«No hay mal que cien años dure»
Se levantó un poco más tarde de lo habitual. El despertador había sonado dos horas antes, pero se permitió apagarlo y seguir dormitando. Había caído de nuevo en un sueño profundo y reparador. Su cuerpo y su mente estaban de acuerdo en solicitar una tregua. Firmaron un armisticio y no sintió culpa ni turbación por quedarse arropada entre las sábanas así que tampoco le tembló el pulso cuando silenció la alarma.
Cuando volvió a abrir los ojos eran cerca de las diez de la mañana. Sonrió. Se tomó unos minutos para fijar en su memoria el destello de alegría que asomaba. El descanso, que tantos horrores le causaba por una desconexión imposible de la frenética actividad mental de la que estuvo aquejada desde que tenía uso de razón, mostraba su costumbrista e irreconocible tarjeta de visita. Blancura impoluta, serenidad profunda, comisuras fijadas en los carrillos a modo de sonrisa y un mar de tranquila esperanza.
Sobre la noche se había abatido una tormenta perfecta que cernía las nubes cargadas de sollozos. Mientras, ella, sumida en el coma del que no puede más, se mantuvo ajena al aguacero que con todo arrambló.
Saltó de la cama y asomó la nariz por la ventana. Los destrozos apenas la asombraron. «Habrá llovido», se dijo. Se lo confirmaron los cubos del balcón que rebosaban de agua. «Sí, ha diluviado».
Hizo café y, como cada mañana, se sentó en la sillita de playa que la esperaba en la terraza que miraba a la montaña. El olor a tierra mojada se mezcló con los aromas del brebaje amargo y, entonces, empezó la magia.
La inundó un incomprensible bienestar, un bancal de tranquilidad, una suave cascada de alegría, una tempestad de felicidad. Cerró los ojos y se dejó sentir el eco lejano de un sentimiento invasor: el de la libertad.
El huracán con nombre de persona que la había asolado, como la tormenta de la noche anterior, pasó. Los escombros permanecían visibles, la destrucción interfija y los estragos en las raíces de su propio ser alternaban en tamaños. Piezas dispares y semblantes desparramadas, desmembradas se exponían a la luz permiténdole recomponer un rompecabezas que, de otra manera, quizás no hubiera visto con la misma claridad o celeridad. Quien no se consuela es porque no quiere.
Allí, ante sus ojos, estaba la respuesta a toda una vida de sinsentido, de repeticiones demasiado familiares, de tropiezos semejantes, de ridículos infantilismos. El templo del ego desmigajado yacía en fragmentos igual que la montaña descompuesta lucía sus desechos. Con las entrañas fuera de sí, la claridad de mente se imponía. No hubo lugar para más autoengaños. El cuadro perfecto respondía a una exactitud matemática.
La voluntad de reconstrucción, como tantas otras veces, la conquistó sin permiso ni licencia. Tenía el privilegio de ser incombustible a pesar de los reiterados derrumbes. Esta vez, no obstante, con conocimiento de causa, volvería a levantar su templo desde la liberación, la franqueza y la autonomía recién adquiridas. Pintaría las paredes de espontaneidad y franqueza y, desde la cumbre sin borrasca, se volvería a ver la confianza hacia fuera y, esta vez, también hacia dentro.
Donde otros se quedaron atascados, en bucle, reciclando su propia basura, ella desplegó sus alas y… voló. Dos haces de luz le marcaban el camino para que no se perdiera de nuevo.
«…Con las entrañas fuera de sí, la claridad de mente se imponía…» Un escrito fantástico. Me alegro. Ah! y lo de «arramblar» es perfecto 👌
👏👏👏
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Siempre agradecida y, admirativa de tu prosa, halagada por tus visitas!
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Un placer… 🙏
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Espectacular, precioso, perfecto…
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Gracias Moly! MUUUUUUUUUUUUUACKS!
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Sublime, me encanta. Iba a haber escogido alguna frase con la que quedarme, pero llevo con la carne de gallina desde el comienzo de tu relato. Es una maravilla. Vuela alto, guerrera. 🥰🥰
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Gracias Tania! Quédate con todas entoces. Son tuyas también. Vosotras sois los haces de luz que me guían y es verdad, desde que estais me siento más segura y siento que dependo menos de las gilipolleces porque aquí hay algo grande que surge de… no sé… me gustaría escribir sobre esto. Comparar el amor y este Amor. Gracias por todo!
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Gracias a ti, porque el Amor se construye y se alimenta, ese que es de verdad, entre las personas que vibran en la misma sintonía. Y cuando hay amor crecemos, aprendemos y nos ayudamos a brillar mutuamente, sin pedir nada a cambio, deleitándonos en el gozo ajeno porque al final es el nuestro propio. Me encantará leer lo que escribas al respecto, estoy segura de que será maravilloso, como todo lo que escribes. ❤️🥰
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