Si es Amor, no duele: Y, esta vez, no dolió. La herida del abandono empezaba a cicatrizar.

«Si la vaina impide salir al sable, es nociva. Pasa lo mismo con el Ego y la Esencia. El Intelectual cree ser lo que piensa. El Emocional cree ser lo que ama. El Sexual cree ser lo que desea. El Corporal cree ser lo que tiene. También podemos ser lo que no pensamos, lo que no amamos, lo que no deseamos y lo que no tenemos«
– Alejandro Jodorowski –

Supe que se había curado mi interior, quizás no del todo, quedaba mucho camino por recorrer, pero el principal problema, esto es la herida del abandono que me hacía ser dependiente del otro, había milagrosamente sanado. Obviamente los milagros no existen y tras un año de toma de conciencia, de investigación sobre los mecanismos del ego, de indagación y descubrimiento del «yo», de meditaciones varias, finalmente podía respirar sin sentir que el mundo se me cayera encima.

Supe que por fin había aprendido a amar de verdad, alineando los tres centros vitales: la mente, el corazón y las tripas. A partir de aquí podía seguir amando en libertad, sin ese apego que solía sentir, sin despertar a la inanición del ser, sin que me faltara la respiración. Amaba con Amor, con serenidad, con alegría y sin la esperanza de nada. Marchita esta de tantas desilusiones sufridas, de tantos síes pero noes, había quedado inerte, sin vida, con los ojos en nieve, tendida en el inframundo. Supe que no esperaba nada y que seguía esperando sentir esta ataraxia, alimentando el gozo de amar desinteresadamente. ¿Eran estas palabras una contrarreacción? No lo sé, quizás, ¿Acaso importa si el interior se mantiene imperturbable?

Me levanté sin un ápice de dolor interno. Triste sí, una tristeza por la imposibilidad ajena de querer ser feliz asido de mi mano y entendí el sufrimiento de otros por mi causa, especialmente después de tanto tiempo dedicado por puro interés personal a la comprensión y descubrimiento de los entresijos del alma ajena. Mi pesadumbre no se asemejaba en nada con lo vivido anteriormente. ¿Fue fruto de la irremediable aceptación de que todo cuanto yo podía hacer estaba hecho? No lo sé, pero el dolor de otrora se había transformado en tristeza y no la negaba.

No había vacío, puñalada en las tripas, desolación, lucha… nada de todo esto pugnaba en mi interior. La devastación no estaba, yo seguía siendo yo entera, con mucha más visión de mí, de su persona y de nuestras respectivas esencias. Solo quedaba un remanente de triste aceptación «Que sea lo que tenga que ser, aquí estoy y así soy sin trampa ni cartón»

Dar es la mayor de las dichas y haber pasado tanto tiempo en la autoinvestigación y el desarrollo me ha hecho tomar conciencia de que compartir mi dicha y tranquilidad es la verdadera esencia de lo que he venido a hacer en este mundo.

«Mientras duermes, te cuidaré»

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