Un mueble destinado a la Sagrada Familia cayó en mi poder: Bonito, sí, y una jodienda también. La imposibilidad de los manuales de instrucciones.

«Saber vivir es hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos en el momento en el que estamos»
– Alejandro Jodorowsky –

¡Y finalmente terminé! ¡Qué satisfacción la de ver la obra acabada! Y me diréis: «pero… si es sólo un mueble»

No SOLO es un mueble, ha sido mi peor pesadilla desde el siete de julio. En primer lugar, cayeron las expectativas. Pobre ilusa, yo, la que lo compró online pensando que se lo traerían ya montadito y listo para usar. Primera desilusión: llegó fragmentado en un millón de piezas y con lo que me gustan los rompecabezas espeté un: «¡Me cago en todo lo que se menea! Joder, hostia, puta qué grandísima mierda» La exclamación con la que inicié el periplo no presagiaba más que terribles desaveniencias entre la materia inerte y yo. A parte de mostrar mi refinamiento natural y una paciencia que brilla por su ausencia, aquel lamento no sirvió más que para dar salida a la profunda frustración que sentía. La mente empezó el diálogo desesperado propio de mi neura: «el tiempo, joder el tiempo que vas a tener que invertir en esta mierda, todo lo que no vas a poder hacer… el tiempo que se escurre por tus dedos, el tiempo que corre inexorable ahora se escurrirá entre tornillos y guías.» Angustia hasta casi el colapso.

No tenía destornillador eléctrico y sólo disponía de una pequeña y ridícula herramienta manual con la que empecé hasta que vi que aquello me llevaría más de un mes y muchos dolores físicos. Tuve que proveerme de algo que pudiera asegurarme un montaje «rápido». Disculpen que me desternille, pero no hay para menos.

En segundo lugar, fui tan confiada, pues tal es mi naturaleza, de seguir las instrucciones a rajatabla porque para eso las adjuntan, digo yo. Mas, querida, las instrucciones están hechas por humanos asalariados y trabajan como humanos asalariados es decir en modo «melasudista, lo único que quiero es mi paga a final de mes». Segunda gran desilusión que ya sabía, pero como dijo Lupi en la maravillosa película «Lugares comunes», «uno se olvida de que sabe». Corroboro estas palabras.

Los dibujos estaban al revés y no había texto explicativo que los acompañara. «¡Me cago en la virgen!» fue el segundo clamor al cielo que transitó conmigo la etapa de montaje. Por supuesto, por supuesto, al «me cago…» le siguió toda la familia celestial pasando por Jesús, María, José y Dios. Desde aquí mis más sentidas disculpas, no quise embadurnar a nadie con mis deshechos corporales. Fue mi ego. No soy yo, es él. Maldito ego, hijo de…

En tercer y último lugar, cuando por fin la obra magna se hubo terminado, el resultado fue putapénico. Cajones desencajados descojonándose por mi cara de rábano seco. «¡Qué jodienda, qué asco y qué grandísima mierda comprar muebles por internet, ¿En qué mundo vivimos y hacia dónde nos dirigimos?». Esta fue la conclusión que coronó un montaje más cercano a la Sagrada Familia que al uso doméstico.

Lo mejor y la guinda del pastel, pues no se puede seguir viviendo sin sacar conclusiones útiles para lo cotidiano: así son las relaciones.

Empezamos con expectativas, llenos de buena voluntad. Vemos que las herramientas no son las adecuadas. Indagamos, buscamos otras más afines, pero al ser muebles fragmentados, puzles y rompecabezas esperando a ser montados por manos ajenas sin antes habernos tomado la molestia de encajarnos a nosotros mismos, tampoco hemos pasado por el proceso de montaje y, por lo tanto, las instrucciones de cómo proceder estarán, sin duda alguna equivocadas. Somos los asalariados de las relaciones. Pretendemos las mieles sin pasar por las hieles del trabajo con uno mismo. ¿Qué se puede esperar de esto?

Los dibujos no cuadrarán con la realidad y cuando el prójimo, sorprendido, desesperado o ambos, nos pida explicaciones para poder entender, no sabremos darlas porque ni nosotros mismos habremos pasado por la experiencia del montaje.

Sin embargo, si después de mucho ensamblar, desensamblar, atornillar y desatornillar, llorar y llorar tenemos claras las instrucciones, las exponemos y al que debe comprender no se le enciende la bombilla, entonces sabremos que están en un lenguaje diferente y que lo que está equivocada es la base. Esto es, buen mueble, en manos erróneas. Tiempo, lágrimas, frustración y resiliencia. Borrón y cuenta nueva mientras que el tiempo se escurre entre lamentos, rabia, ira de los que nos pegamos cabezazos contra el mismo muro hasta que un día…se monta, imperfecto, pero montado.

Salud y yo… a disfrutar de esta maravilla de la técnica humana, si es que no se le cae alguna pieza.

No se me ocurre mejor canción para coronar este maravillo texto, ahora voy a montar una mesa de oficina para seguir dando mi opinión de mierda.

8 comentarios en “Un mueble destinado a la Sagrada Familia cayó en mi poder: Bonito, sí, y una jodienda también. La imposibilidad de los manuales de instrucciones.

    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      No, aquí no HAY segundas. Y como no hay tres sin dos (porque lo de dos sin tres nunca he llegado a comprenderlo) pues no habrá terceros, jamás. El equilibrio es lo que nos separa y de tantas otras cosas.

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      JAJAJAJAJA! ¿Quieres que explique más mierda sobre cómo montar muebles cagándome en todo? Eso es fácil pero ya no serán muebles porque PASO UN KILO de seguir perdiendo el tiempo. La próxima vez prefiero pagarle a alguien para que lo monte. Pero historias así las tengo a patadas porque, sinceramente, soy un poco cafre y tengo la mecha de la paciencia corta en extremo! Un abrazo Ceci!

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