«Solo hay un medio para matar a los monstruos: aceptarlos»
– Julio Cortázar-
«Algunas personas pasan por nuestra vida para enseñarnos a no ser como ellas»
-Leon Tolstoi-
«Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones no las ha superado nunca.»
-Carl Jung-
Me di de bruces con ambas sin quererlo. ¡Dios! Sin querer, de verdad, pues los acontecimientos que me llevaron a ellas fueron estrepitosos y causaron en mí una gran conmoción. En el peor de los casos, algo aprendí y en el mejor se fraguó un vínculo que me salvó.
La depredación de aquel abominable ser al que apodamos «el bicho» tocaba a su fin y, ya sin reparos ni esfuerzos por su parte, empezaron a salir a la luz otras mujeres a las que les había pasado lo mismo con el abortado intento de ser humano. En vez de parirlo, lo cagaron, la cagaron y nos cagaron.
Nos mantenía con vida bailando al son de su nefanda y sombría voluntad. Amarradas a las migajas de atención de la que solo la esperanza puede alimentarse, pasábamos de la luz a la sombra propia y ajena, del profuso diálogo (una verborrea y locuacidad ciertamente audaces), al desierto de hielo que un alma vacua como la suya era capaz de ofrecer. «El bicho» lloraba con lágrimas de cocodrilo frías y hostiles haciéndose de menos y apelando a nuestra misericordia y creyendose de más por el control que ejercía sobre nosotras. «El bicho» era un escualo al acecho de víctimas lastimadas por el mal reparto de la baraja de la vida. En la mano de póker que nos había tocado jugar con él, tuvimos que cambiar las cinco cartas dos veces. El tan esperado as no llegó nunca, pues lo tenía él en la manga y ambos comodines formaban parte de su haber, no del nuestro.
Habiéndonos dado cuenta de que alimentaba a los mismos patos con las mismas migajas de pan duro enmohecido y un mohín desvergonzado en su semblante de inofensiva apariencia como en el del que no hubiera roto un plato en su vida, abandonamos la partida y se quedó jugando solo. ¿Ganó? Supongo que a su modo de ver salió triunfantemente solitario con algún exabrupto que, de soslayo, hirió mínimamente el diminuto mástil de su ego. A un tramposo se le gana sin reglas de juego y nosotras no participamos en tales pasatiempos porque lo nuestro no es el aburrimiento que busca solaz en el recreo o la diversión sin objetivo.
Nos munimos de esos dones únicos, innatos e intransferibles como lo son la bondad que tantas veces colindó con la necedad, la intuición y las ganas de crecer. Todos ellos bien arraigados a nuestras entrañas y de los cuales «El bicho» trataba de despojarnos, algo estúpidamente inverosímil por su parte, pero todos tenemos flaquezas, incluso él, sobre todo él. Aun así, lo intentó dándose cabezazos con la misma pared de roca. Su objetivo, al mismo modo que el de Grenouille en «El perfume», era sorber la existencia de sus víctimas para apoderarse de lo que a él le faltaba: humanidad, brillo y vida.
Se quedó jugando solo y se perdió en el cajón desastre o de sastre donde va a parar todo lo inservible. De él nos quedaron horribles pesadillas, peladillas, monos masturbadores, viejos pellejos pajilleros, niñas que van a misa y se arrodillan dejando entrever las bragas en nombre de Dios, enanos lefadores, pasteles de manzana recién horneados, orondos personajes rellenos de cuajada, descuajeringados cuerpos sobre el campo de batalla y una flor intacta, cuervos que sacan los ojos, cocodrilos que hablan, tiburones de Groenlandia, lémures suicidas, perros, perras, patos, putas todos ellos en orgiásticas historias sacadas de una quijotera, como suele decir él, infecta, putrefacta y cutre de facto.
Mentira sobre mentira y sobre mentira mucha confusión a todos los niveles, pero más certeza todavía sobre la nulidad de aquellas vivencias. No existieron, porque él no existió nunca. Respiraba sí, pero nos exhalaba a nosotras porque su aire era el nuestro. Nos enamoramos de nosotras mismas, del reflejo que nos devolvía aquel ser camaleónico que no disponía de entidad propia y que se amoldaba en almagemelización nuestra para hacernos sentir que habíamos encontrado «AL» hombre perfecto, a imagen y semejanza propia.
No le gustaba la poesía pero alababa a las poetisas cuando la ocasión se presentaba. No le gustaba Pati Smith pero ahí estaba aplaudiendo su arte cuando la autoría del post tenía vagina. No le gustaban tantas otras cosas que le vi encumbrando, pero si era menester elogiar porque detrás de ello había carnaza fresca con la que saciar su voracidad, no encontraba reparos en adular, enaltecer, congratular o rebozar de ovaciones. Era lo más bajo y sucio de la humanidad, un verdadero trapo (in)humano.
