasé rozando el larguero de la ansiedad. ¿Qué me estaba pasando? CELOS.

Gracias al escalpelo, puedo diseccionar la anatomía de los celos. No hay autoengaño posible. NO puedo escapar de la obviedad hasta que finalmente no me queda otra que admitir mi flaqueza. No lo expongo en voz alta porque no busco el aliento en la palabra de otros. Lo que necesito es el perdón propio y la humilde aceptación de que, como bien me decía mi padre, eres una entre muchos millones y hay infinitas personas que escriben mucho mejor que tú. Se desentierran esas precisas palabras y no otras. Mi ego me dice que soy vulgar, que preferirán a otras antes que a mí. El adulto mengua y aparece la niña abandonada en pleno centro comercial abrazada a su oso de peluche.

Vuelvo a encender la luz tarde, ya he transitado por el proceso de sufrimiento oscuro. Esta vez, sin embargo, entiendo lo que me pasa. No es real, es la historia que me cuento, es la que me contaron desde pequeña. «No te van a querer porque formas parte de la masa, eres igual que todos, ininteresante, ¿Quién querría elegirte para hacer algo bonito?»

¡WOW! ¡Corta, tía corta ya con la bola de nieve! Se magnifica a medida que baja la pendiente. Corto. El pensamiento que solía seguirle sobre el patetismo de sentir celos, sobre la ridiculez de las comparaciones, sobre lo lamentable que resulta ser profundamente humana. Da igual: duele y está todo bien. Respiro y se instala cierto alivio y brota una ligera autocompasión.

Descanso tranquila porque hallo el origen de mi desasosiego: los celos, esos queridos amigos olvidados que me están alarmando de algo. Flaqueo en las artes amatorias hacia mi persona. La herida sigue en carne viva, todavía no ha cicatrizado.

5 comentarios en “El diálogo interno de los celos: El dolor que provoca el miedo, la envidia y la inseguridad. La baja autoestima.

  1. Avatar de tonYerik
    tonYerik dice:

    Yo una vez tuve de esos hace treinta y muchos. Pero yo era (me imagino que sigo siéndolo) un idiota.
    Lo de ella casi fue peor porque los tenia de si misma.
    Pero claro cuando vives con un idiota que la tiene delante física y con todo su esplendor pero ama ala imagen de ella que tiene en la cabeza…

    No, no era cierto eso solo lo pensaba ella.

    Este idiota sigue enamorado aun habiéndola perdido hace cuarenta.

    ¿Celos?

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Nunca se es idiota, sólo actuamos como niños por miedo. La edad no tiene nada que ver. Mi abuela de 86 en su lecho de muerte fue la niña más miedosa que jamás vi. Saludos y gracias por tu comentario!

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