El repóquer que creyó marcarse a base de artes oscuras le serviría en infinidad de otras ocasiones, pues causaría la más turbación en otras como nosotras. Nada permanecería tras su paso, huracán de fuerza cinco de ciento cincuenta kilos de grasa aceitosa fruto de demasiadas torrijas y huesitos con litros de leche. Leche condensada con fresas y limones tan grandes como mis cojones conforman un santuario del que tanto se jactaba y lo caracterizaba, caracteriza. Lamentablemente, nada queda impune, al menos no entre estas manos. No me cansaré de escribir sobre él, sobre ellos, sobre estos seres fantasmagóricos que vagan por el planeta y de los que cada vez aumenta el número. Tras la pantalla y en la distancia parecen inquebrantables. En el cuerpo a cuerpo son pequeñas y diminutas presencias, un punto negro relleno de mierda que al estrujarlo se vacía. No hay nada a parte de sebo maloliente que sale como un gusanito de cabeza oscura y cuerpo blanquecino y fofo.
A veces todavía odio y escribo sobre ese rencor que en nada me favorece, pero que he aprendido a aceptar. Si le da por desperezarse, lo dejo hacer, le doy la bienvenida, lo miro de frente y le digo que bienvenido, que lo comprendo, lo acompaño en su dolor, que no está solo y que aquí tiene un lugar donde yacer tranquilo.
Me doy cuenta de que esta ira no tiene nada que ver con el desgraciado en cuestión, pobre él con su vacío. Esta ira tiene que ver con un odio hacia mí misma por haber sido tan ciega, cabezona, por no escuchar mi intuición y esas alarmas. Encabronamiento por no confiar en mí. Rabia, cólera por haber sido educada y no salvaje, por tener una autoestima de mierda, por creer en «ellos» figuras de apego infantil, por haberlos idolatrado y ahora en la letrina de mi alma solo puedo vomitar hiel.
Odio por no haberme dado cuenta antes del enorme boquete de mi interior por el que se colaron tantas alimañas. Años, décadas incluso, de tóxicos resultados provocados por personajes a los que yo misma abrí la puerta, me odio por eso, los odio a ellos, a todos ellos. Como un animal embrutecido, indómito se rebelan mis adentros, demasiado tarde, siempre es demasiado tarde.
¿Cómo culpar a lo que yo misma acepté? La búsqueda incesante de este amor maltrecho, confundido, enmarañado al apego despertó tantas veces ese dolor… esa quemazón que no era más que el agujero original, el mío, nada que ver con nadie. Nada tuvo que ver con el Amor. El cometido de estas vivencias era el de hacerme mirar hacia dentro, pero yo, empecinada en encontrar culpables que me excusaran a mí, pues tal es el pasaporte de mi ego, eché pelotas fuera y nunca logré despertarme de la ilusión de mí misma. El Amor no duele y ahora lo veo claramente al comparar lo que siento hacia los tipos evitativos y lo que siento hacia ellas, ELLAS.
De esta pesadilla se rescataron varias almas a la deriva en la desesperada búsqueda de Amor. Hambrientas, famélicas, mendigando anduvimos por la vida sin ser siquiera conscientes de ello. «La manita faloide» con su as en la manga, pues no le quedaron dedos con los que ganar la partida, se quedó con su falo en mano, como ya era habitual en él y se la jugó en un solitario.
Nos quedamos nosotras con nosotras, celebrando este desafortunado encuentro en el que reconocimos las unas en la otras esta bulimia de amor de mala calidad, una avidez que anidaba en el corazón desamparado y capaz de engullir cualquier mierda con tal de llenarse de algo. El mal, llamado amor, o el apego mal llamado amor corría libremente por las calles. La tergiversación semántica a lo largo de la historia de la humanidad, alimentada por la literatura, el cine, las historias triviales de plátanos que plata no eran, ni oro tampoco, eran los restos del naufragio de ese buque llamado Amor que se quedó en minúsculas.
Lo que por estas dos mujeres siento en nada se asemeja a lo que «los hombres de mi vida» lograron despertar en mí. Nuestros caminos se cruzaron de la forma más desagradable, pero gracias a ello supimos que estábamos en el mismo derrotero, que sufríamos de la misma enfermedad, que esperábamos lo mismo de la vida, que nos tratábamos las unas a las otras del mismo modo en que esperamos vanamente que nos trataran.
Aquí, entre nosotras, resuena la misma música, vibran las mismas frecuencias, enmudece el mismo aire, emanan los mismos efluvios. Nuestras esencias son idénticas y nada se fuerza, todo es perfume natural que nos remienda los jirones del alma. A mí este Amor que sustenta me sirve para compararlo al otro amor que suele ser el que los hombres me despiertan. Si no es parecido a lo que ellas me causan, entonces no es Amor, sino que sigue siendo la necesidad de ser amada.
Con este punto de anclaje firme y sabiendo lo que SÍ es el amor, puedo transitar por la vida y saber por fin separar el grano de la paja.
De momento no puedo hablar de lo que me depara el futuro, pero ya no necesito de esa muletilla llamada pene para vincularme a nadie. Están ellas que me alivian los días, que me llenan de atenciones desinteresadas hasta rebosar. Nos hacemos de espejo, compartimos desde la humildad y desde nuestra vulnerabilidad sabiendo que no hay peligro, que no nos vamos a depredar porque cada una de nosotras es un generador a tiempo completo. Lo único que brolla son las ganas de dar, de ofrecer, de compartir, de querer. Es lo más bonito que me ha pasado nunca y lo que seguramente me salvará del próximo merodeador vampírico.
Gracias chicas, a las que estáis y a todas aquellas que se sientan en el mismo barco. Bienvenidas a los jirones del alma en remiendos.
Jolín amiga.. que grande..
Identificada en absolutamente todo. Esa parte de «fui yo la que..», a veces me mortifica. Pero, me consuelo, me siento feliz, con todo esto que nos ha traído….
Supongo que todo en la vida es por algo. Me ha venido bien leer esta entrada, muy muy bien..
Gracias amiga..
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Moly querida, me alegro que haya causado en ti esto que comentas y sí, el diablo ofrece y cada uno es libre de tomar o declinar. No podemos culpar de todo al otro, pero hay veces que el uso es abuso así que abraza eso de lo que te has dado cuenta y tenlo presente para seguir y declinar la próxima oferta. Donde pongas el ojo… que no termine en terapia! Besitos!!!!1
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Los supervivientes de los desastres naturales de vez en cuando ponen en común sus vivencias y se ayuda con ello, no hay que sentir vergüenza por ello. Es cierto que la ira con lo que cuentas quizás no te haga ningún bien, pero desde el punto de vista literario reconozco que me encanta 🙂
Sobre el tema, lo he dicho alguna vez, me cuesta entender a esas personas, de verdad que me cuesta. Es demasiado esfuerzo, demasiada preparación, y no sólo eso, luego sostener el entramado que has montado hasta que se cae, porque siempre se acaba cayendo… No sé, aunque sea por pereza más que por sinceridad, creo que no sería capaz de hacerlo.
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Beauseant, vergüenza no sentimos más que a veces, ira lo mismo y no, no es ni buena consejera ni sienta bien. Es un vestido que no deseo llevar pero está y sirve en la medida que uno se da cuenta de que hay algo que lo perturba. Para eso sirven las emociones.
A mí también me cuesta entender lo incomprensible, solo hay que comprender que no hay nada que comprender. Es así, hay personas que son humanoides en apariencia pero por dentro son un enorme agujero negro. Es así y más allá no hay nada. No quieren cambiar porque les está bien así y al no haber sufrimiento pues no hay motivación de hacer las cosas de otra manera. Una vez vi una película inglesa (para mi sorpresa) que buscaba el origen del mal, no recuerdo el título, pero el tema es que llegaba a la conclusión que el mal nace del aburrimiento. «Quien no tiene qué hacer, mata moscas con el rabo». Confabular, mentir, inventar historias… forma parte de eso. Se puede hacer para «el bien común» o para el bien propio, he ahí toda la diferencia.
Gracias por pasarte a comentar, siempre agradecida y halagada por tus palabras.
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De los más profundos y hediondos lodos surgirá la inigualable belleza de los más luminosos y resilientes lotos.
Menuda maravilla de entrada, de reflexión, de declaración de intenciones. Es absurdo señalar lo obvio, pero aun así lo digo: tu camino es el mío, tu sufrimiento el mío y (sobre todo) tu inconmensurable ira es la mía.
Esta frase es una auténtica joya: «Rabia, cólera por haber sido educada y no salvaje». Es mi sentir más profundo, ya no es latente si no que late bien fuerte. Y esa ira (mía, tuya, nuestra), totalmente justificada, empieza a ser comprendida y ahora tiene un lugar sano en nuestra vida. Aceptar para sanar. Dejarla hablar, gritar y supurar. Sobre todo porque ha hallado un entorno de comprensión, de AMOR, de crecimiento compartido y mutuo.
Sigo con la carne de gallina tras leerte y con una sonrisa tatuada por haberos encontrado, por reavivar la luz tras tanta oscuridad. Porque sois un regalo y un faro de esperanza. Os quiero, amigas.
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JAJAJAJA! No hace falta que digas más Tania. Lo sé. Ahora cuando escribo siento que nos describo. Es como si me metiera bajo tu piel. Me gusta. Una vez le dije al bicho que no sabía cómo pero que mis historias eran para él… pues ahora en cierta manera las escribo pensando en vosotras y sé que tú las vivirás de una manera muy parecida a la mía. Te estremecerán las mismas palabras, te apuñalarán las mismas imágenes y te pondrán la piel de gallina los mismos puntos suspensivos.
Sois lo mejor, reitero, que me ha pasado en la vida.
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El sentimiento es mutuo, en todo. 🥰🥰❤️❤️
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Je ne vois jamais tes posts apparaître sur le lecteur WP..
Pourtant je suis abonnée…
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Ah bon! J’en sais rien, t’es pas la suele à qui ça arrive apparement! Mais bon, de toutes façons c’est pas grave. Peut-être je me remets à écrire en français. Il est tellement rouillé que j’ai la honte! Bisous Barbara!
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Oh que non il n’est pas rouillé du tout!
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